“Pero he aquí
que Pável se levantó, y de pronto se
hizo un inesperado silencio. La madre se
inclinó con todo su cuerpo hacia delante. Pável se puso a hablar en un tono tranquilo:
—Como hombre
del partido, únicamente reconozco el
juicio de mi partido y hablaré ya no para defenderme, sino que a deseo de mis
camaradas, que también han renunciado al abogado, intentaré explicarles aquello que ustedes no
han comprendido. El procurador ha denominado nuestra manifestación, bajo la bandera de la socialdemocracia, como el motín en contra del poder supremo, y
nos ha estado examinando continuamente como unos amotinadores en contra del
zar. Pero debo declarar que para nosotros la autocracia no es la única cadena
que ata el cuerpo del país, sino que únicamente viene a ser la primera y más
cercana que estamos obligados a arrancar del pueblo...
El silencio se
hacía más profundo frente al fuerte tono de su voz, que parecía ensanchar las paredes de la sala y
Pável apartarse lejos, hacia un lado de
la gente, pareciendo una figura en
relieve.
Los jueces se
removieron pesada e inquietamente. El decano de la nobleza murmuró algo al juez
de rostro perezoso; éste asintió con la
cabeza y se dirigió al anciano; por el otro lado, y a la vez, le hablaba al oído el juez de aspecto enfermizo.
Moviéndose en el sillón de derecha a
izquierda, el vejete dijo algo a Pável, pero su voz se ahogó en la corriente regular y
ancha del discurso de Vlásov.
—Somos socialistas.
Lo cual significa que somos enemigos de
la propiedad privada, que separa a la
gente, y las enfrenta a unos contra
otros, creando una hostilidad de
irreconciliables intereses; miente, procurando ocultar o disculpar esa enemistad,
y corrompe a todos con su falsedad, la
hipocresía y la maldad. Nosotros decimos:
la sociedad que sólo considera al hombre como un arma de su enriquecimiento, va en contra del hombre, nos es hostil y no podemos reconciliarnos con
su doble y falsa moral; el cinismo y la
crueldad de su relación hacia el individuo nos desagradan; queremos y
lucharemos en contra de todas las formas de avasallamiento del hombre
utilizadas por esta sociedad, en contra
de todos los procedimientos que fraccionen al hombre en beneficio de la
codicia.
Somos obreros,
gente con cuyo esfuerzo se crea todo, desde las maquinas gigantes hasta los juguetes
infantiles; somos personas privadas del
derecho a luchar por su dignidad humana; cualquiera intenta y puede
convertirnos en instrumento para la consecución de sus fines; ahora deseamos tener libertad para que con el
tiempo podamos conquistar todo el poder. Nuestras consignas son sencillas:
fuera la propiedad privada, todos los
medios de producción; todo el poder ha de tenerlo el pueblo; el trabajo es obligatorio para todos. ¡Lo ven,
no somos amotinadores!”
La madre
Maksim Gorki
traducción de Bela
Martinova
Cátedra, 2005
Página 396-397
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