30 de set. 2020

música i literatura, 1

 


Iniciamos, con la propuesta de Loles, la serie de trabajos creativos que relacionan la música con la literatura, dentro de las actividades del taller de música,  ya que las actividades normales del taller se han visto interrumpidas por la falta de un local que reúna los requisitos para realizarlo con total seguridad.

Os animamos a preparar vuestras propuestas  y mostrar el amor por la música y las letras que cultivamos en el grupo y, especialmente, compartirlo, principio inspirador que nos reúne cada mes.



Entre junio y agosto de 1977, Jorge Luis Borges pronunció siete conferencias en el Teatro Coliseo de Buenos Aires: La Divina Comedia, La pesadilla, El libro de las mil y una noches, El budismo, ¿Qué es la poesía?, La cábala, y La ceguera, más tarde recogidas en su libro Siete Noches.

De esas siete noches, la tercera fue dedicada a El Libro de las mil y una noches.

Nuestra compañera Loles nos ha recitado el poema del autor argentino Metáfora de las mil y una noches:

"La primera metáfora es el río.

Las grandes aguas. El cristal viviente

que guarda esas queridas maravillas

que fueron del Islam y que son tuyas

y mías hoy. El todopoderoso

talismán que también es un esclavo;

el genio confinado en la vasija

de cobre por el sello salomónico;

el juramento de aquel rey que entrega

su reina de una noche a la justicia

de la espada, la luna, que está sola;

las manos que se lavan con ceniza;

los viajes de Simbad, ese Odiseo

urgido por la sed de su aventura,

no castigado por un dios; la lámpara;

los símbolos que anuncian a Rodrigo

la conquista de España por los árabes;

el simio que revela que es un hombre,

jugando al ajedrez; el rey leproso;

las altas caravanas; la montaña

de piedra imán que hace estallar la nave;

el jeque y la gacela; un orbe fluido

de formas que varían como nubes,

sujetas al arbitrio del Destino

o del Azar, que son la misma cosa.

El mendigo que puede ser un ángel

y la caverna que se llama Sésamo.

 

La segunda metáfora es la trama

de un tapiz, que propone a la mirada

un caos de colores y de líneas

irresponsables, un azar y un vértigo,

pero un orden secreto lo gobierna.

Como aquel otro sueño, el Universo,

El Libro de las Noches está hecho

de cifras tutelares y de hábitos:

los siete hermanos y los siete viajes,

los tres cadíes y los tres deseos

de quien miró la Noche de las Noches,

la negra cabellera enamorada

en que el amante ve tres noches juntas,

los tres visires y los tres castigos,

y encima de las otras la primera

y última cifra del Señor; el Uno.

 

La tercera metáfora es un sueño

agarenos y persas lo soñaron

en los portales del velado Oriente

o en vergeles que ahora son del polvo

y seguirán soñándolo los hombres

hasta el último fin de su jornada.

Como en la paradoja del eleata,

el sueño se disgrega en otro sueño

y ése en otro y en otros, que entretejen

ociosos un ocioso laberinto.

En el libro está el Libro. Sin saberlo,

la reina cuenta al rey la ya olvidada

historia de los dos. Arrebatados

por el tumulto de anteriores magias,

no saben quiénes son. Siguen soñando.

 

La cuarta es la metáfora de un mapa

de esa región indefinida, el Tiempo,

de cuanto miden las graduales sombras

y el perpetuo desgaste de los mármoles

y los pasos de las generaciones.

Todo. La voz y el eco, lo que miran

las dos opuestas caras del Bifronte,

mundos de plata y mundos de oro rojo

y la larga vigilia de los astros.

Dicen los árabes que nadie puede

leer hasta el fin el Libro de las Noches.

Las Noches son el Tiempo, el que no duerme.

sigue leyendo mientras muere el día

Y Shahrazad te contará tu historia.

 

 


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