“A John Edward Williams (1922-1994),
escritor y profesor norteamericano de literatura, se le recuerda sobre todo por
su novela Stoner, publicada en 1965,
y que es, entre otras cosas, un canto de amor a la enseñanza, incluso ahí donde
el desánimo y la mezquindad humana aconsejarían el cinismo y el
desapasionamiento. Pero también es el autor de una antología de poesía inglesa
del renacimiento titulada English Renaissance
Poetry: A Collection of Shorter Poems, publicada por primera vez en 1963 y
reeditada en 2016 en la editorial New York Review Books, con introducción del
poeta Robert Pinsky. Aunque la
lógica lo niegue, resulta inevitable emparentar al protagonista de Stoner, el oscuro profesor de una
oscura universidad del Medio Oeste americano, con el John Williams de verdad, autor de la antología. En ella introduce
sin beligerancia, pero con firmeza, juicios e interpretaciones más allá de los
aceptados durante siglos sin cuestionamiento ni revisión por parte de la
academia. Y ofrece una visión mucho más completa que sus predecesores sobre el
complejo encaje de la influencia petrarquista en la tradición autóctona
anglosajona, no sin reconocer en sus disquisiciones a quien le puso en esa
senda, el autor y crítico literario Yvor
Winters. Por encima de todo, hay en esta antología, tal como señala Pinsky,
una labor literaria y creadora propia de un maestro, cuyo resultado excede con
mucho el del investigador convencional.
Sin negar los solapamientos ni los
constantes cambios de una época en la que la poesía era una moda en plena
efervescencia, Williams define con claridad tres fases en el tardío
Renacimiento inglés: una primera, durante el primer cuarto del siglo XVI,
heredera de la poesía medieval de tradición autóctona de los siglos XIV y XV,
cuyos autores sobresalientes serían Sir
Thomas More, Sir Walter Raleigh y George
Gascoigne; otra que, durante el mismo siglo, incorpora la corriente foránea
petrarquista, y que encuentra sus cotas más altas en Thomas Campion, Sir Philip Sidney y Edmund Spenser; y una tercera, ya en el siglo XVII, que encuentra
la síntesis de las dos anteriores en autores como Fulke Greville, William Shakespeare, John Donne y Ben Jonson. Respecto a la primera,
Williams enumera los siguientes rasgos distintivos: asunto genérico y de amplia
significación humana; relación directa entre el poeta, que no adopta ninguna
máscara ni persona, y el tú al que dirige su poema; contenido informativo o
narrativo, siempre in crescendo, y adecuación del ritmo y la sintaxis a la
medida del verso. A cambio, la poesía de influencia petrarquista se basa en una
voz poética idealizada que no se dirige a un tú de carne y hueso sino a alguna
convención apostrófica (la luna, la musa), es descriptiva en vez de
informativa, y pone todo el énfasis en matices de percepción, altamente
deudores del ornato retórico, antes que en la profundidad del asunto elegido.
Para Williams, la fusión de ambas
tradiciones es inevitable y, dentro de las carencias de cada una y la
imperfecta adecuación de una en la otra, considera que el resultado es más
satisfactorio que decepcionante: matrimonio no del todo armonioso, como casi
ninguno, pero matrimonio al fin y al cabo, según él mismo explica. Los poetas
que confirman las bondades de esta fusión, de los que el antólogo aporta
múltiples ejemplos, combinan, aunque parezca un oxímoron, la profusión verbal
petrarquista y sus ritmos enrevesados con una economía de medios y un decir
directo y hasta sentencioso más propio de la poesía autóctona. Naturalmente,
será el lector quien, después de leer la antología, esté en situación de
decidir si los argumentos de Williams le convencen o no. Pero en cualquier
caso, su interpretación de esta cuestión es original, luminosa, y yo diría que
felicísima para quien se acerque a la poesía del período como lector o como
poeta, no simplemente como estudioso, o incluso con ánimo de releer movimientos
posteriores (simbolismo, modernismo) a la luz de las conclusiones que este
estudio aporta.
El imperfecto encaje de Williams en
la academia, pues no otra puede ser la razón de la originalidad de su visión
crítica, está por supuesto en relación con su faceta creadora. Hemos dicho que
Williams es novelista, y como tal se le conoce sobre todo en español. Sin
embargo, también es autor de dos libros de poemas que hoy es prácticamente
imposible encontrar (recemos para que editores y traductores, al igual que han
redescubierto recientemente a un gran novelista que había caído en el olvido,
hagan lo propio con el poeta). El limitadísimo acercamiento a su poesía que nos
ofrece la red, no obstante, es suficiente para asomarse desde un nuevo ángulo
al Williams que, con un pie en la poesía renacentista inglesa, nos interpela
desde la vida contemporánea:
ODA A LA
ÚNICA CHICA
Te he visto tantas veces y en tantos lugares:
en el teatro, el tren, el autobús o la acera;
sonriéndole a la lluvia de invierno o primavera,
ojos de cualquier tono en miles de semblantes;
de todos los matices de castaño o muy negro,
corto o largo, rubio o cobrizo tu cabello.
De inmediato he amado, jamás he hablado;
un camión que pasaba, una luz que cambiaba,
puerta al cerrarse… todo fijado se antojaba:
y ya te habías ido, el hechizo quebrado.
Una sola la ubicua, nos habíamos visto
antes cientos de veces, y pronto nos veremos
muchas más; en los claros del bosque o los cerros,
en bulliciosa calle, o en solitario risco;
algún día en algún sitio… pero, ¿cómo sabremos
si es amor verdadero, cómo lo sabremos?
traducción
de la autora del artículo
Son evidentes, en este poema, los
guiños a la poesía del Renacimiento: la rima, el ritmo ordenado en pentámetros,
la conclusión —propia del soneto inglés— del pareado final, los escenarios
pastoriles , los elementos de la naturaleza dispuestos en antítesis , la
“descripción” de la amada (ojos, cabello). El sujeto y el asunto, sin embargo,
son eminentemente contemporáneos: multiplicidad, indecisión, fragmentación,
amor que es a un tiempo platonismo idealizado y descubrimiento del “otro” del
psicoanálisis, y ese deambular urbano que, hasta el advenimiento de las redes
sociales y la reclusión a la que nos han condenado, constituía nuestra segunda
piel. Sólo un poeta de verdad podía ofrecer una fusión tan elocuente de la
poesía del Renacimiento y la del siglo XX. Y tan hermosa, me atrevo a añadir.”
John Wiliams y su “Antología de poesía inglesa
del renacimiento
un artículo de Natalia Carbajosa
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