“-Dentro de una
semana ya me habrá olvidado.
-¡Olvidarla!
Usted forma parte de mí existencia, de mi propio ser. Ha figurado en cada una
de las líneas que he leído, desde que vine aquí por primera vez, cuando era un
chico rudo y vulgar, cuyo pobre corazón ya lacero en aquel entonces. Usted siempre ha formado parte de todas las
esperanzas que he tenido desde aquel día... en el río, en las velas de los barcos, en los pantanos, en las nubes, en la luz, en la oscuridad, en el viento, en los bosques, en el mar, en las calles. Ha sido usted la
encarnación de toda la graciosa fantasía que mi espíritu llego a forjar. Las
piedras con que están construidos los más sólidos edificios de Londres no son más
reales, ni para usted más imposible de ser desplazadas con sus manos, de lo que
han sido y serán siempre para mí, allí y en todas partes, su presencia e
influencia. Hasta la última hora de mi vida, Estella, no podrá usted evitar que
siga formando parte de mí mismo, parte del poco bien o del mal que exista en mí.
Pero en esta separación que usted me anuncia, solo la asocio con el bien, y la
recordaré fielmente confundida con él, porque a pesar del profundo dolor que
ahora siento, usted debe de haberme hecho más bien que mal. ¡Oh, Estella, Dios
la bendiga y la perdone!
Ignoro en qué grado de arrobamiento
desventurado pronuncié aquellas palabras entrecortadas. Manaban de mí como la
sangre de una herida interna. Acerqué su
mano a mis labios y la retuve en ellos por un instante. Luego me alejé, pero
siempre he recordado que así como Estella me contemplaba con extrañeza, miss Havisham
lo hacía con expresión de compasión y remordimiento.
¡Todo había terminado! ¡Todo estaba perdido!
Y tanto era lo que acababa de desaparecer para mí que, cuando salí de la casa,
incluso la luz del día me pareció menos diáfana que al entrar. Durante un rato
anduve perdido por callejuelas, y luego emprendí a pie el camino hacia Londres.
“
Grandes esperanzas
Charles Dickens
pág. 496-497
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