El canto del
albatros
“Sobre la llanura gris del mar,
el viento amontona nubarrones. Entre los nubarrones y el mar, el albatros se
eleva como un relámpago negro.
Aquí parte las olas con el filo
de sus alas, allá se lanza en vuelo de flecha contra los inmensos nubarrones,
grazna… y las oscuras nubes escuchan puro gozo en el graznido valeroso del ave.
¡Hay sed de tormenta en ese
graznido! Fuerza de la ira, flama de la pasión y confianza en la victoria es
todo lo que los nubarrones escuchan en este graznido.
Las gaviotas gimen cuando viene
la tormenta; gimen, se agitan sobre el mar y están listas para esconder su
terror en las profundidades, pues se acerca la tormenta.
Los pájaros bobos también gimen:
para ellos es inaccesible el placer de la batalla por la vida: los asusta la
explosión eléctrica del trueno.
Los torpes pingüinos esconden
con timidez sus cuerpos redondos entre las rocas escarpadas… Sólo el orgulloso
albatros se eleva, audaz y libre, sobre el grisáceo mar de espuma.
Mientras más descienden y se
oscurecen las nubes, más profundo es el canto de las olas, con más vigor se
despedazan en su afán por encontrarse con los relámpagos en las alturas.
Un trueno ruge. Con rabia
espumosa aúllan las olas mientras disputan con el viento. En un instante, el
viento apresa un agitado rebaño de olas con potente abrazo y lo estrella contra
el acantilado, reduciéndolo al polvo de una brisa esmeralda.
El albatros se eleva con un
graznido y en su alto vuelo de relámpago negro alcanza los nubarrones; de
inmediato desciende y corta la espuma con un ala.
Allá va como un demonio, como el
demonio negro y orgulloso de la tempestad ríe y solloza: de los nubarrones se
ríe, por su alegría solloza.
En la ira del trueno, este
perceptivo demonio de tiempo atrás ya escucha cansancio. Sabe que los
nubarrones no extinguirán al sol… ¡No! ¡No lo extinguirán!
El viento aúlla… el trueno
retumba…
Las jaurías de nubarrones arden
con un fuego azul sobre el abismo marino. El mar atrapa los perdigones
eléctricos y los asfixia en su propio abismo. Son serpientes de fuego estos
relámpagos y se retuercen en agonía.
— ¡La tormenta! ¡Pronto
estallará la tormenta!
Y el audaz albatros sigue
volando, orgulloso entre los relámpagos, irritado con el mar rugiente. A veces
grazna y profetiza una nueva victoria:
— ¡Dejen que la tormenta estalle
con toda su fuerza!”
Máximo Gorki
traducción de: Aldo Mier Aguirre
Máximo Gorki compuso “El canto del albatros” como parte
final del relato “Melodías de primavera”
en 1901, pero se publicó de forma
independiente en la revista Vida. Este poema sirvió como himno del malestar
social en Rusia que estalló en las revoluciones de 1917; como describe la reacción de diversas aves
marinas ante una tormenta inminente, la censura no detectó su contenido
revolucionario y permitió su publicación. El albatros representa al pueblo ruso; por ello ve con esperanza la tormenta que
agita el mar.
Nota del traductor
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