El primer fragmento que me ha emocionado profundamente,
especialmente la figura de la madre:
“Hubo otro silencio. Sus padres, que miraban de
frente hacia las sombras de sus propios cuerpos, de vez en cuando miraban a su
hijo de soslayo, como si no quisieran molestarle en su nuevo estado.
Tras varios minutos, William Stoner se inclinó
hacia delante y habló, con una voz más alta y fuerte de lo que habría
pretendido. «Tenía que habérselo contado antes. Tenía que habérselo contado el
verano pasado, o esta mañana».
Los rostros de sus padres permanecían apagados e
inexpresivos a la luz de la lámpara.
«Lo que intento decir es que no vuelvo con ustedes
a la granja».
Nadie se movió. Su padre dijo: «Si tienes cosas que
terminar aquí nosotros nos vamos por la mañana y tú puedes venir a casa en unos
días».
Stoner se frotó la cara con la palma abierta. «Eso…
no es lo que quiero decir. Intento decirles que no volveré a la granja nunca».
Las manos de su padre se tensaron aún más sobre sus
rótulas y se reclinó en la silla. Dijo: « ¿Te has metido en algún problema?».
Stoner sonrió. «No es nada de eso. Voy a asistir a
clases otro año, tal vez dos o tres».
Su padre meneó la cabeza. «He visto que has
terminado esta tarde. Y el representante del condado dijo que las clases de
granjero duraban cuatro años».
Stoner trató de explicar a su padre sus
intenciones, intentó trasladarle sus sentimientos y propósitos. Escuchaba sus
palabras como si salieran de la boca de otro y observaba el rostro de su padre,
que recibía aquellas palabras como si una roca recibiera repetidos puñetazos.
Cuando hubo terminado se sentó con las manos enlazadas entre las rodillas y la
cabeza arqueada. Escuchó el silencio de la habitación.
Por fin su padre se removió en la silla. Stoner
levantó la vista. Se enfrentó a los rostros de sus padres. Casi rompió a
llorar.
«No sé», dijo su padre. Su voz sonaba ronca y
cansada. «No me imaginaba que esto iba a tomar este rumbo. Pensaba que hacía lo
mejor para ti enviándote aquí. Tu madre y yo hemos hecho siempre lo mejor que
hemos podido por ti».
«Lo sé», dijo Stoner. No pudo mirarlos más.
«¿Estarán bien? Podría volver un tiempo este verano y ayudar. Podría…».
«Si piensas que debes quedarte aquí y estudiar esos
libros, entonces eso es lo que debes hacer. Tu madre y yo podemos apañarnos».
Su madre estaba frente a él, pero no le veía. Sus
ojos estaban cerrados, comprimidos. Respiraba afanosamente, con la cara vuelta,
como dolida, y apretaba los puños cerrados contra sus mejillas. Stoner se
percató con asombro de que estaba sollozando, profundamente y en silencio, con
la pena y la extrañeza de quien rara vez llora. La observó unos instantes más.
A continuación se puso pesadamente en pie y salió de la habitación. Siguió el camino
por las estrechas escaleras que conducían a su ático, permaneció tumbado
durante largo tiempo, observando con los ojos abiertos la oscuridad sobre él.”
Stoner
John
Williams
traducción de Antonio Díez Fernández
Baile del Sol, 2012
Pág- 26-27
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