8 de març 2014

1848, la primavera de los pueblos



“En la década de 1860 entra una nueva palabra en el vocabulario económico y político del mundo: “capitalismo”. (…) Y es que el triunfo mundial del capitalismo es el tema más importante de la historia en las décadas posteriores a 1848. Era el triunfo de una sociedad que creía que el desarrollo económico radicaba en la empresa privada competitiva y en el éxito de comprarlo todo en el mercado más barato (incluida la mano de obra) para venderlo luego en el más caro. Se consideraba que una economía de tal fundamento, y por lo mismo descansando de modo natural en las sólidas bases de una burguesía compuesta de aquellos a quienes la energía, el mérito y la inteligencia habían aupado y mantenido en su actual posición, no solo crearía un mundo de abundancia convenientemente distribuida, sino de ilustración, razonamiento v oportunidad humana siempre crecientes, un progreso de las ciencias y las artes, en resumen: un mundo de continuo y acelerado avance material y moral. Los pocos obstáculos que permanecieran en el camino del claro desarrollo de la empresa privada serían barridos. Las instituciones del mundo, o más bien de aquellas partes del mundo no  entorpecidas aún por la tiranía de la tradición y la superstición por la desgracia de no tener la piel blanca (es decir, las regiones ubicadas preferentemente en la Europa central y noroccidental), se aproximarían de manera gradual al modelo internacional de una “nación-estado” territorialmente definida, con una constitución garantizadora de la propiedad y los derechos civiles, asambleas de representantes elegidos y gobiernos responsables ante ellas, y, donde conviniera, participación del pueblo común en la política dentro de límites tales como la garantía del orden social burgués y la evitación del riesgo de su derrocamiento.(…)
Los años que van de 1789 a 1848 estuvieron dominados por una doble revolución: la transformación industrial iniciada en Gran Bretaña y muy restringida a esta nación, y la transformación política asociada y muy limitada a Francia.  Ambas transformaciones implicaban el triunfo de una nueva sociedad, pero por lo visto sus contemporáneos tuvieron más dudas aún que nosotros respecto a si iba a ser la sociedad del capitalismo liberal la triunfante, o lo que un historiador francés ha denominado “la burguesía conquistadora”. Detrás de los burgueses ideólogos políticos se hallaban las masas, siempre dispuestas a convertir en sociales las moderadas revoluciones liberales. Debajo y alrededor de los empresarios capitalistas se agitaban y movían los descontentes y desplazados “pobres trabajadores” (…)
 Con la revolución de 1848 se quiebra la anterior simetría y cambia la forma.  Retrocede la revolución política y avanza la revolución industrial. El año 1848, la famosa “primavera de los pueblos”, fue la primera y la última revolución europea en el sentido (casi) literal, la realización momentánea de los sueños de la izquierda, las pesadillas de la derecha, el derrocamiento virtualmente simultáneo de los viejos regímenes existentes en la mayor parte de la Europa continental y el oeste de los imperios ruso y turco, de Copenhague a Palermo, de Brasov a Barcelona. Se la había esperado y predicho. Parecía ser la culminación y la consecuencia lógica de la era de la doble revolución.
Pero fracasó universal, rápida y definitivamente, si bien este último extremo no fue comprendido durante muchos años por los refugiados políticos. En adelante no se daría ninguna revolución social general del tipo que se había vislumbrado antes de 1848 en los países “avanzados” del mundo. (…)

La revolución industrial (británica) se había tragado a la revolución política (francesa) “ 

La era del capitalismo
E.J.Hobsbawm
Labor
pág: 7-8

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