"«Hay que recorrer pacientemente la ciudad —leo en una guía de Sarajevo
editada hace pocos años— para descubrirla, situar sus distritos principales y
comprender que su corazón late siempre en la vieja Carsija, el barrio popular de
los bazares. Comerciantes, curiosos y turistas. La Bascarsija, nombre actual de esta parte de la villa, debe visitarse
necesariamente a pie. En sus alrededores los aparcamientos son escasos y de localización
difícil.» (….)
Hoy es un espacio desierto expuesto a los morterazos y obuses de
los extremistas panserbios apostados en las cimas del otro lado del río. Varios puestos
callejeros de metal herrumbroso permanecen maltrechos y vacíos, una patética columna
anunciadora, exhibe carteles desgarrados de actividades culturales muertas, un
camión amarillo se ha inmovilizado para siempre junto al bello quiosco otomano
de madera de cúpula estriada y rematada con dos bolas y una diminuta medialuna. Los bazares están atrancados o han
sido desventrados por los obuses, sus tejados
rojizos presentan boquetes o cicatrices de impactos,, los semáforos inútiles y
rótulos indicativos de una Tourist route son una reminiscencia ilusoria de pasados tiempos
de dicha. (…)
El espectáculo de mayor desolación lo ofrece el antiguo Instituto
de Estudios Orientales: la célebre biblioteca, de Sarajevo. El domingo 26 de
agosto de 1992, los ultranacionalistas serbios arrojaron sobre ella un diluvio
de cohetes incendiarios que redujeron en pocas horas todo su rico patrimonio
cultural a cenizas. Como señala la Oficina de Información del. Gobierno de
Bosnia-Herzegovina, dicho acto «constituye el atentado más bárbaro cometido
contra la cultura europea desde la Segunda Guerra Mundial». En verdad —y tal
era el propósito de la gavilla de mediocres novelistas, poetas e historiadores
con vocación de pirómanos, cuyo Informe a la Academia de Belgrado fue el germen
de la ascensión de Milosevic al poder y del subsiguiente desmembramiento de
Yugoslavia—, dicho crimen no puede ser definido cabalmente sino como memoricidio.
Puesto que toda huella islámica debe ser extirpada del territorio de la Gran
Serbia, la biblioteca, memoria, colectiva del pueblo musulmán bosnio, estaba condenada
a priori a desaparecer en las llamas de la vengadora purificación. (…)
En el nuevo mapa de los
Balcanes, trazado a sangre y fuego por los defensores de la primacía de los valores
nacionales y religiosos, el mero nombre de Sarajevo simboliza la existencia de
un cosmopolitismo odiado y sentido corno una afrenta: espacio de encuentros y
convergencias, punto en donde las diferencias, en vez de ser causa de exclusión
se entremezclan y fecundan por ósmosis y permeabilidad; la capital bosnia cifra
— -me cuesta escribir cifraba — una concepción distinta, estimulante y abierta de la ciudad europea. Ciegos, sordos y mudos, estamos permitiendo que la destruyan."
Cuaderno de Sarajevo
Anotaciones de un viaje a
la barbarie
Juan Goytisolo
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