“Cuando regresé a la pensión, Dimitris tenía lista para asar una jugosa dorada capturada esa mañana. La acompañé de vino blanco y una ensalada con queso feta. Dimitris no me dejó pagar: "Es norma de hospitalidad invitar a un nuevo amigo". Pensé si no estaría soñando aquel mi primer día en la patria de Ulises.
Después, en la habitación, abrí la Odisea y di un repaso a las aventuras viajeras de "aquel varón de multiforme ingenio" que dio pie a "la primera novela de Europa", como señaló T. E. Shaw, más conocido por el nombre de Lawrence de Arabia.
Es probable que el comienzo de la Odisea, junto con otros cuantos como Don Quijote de la Mancha, El viejo y el mar, El extranjero, La metamorfosis, Pedro Páramo y Cien años de soledad, sea uno de los mejores principios de la literatura de todos los tiempos. "Cuéntame, oh musa", canta Homero, "la historia de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sagrada ciudad de Troya, anduvo errante largo tiempo, vio las ciudades y conoció las costumbres de muchos hombres, y padeció en su corazón gran número de penalidades durante su navegación por el mar, mientras se esforzaba por salvar su vida y la de sus compañeros para regresar a la patria. Pero no pudo librarlos de la muerte y todos perecieron a causa de sus locuras". Con un principio semejante, nadie puede detenerse ya en la lectura del poema.
Yo lo leí cuando tenía diez años, en una edición resumida para niños, y creo que es el libro que me decidió a viajar y a intentar ser escritor. Luego, he vuelto a su versión íntegra en varias ocasiones: siempre se encuentra algo nuevo en sus páginas, siempre emociona. A los clásicos no terminas de leerlos nunca y en sus páginas hallas asuntos en el relato y aspectos del estilo y la estructura en los que antes no habías reparado. Los libros clásicos hablan más hondo en nuestra alma con cada lectura que reemprendes.
No resisto la tentación de recordar aquí los hermosos principios que he señalado antes: "En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..." (Cervantes). "Era un viejo que pescaba solo en un bote en la corriente del Golfo y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez" (Hemingway). "Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé" (Camus). "Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su casa convertido en un monstruoso insecto" (Kafka). "Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo" (Juan Rulfo). "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo" (García Márquez).
Palabra literaria.”
Corazón de Ulises
Javier Reverte
Círculo de Lectores, 1999
Página 382-383
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