Durant quaranta anys i molts més, homes i dones de les generacions que van viure la guerra, que van néixer a la postguerra i que van patir la dictadura fins al final, van ocultar als seus fills i filles i als seus nets i netes el que havien patit.
El dissabte 19 de febrer de 2022, a les 18h, a l’aula Feixa Baixa del museu de Ca n’Oliver, les nostres companyes Roser Tosquella, Loles García i Fina Guasch participaran en una xerrada col·loqui sobre els silencis i la por.
Moderat per Joan Francesc Garrido, mostraran la seva mirada intima al nostre passat comú, cruelment silenciat, i que cal recordar per dignificar a tantes persones.
Durant aquest dies anirem penjant al nostre espai documents, cercats per les companyes, per enriquir la trobada.
Us hi esperem!
El pacto de silencio de los vencidos
por Lidia Falcón
Público, 28/02/2015
Dedicado a todas las víctimas del franquismo, y a los valientes que se han atrevido a denunciar sus infamias.
"Los historiadores que quieran conocer la verdadera tragedia de España desde 1939 se encontrarán con grandes dificultades para investigar. Porque no solo los archivos de tantas instituciones han sido destruidos o falsificados al terminar la Guerra civil y a la muerte de Franco, sino que apenas contamos con los testimonios de los testigos y supervivientes de aquel genocidio.
La victoria fascista supuso el exterminio o el exilio de los dirigentes políticos y sindicales, de los cargos institucionales, de los intelectuales, de los maestros, de las feministas, de los masones, de los anarquistas, de los socialistas, de los comunistas, de los republicanos, de los homosexuales. La victoria fascista organizó no sólo las detenciones, las torturas y los fusilamientos de los más inteligentes y valientes activistas que luchaban por la libertad y la democracia, no sólo el robo de los hijos de las presas republicanas, no sólo la purga de los funcionarios que no fueran considerados afectos al régimen, no sólo la censura de todos los artículos, libros, periódicos, conferencias, clases y declaraciones contrarias al fascismo, no sólo la prohibición de hablar, escribir y publicar en cualquier otra lengua española que no fuera el castellano, sino también, y no menos importante, logró implantar un ambiente de terror en el país que impidiera a los supervivientes y a las generaciones siguientes levantarse contra el régimen.
Durante cuarenta años muchos de los hombres y mujeres de las generaciones que vivieron la guerra, que nacieron en la postguerra y que sufrieron la dictadura hasta su fin, ocultaron a sus hijos e hijas y a sus nietos y nietas la masacre que habían padecido. Es clásico oír a muchachas y muchachos de veinte años, y a quienes no son tan jóvenes, "a mi mis padres no me contaron nada de la guerra ni de la postguerra", o mis abuelos o mis tíos. En la mayoría de las familias de los vencidos se cernió una nube espesa de silencio, de secretos férreamente guardados. Los mayores sabían que los niños podían ser imprudentes si conocían la verdadera historia de su familia. La supervivencia solo se podía suponer, no garantizar, si nadie hablaba.
Mi querido amigo Luciano Rincón, escritor, periodista, gran persona y gran hombre, que militó en el FELIPE, prematuramente desaparecido después de la persecución a que fue sometido primero en el año 1959 a un Consejo de Guerra por su adscripción política, y todavía en 1971 por haber escrito una, entonces famosa, biografía titulada Francisco Franco, Historia de un Mesianismo con el seudónimo de Luís Ramírez –quizá el mantenimiento de sus iniciales les dio pistas a la policía- publicó antes un espléndido libro Nuestros Primeros Veinticinco Años. En él explicaba el funcionamiento de la organización franquista que se ocupó de dominar todos los resortes del Estado, especialmente sus arcas, en colaboración, connivencia y complicidad con las oligarquías: banca, industria, latifundios, y la represión sistemática que ejercía contra las clases trabajadoras, en aquel primer cuarto de siglo de dictadura. Un capítulo, Los silencios y los Gritos, nos relató como en España solo se oían los gritos de los vencedores que se imponían como un único ruido sobre el pantano de silencio en que se habían hundido los vencidos.
Pronto, en un año, habrán transcurrido ochenta desde el comienzo de la Guerra Civil, y en las cunetas, las carreteras, los caminos, los huertos, los campos y los cementerios de España están esperando los restos de más de ciento cincuenta mil asesinados por las hordas fascistas: falangistas, carlistas, policías, Guardias Civiles, militares y otros espontáneos, que hacían "las sacas" en las casas de los pueblos y de las ciudades, y con la metralleta calada se llevaban al padre, a la madre, al abuelo, a la abuela, al hermano, al hijo, al marido, a la mujer, y, a veces delante de sus familiares, lo asesinaban. Ni siquiera los restos del famosísimo poeta Federico García Lorca han sido hallados, ni los de mi tío, el Capitán de Aviación republicano Virgilio Leret, fusilado con trece compañeros más en la Base de Hidros de Mar Chica en Melilla, el 17 de julio de 1936. Miles de nietos y bisnietos llevan veinte, treinta años, intentando localizar las fosas comunes donde yacen sus antepasados, excavarlas, abrir las investigaciones necesarias y dar entierro digno a sus parientes.
