24 d’oct. 2018

la madre, 3




“Pero he aquí que Pável se levantó,  y de pronto se hizo un inesperado silencio.  La madre se inclinó con todo su cuerpo hacia delante.  Pável se puso a hablar en un tono tranquilo:

—Como hombre del partido,  únicamente reconozco el juicio de mi partido y hablaré ya no para defenderme, sino que a deseo de mis camaradas, que también han renunciado al abogado,  intentaré explicarles aquello que ustedes no han comprendido. El procurador ha denominado nuestra manifestación,  bajo la bandera de la socialdemocracia,  como el motín en contra del poder supremo, y nos ha estado examinando continuamente como unos amotinadores en contra del zar. Pero debo declarar que para nosotros la autocracia no es la única cadena que ata el cuerpo del país, sino que únicamente viene a ser la primera y más cercana que estamos obligados a arrancar del pueblo...

El silencio se hacía más profundo frente al fuerte tono de su voz,  que parecía ensanchar las paredes de la sala y Pável apartarse lejos,  hacia un lado de la gente,  pareciendo una figura en relieve.
Los jueces se removieron pesada e inquietamente. El decano de la nobleza murmuró algo al juez de rostro perezoso;  éste asintió con la cabeza y se dirigió al anciano; por el otro lado,  y a la vez,  le hablaba al oído el juez de aspecto enfermizo.  Moviéndose en el sillón de derecha a izquierda,  el vejete dijo algo a Pável,  pero su voz se ahogó en la corriente regular y ancha del discurso de Vlásov.

—Somos socialistas.  Lo cual significa que somos enemigos de la propiedad privada,  que separa a la gente,  y las enfrenta a unos contra otros,  creando una hostilidad de irreconciliables intereses;  miente,  procurando ocultar o disculpar esa enemistad, y corrompe a todos con su falsedad,  la hipocresía y la maldad.  Nosotros decimos: la sociedad que sólo considera al hombre como un arma de su enriquecimiento,  va en contra del hombre,  nos es hostil y no podemos reconciliarnos con su doble y falsa moral;  el cinismo y la crueldad de su relación hacia el individuo nos desagradan; queremos y lucharemos en contra de todas las formas de avasallamiento del hombre utilizadas por esta sociedad,  en contra de todos los procedimientos que fraccionen al hombre en beneficio de la codicia.

Somos obreros,  gente con cuyo esfuerzo se crea todo,  desde las maquinas gigantes hasta los juguetes infantiles;  somos personas privadas del derecho a luchar por su dignidad humana; cualquiera intenta y puede convertirnos en instrumento para la consecución de sus fines;  ahora deseamos tener libertad para que con el tiempo podamos conquistar todo el poder. Nuestras consignas son sencillas: fuera la propiedad privada,  todos los medios de producción; todo el poder ha de tenerlo el pueblo;  el trabajo es obligatorio para todos. ¡Lo ven, no somos amotinadores!”

La madre
Maksim Gorki
traducción de Bela Martinova
Cátedra, 2005
Página 396-397

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