21 d’oct. 2018

la madre, 1


“En la estrecha habitación nacía el sentimiento del parentesco espiritual de los trabajadores del mundo entero. Ese sentimiento los hacía a todos sentirse integrados en un alma toda,  llegando también a la madre; y aunque aquello era algo que le resultaba desconocido, sin embargo, la hacía ir erguida,  por su fuerza, alegría y juventud,  embriagada de esperanza.

— ¡Hay que ver cómo son ustedes! — le dijo ella en una ocasión al ucraniano—. ¡Todos son compañeros de ustedes, los armenios, los judíos, los austriacos, y se alegran y se compadecen de todos!

— ¡De todos, madrecita mía, de todos! —exclamó el ucraniano—. P ara nosotros no hay naciones, ni tribus, sino sólo compañeros y enemigos. Todos los trabajadores son amigos nuestros,  y todos los ricos y dirigentes, enemigos.  ¡Cuando contemplas con ojos de bondad la tierra,  cuando observas cuántos somos los trabajadores y cuánta fuerza portamos, una enorme alegría penetra el corazón y una inmensa felicidad invade el alma! ¡Y del mismo modo, madrecita, lo siente el francés y el alemán cuando contemplan la vida! ¡Del mismo modo se alegra también el italiano!

¡Todos somos hijos de la misma madre,  de la invencible idea de la fraternidad del pueblo obrero del mundo entero!  Ella nos da calor y es el sol celeste de la justicia, y este cielo —en el corazón del trabajador sea él quien fuere, y se llame como se le llame, el socialista— será ahora, siempre,  y por los siglos de los siglos,  hermano nuestro,  en espíritu.

Aquella infantil pero sólida fe crecía cada vez más en ellos,  elevándose y fortaleciéndose en su inquebrantable potencia. Y cuando la madre lo contemplaba,  involuntariamente sentía de verdad que en el mundo había nacido algo grandioso y claro, semejante al sol que ella veía en el cielo.”


La madre
Maksim Gorki
traducción de Bela Martinova
Cátedra, 2005
Página 99

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