En cuarenta años de supuesta democracia no se ha conseguido. España es el único país que ha sufrido una dictadura genocida en el que no se han exigido responsabilidades a los autores de los crímenes ni a los políticos que los organizaron y los consintieron. Ni aún siquiera se ha establecido una Comisión de la Verdad en la que se investigue y se hagan públicas las atrocidades vividas, como consuelo a las víctimas y a sus descendientes, puesto que pedir "Verdad, Justicia y Reparación", como es el lema de la Comisión de la ONU encargada de estos temas, es imposible para nosotros. A algunos genocidas se juzgó en la Alemania nazi y en la Italia fascista, en Portugal y en Grecia. Algo se ha reparado en Argentina, en Chile, en Guatemala hasta el presidente Ríos Montt fue procesado, incluso en Camboya se explica la negra etapa de su dictadura. En Sudáfrica se organizó una Comisión de la Verdad para hacer públicas las atrocidades del apartheid como pequeño consuelo para las víctimas.
En cambio el franquismo organizó la llamada Causa General Instruida por el Ministerio Fiscal sobre la dominación roja en España, conocida abreviadamente como la Causa General (CG), que fue la venganza interminable contra los republicanos iniciada por el ministro de Justicia franquista, Eduardo Aunós, tras la Guerra Civil, mediante Decreto del 26 de abril de 1940, con el objeto, según su preámbulo, de instruir «los hechos delictivos cometidos en todo el territorio nacional durante la dominación roja». En la Exposición de Motivos se leía: "La Causa General [...] atribuye al Ministerio Fiscal, subordinado al Ministerio de Justicia, la honrosa y delicada misión de fijar, mediante un proceso informativo fiel y veraz para conocimiento de los Poderes públicos y en interés de la Historia, el sentido, alcance y manifestaciones más destacadas de la actividad criminal de las fuerzas subversivas que en 1936 atentaron abiertamente contra la existencia y los valores esenciales de la Patria, salvada en último extremo, y providencialmente, por el Movimiento Liberador..."
La Causa General, con la excusa de recopilar información sobre las circunstancias y detalles "no solamente de abusos y crímenes contra personas y bienes cometidos durante la contienda en la zona republicana sino todo tipo de acciones emprendidas por las autoridades, fuerzas armadas y de seguridad y partidarios de los gobiernos republicanos y de izquierdas desde la instauración de la Segunda República en 1931", se atrevió a perseguir a diputados y representantes legítimamente elegidos por el pueblo.
Se incorporaron a la Causa General, cuya instrucción duró prácticamente hasta los años sesenta, toda clase de testimonios falsos, calumnias y denuncias inspiradas por la venganza y el deseo de apropiarse de los bienes de los denunciados, ya que las condenas que se producían en el cien por cien de los procesos implicaban la expropiación de los bienes del sentenciado. Durante los treinta años en que se incoaron miles de procesos judiciales en contra de todo aquel que era considerado no afecto al régimen, y por supuesto los que habían sido republicanos como alcaldes, concejales, diputados, miembros de las Casas del Pueblo, hasta los bibliotecarios, y desde luego contra aquellos que poseyeran tierras o inmuebles y no fueran fascistas, se encarceló, se torturó y se fusiló a unas 250.000 personas. Las pruebas eran inexistentes o falsas. Las declaraciones de unos vecinos, la denuncia del cura párroco, las afirmaciones de los falangistas del pueblo, bastaban para llevar al paredón al que había sido alcalde republicano, afiliado a los sindicatos o maestro de la escuela. La persecución basada en la Causa General –aparte de la represión de los hechos contemporáneos - duró hasta la promulgación por el gobierno de Franco en 1969 del Decreto-Ley 10/1969, por el que prescribían todos los delitos cometidos antes del 1 de abril de 1939, (es decir, el final de la Guerra Civil). Dicho Decreto-Ley fue dictado a los treinta años de acabada la Guerra Civil. Y como se puede ver no prescribían los "delitos" cometidos entre el 39 y 69, que podían seguir siendo perseguidos.
El proceso de la Causa General fue empleado tanto como instrumento para la represión de un gran número de opositores, como para los fines propagandísticos del régimen de legitimar la sublevación en contra del Gobierno de la República y explicar la necesidad de la Guerra Civil.
Esta estrategia de mentiras y falsedades, al estilo de Goebbels, es la que ha escrito la historia de España de los últimos ochenta años y la que se está enseñando a las niñas, a los niños, a los jóvenes en todas las escuelas, institutos y universidades, la que se difunde por las cadenas de televisión y la que se publica en la mayoría de los periódicos y revistas. Y, ahora, en Internet.
(...)
Pero hoy, con la ayuda de mis esforzados compañeros que trabajan en la querella argentina, me he decidido a explicar algunos de los episodios más horribles, que tenía escondidos en las neuronas cerebrales para darme descanso. Y lo he hecho para que nadie más lo ignore, para que nadie más lo tergiverse, para que nuestras generaciones jóvenes sepan lo que les sucedió a sus padres y logren evitar que se repita."
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada