“
“El síndrome de Ulises
Santiago Gamboa
Seix Barral. 2005
La novela de Santiago
Gamboa (Bogotá, 1965) pretende ser como el reverso del libro de Hemingway, París era una fiesta, publicada póstumamente en 1964, que recuerda
sus años juveniles.
De hecho, el autor colombiano descubre, casi al
final de la novela, un nuevo síndrome: “Aún no había sido bautizado como el
síndrome del inmigrante o síndrome de Ulises”, tras el suicidio del norcoreano
Jung, quien consigue que su esposa, recluida en un manicomio en su país, llegue
hasta París al tiempo que él se suicida. Pero el protagonista es un escritor
colombiano que sobrevive en una inhóspita ciudad dando clases de español y
trabajando dos noches por semana de lavaplatos en un restaurante oriental,
junto al futuro suicida. Tal vez el mayor mérito del relato reside en ofrecer
una sórdida imagen de un París poco festivo, refugio de tantos escritores
hispanoamericanos y del propio Gamboa, quien cursó, como su héroe, algunas
clases en la Sorbona. Este colombiano va descubriendo a su alrededor un mundo
de exiliados árabes, subsaharianos y europeos del Este que viven en penosas
condiciones.
Para construir el relato se sirve de una técnica
rudimentaria. Cada personaje se presenta a sí mismo en primera persona,
contrapunteando la narración, que utiliza la fórmula de la rueda como ya
hiciera Luis Romero en La noria (1952), la lejana novela que
Gamboa, supongo, ignora. Sin embargo,
parte del relato se torna en detectivesco cuando desaparece otro colombiano,
buen jugador de ajedrez y, paso a paso, vamos descubriendo las claves de su
personalidad gracias al traductor al árabe de Juan Goytisolo y a un francés comunista y homosexual. Dos escritores forman parte del relato:
Goytisolo y Julio Ramón Ribeyro (a
cuya memoria dedica la novela), quien habrá de servirle de puente hasta
encontrar un trabajo más digno en France Presse, como hicieran otros escritores
hispanoamericanos.
Tres temas, además de la profunda soledad del
individuo, centran el relato: el hambre, el sexo y la solidaridad de los
miserables. El protagonista atraviesa toda suerte de penalidades: la necesidad
de ducharse en los vestuarios de una piscina municipal, el lavabo comunitario.
Así se describe el retrato del “otro” París. Hay abundantes referencias a la
nueva narrativa hispanoamericana que sigue siendo la de siempre. El escritor
marroquí Khair-Eddine traza ciertos
paralelismos entre el exotismo de América y los tópicos del arabismo. Uno de
los personajes más emblemáticos será el de Paula, cuya relación con el sexo
libre ha de conducir al protagonista a conocerlo en todas sus variantes. Pero
Paula, que acabará convirtiéndose en su confidente, lo sustituirá por la
literatura. Escribir es también la salvación del protagonista. Como buen
latinoamericano universitario lleva consigo una novela que corregirá cuando su
vida se torna más ordenada. Sin embargo, el alcohol siempre está presente. Hay
también drogas, prostitución.
Existe una comunidad colombiana, en la que
conviven guerrilleros de diversas facciones con otros y otras, sin papeles, que
intentan ganar algún dinero como la árabe, y personajes que viven su soledad en
una ciudad consumista. Pero allí se advierte también que “los que habíamos
llegado por la puerta de atrás, sorteando las basuras, vivíamos mucho peor que
los insectos y las ratas”. La acción se sitúa en la primera guerra de Iraq.
Gamboa narra con eficacia, sabe construir historias en un lenguaje directo, de
forma confesional, invocando al lector. En la novela, sin embargo, casi todo es
previsible. Los personajes se convierten en tipos. Apenas si cabe hablar de
sorpresas. Sí, es la historia de un
escritor colombiano en un París sin Notre Dame, donde se caza un pato, de noche, en un lago con una red para comérselo horas
después. Donde se aprovecha cualquier
invitación, donde todo parece tolerable, porque está en función de la diosa
literatura. Nos movemos en el
miserabilismo que se ha convertido en dramática actualidad en la sociedad
francesa marginal. En ella se descubre también lo auténtico, así como una
exageración de tintes y un expresionismo negro, en un estilo directo; todo ello
teñido de tópicos que resultan poco justificables, a medio camino entre lo
autobiográfico y la invención.”
Joaquín Marco
El Cultural
17-11-2005
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