ruïnes biblioteca de Dresden |
El Adagio d'Albinoni, obra per a orquestra de cordes i òrgan en sol menor, va ser composta el 1945 pel musicòleg italià Remo Giazotto. L'editor que la va publicar per primera vegada (1958), la Casa Ricordi, la publicitar afirmant que l'autor s'havia basat en uns fragments d'un moviment lent d'una sonata de Tomaso Albinoni, presumiblement trobats a les ruïnes de la Biblioteca de Dresden després els bombardejos de la ciutat durant la Segona Guerra Mundial. No s'ha trobat cap prova que aquests fragments siguin d'Albinoni.
“Descendía envuelto en un alarido, rasgando el aire y el cielo sin
esfuerzo. El blanco aumentó de tamaño, cada vez mejor enfocado por el tiempo y
la velocidad. Hubo un último instante antes del impacto en que las cosas aún
fueron como habían sido. Luego, el mundo visible explotó.
En 1945, un musicólogo italiano
encontró cuatro compases de una partitura para contrabajo, la partitura de una
sonata, en los restos de la biblioteca de música de Dresden, arrasada con
bombas incendiarias. Creyó que esas notas eran obra del compositor veneciano
del siglo xvii Tomaso Albinoni, y dedicó los siguientes doce años a componer
una pieza más larga a partir de aquel fragmento manuscrito y abrasado. La
composición resultante, conocida como el Adagio de Albinoni, apenas guarda
parecido con la mayor parte de la obra del compositor y muchos eruditos la
consideran fraudulenta. No obstante, incluso aquellos que dudan de su
autenticidad carecen de argumentos para rebatir su belleza.
Casi medio siglo después, es
esta contradicción lo que atrae al violonchelista. Que algo pudiera haber
estado a punto de dejar de existir en el paisaje de una ciudad en ruinas y que
después fuese reconstruido en otro algo nuevo y valioso le insufla esperanza.
Una esperanza que, ahora, es una de las pocas cosas que les quedan a los
ciudadanos de un Sarajevo sitiado, cosas que, para muchos de ellos, disminuyen
con cada día que pasa.
Y así, hoy, como todos los días
en la memoria reciente, el violonchelista se sienta junto a la ventana de su
apartamento, en la segunda planta del edificio, y toca hasta que siente que la
esperanza regresa. Raramente toca el Adagio. La mayoría de los días consigue
sentir que la música le rejuvenece con la misma facilidad como si estuviese
repostando gasolina con el coche. Pero otros no ocurre lo mismo. Si, tras
varias horas, ve que la esperanza no regresa, hace una pausa para recomponerse,
y luego él y su violonchelo rescatan pacientes el Adagio de Albinoni del
arrasado museo de Dresden y lo trasladan a las calles de Sarajevo, horadadas
por el mortero e infestadas de francotiradores. Para cuando las últimas notas
se desvanecen, su esperanza está ya restablecida, pero cada vez le resulta más
arduo recurrir al Adagio, aunque se vea obligado a hacerlo, porque sabe que su
efecto es finito. Sólo queda una cantidad concreta de adagios en él, y no
comentará la imprudencia de malgastar esta valiosa moneda de cambio.”
El violonchelista de Sarajevo
Steven Galloway
El Aleph
Barcelona, 2008
Páginas: 13-14
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