29 d’ag. 2012

adagio Sarajevo

ruïnes biblioteca de Dresden
El Adagio d'Albinoni, obra per a orquestra de cordes i òrgan en sol menor, va ser composta el 1945 pel musicòleg italià Remo Giazotto. L'editor que la va publicar per primera vegada (1958), la Casa Ricordi, la publicitar afirmant que l'autor s'havia basat en uns fragments d'un moviment lent d'una sonata de Tomaso Albinoni, presumiblement trobats a les ruïnes de la Biblioteca de Dresden després els bombardejos de la ciutat durant la Segona Guerra Mundial. No s'ha trobat cap prova que aquests fragments siguin d'Albinoni.

“Descendía envuelto en un alarido, rasgando el aire y el cielo sin esfuerzo. El blanco aumentó de tamaño, cada vez mejor enfocado por el tiempo y la velocidad. Hubo un último instante antes del impacto en que las cosas aún fueron como habían sido. Luego, el mundo visible explotó.
     En 1945, un musicólogo italiano encontró cuatro compases de una partitura para contrabajo, la partitura de una sonata, en los restos de la biblioteca de música de Dresden, arrasada con bombas incendiarias. Creyó que esas notas eran obra del compositor veneciano del siglo xvii Tomaso Albinoni, y dedicó los siguientes doce años a componer una pieza más larga a partir de aquel fragmento manuscrito y abrasado. La composición resultante, conocida como el Adagio de Albinoni, apenas guarda parecido con la mayor parte de la obra del compositor y muchos eruditos la consideran fraudulenta. No obstante, incluso aquellos que dudan de su autenticidad carecen de argumentos para rebatir su belleza.
     Casi medio siglo después, es esta contradicción lo que atrae al violonchelista. Que algo pudiera haber estado a punto de dejar de existir en el paisaje de una ciudad en ruinas y que después fuese reconstruido en otro algo nuevo y valioso le insufla esperanza. Una esperanza que, ahora, es una de las pocas cosas que les quedan a los ciudadanos de un Sarajevo sitiado, cosas que, para muchos de ellos, disminuyen con cada día que pasa.
     Y así, hoy, como todos los días en la memoria reciente, el violonchelista se sienta junto a la ventana de su apartamento, en la segunda planta del edificio, y toca hasta que siente que la esperanza regresa. Raramente toca el Adagio. La mayoría de los días consigue sentir que la música le rejuvenece con la misma facilidad como si estuviese repostando gasolina con el coche. Pero otros no ocurre lo mismo. Si, tras varias horas, ve que la esperanza no regresa, hace una pausa para recomponerse, y luego él y su violonchelo rescatan pacientes el Adagio de Albinoni del arrasado museo de Dresden y lo trasladan a las calles de Sarajevo, horadadas por el mortero e infestadas de francotiradores. Para cuando las últimas notas se desvanecen, su esperanza está ya restablecida, pero cada vez le resulta más arduo recurrir al Adagio, aunque se vea obligado a hacerlo, porque sabe que su efecto es finito. Sólo queda una cantidad concreta de adagios en él, y no comentará la imprudencia de malgastar esta valiosa moneda de cambio.”

El violonchelista de Sarajevo
Steven Galloway
El Aleph
Barcelona, 2008
Páginas: 13-14


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