11 de maig 2022

corazón de ulises, fragment 2


Claude-Joseph Vernet
Noche: escena de la costa 
mediterránea con pescadores y barcos
1753
Óleo sobre lienzo: 96,5x134,56 cm
Colección Carmen Thyssen


 

“El viaje literario tiene algo de viaje hacia la eternidad, una búsqueda incansable del tiempo detenido. Por eso, aunque en Alejandría ponga, dentro de unos días, fin a este vagabundeo, guardo la sensación de que mi viaje seguirá, y de que lo hará a lomos de la palabra escrita.

Cuando viajas literariamente recorres tres veces, al menos, el camino: al idearlo, al pisarlo y al escribir de regreso. Sin duda es la forma más rentable de viajar. Y la más honda, porque escuchas y ves con oídos y ojos más atentos. Recuerdo aquello que decía Don Quijote: "¿Acaso es tiempo mal gastado el que se emplea en vagar por el mundo?".

Corazón de Ulises
Javier Reverte
Círculo de Lectores, 1999
Página 17





Capítulo VI

Una isla para escritores

“Repaso mis notas de aquel día y leo que, a las diez de la noche, tenía la sensación de llevar navegando una eternidad a bordo de aquel barco, en las honduras del Egeo. En todo largo periplo hay un momento en que percibes que el viaje ha comenzado de veras, y no suele suceder al principio, sino cuando sientes que tu alma ha escapado definitivamente a la rutina, que ha huido de los hábitos de la vida cotidiana, de tu patria, en suma. Da lo mismo entonces el rumbo de tu marcha y el puerto al que te diriges. Disfrutas la alegría de la intensidad del presente y todo te emociona: los rostros desconocidos de los otros viajeros, algunos de los cuales ya te van siendo familiares; la visión de paisajes no imaginados; el golpe del viento que te revuelve el cabello; el olor del mar. Y piensas entonces que la sensación de eternidad se halla más próxima del movimiento que de la inmovilidad, del viaje que del hogar, mientras la Tierra parece mecerte en su regazo amable.

Más allá de la banda de babor, bajo las furiosas estrellas y una bruñida media luna, se recortaban entre las sombras del cielo los lomos oscuros de las montañas turcas, y en sus faldas parpadeaban las apocadas luces de algunas aldeas. Eran las costas del Asia Menor, las costas donde nació la filosofía, las costas de Heráclito, aquel que vino a decirnos que todo fluye. Era cierto, pensé, porque yo mismo me sentía disuelto en el espacio, y al propio tiempo, más vivo que nunca marchando en los caminos de la nada. Lo eterno es dejar de ser en el ritmo vertiginoso del incesante cambio. Tenía la impresión de que mi viaje empezaba en esa noche. “

Corazón de Ulises
Javier Reverte
Círculo de Lectores, 1999
Página 103








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