“La gente que cogía el ferry era
distinta a esa hora del día. Era algo en lo que ya me había fijado antes.
Después del trabajo y por la mañana, todos los pasajeros eran empleados con un
horario fijo. Pero ese ferry iba lleno de turistas y de gente que tenía
trabajos con un horario flexible.
El mar estaba picado, y parecía
que un par de personas se estaban mareando. Me quedé fuera unos veinte minutos,
y luego, cuando ya había llenado los pulmones de aire fresco y del olor de la
bahía, me metí dentro. En la cabina, había tres chicos apelotonados intentando
ver The Matrix en un reproductor de
DVD portátil. Los tres llevaban gorras con el logotipo de Nike.
Pasamos junto a las
piscifactorías. Como aún no era de noche, los restaurantes que rodean la
pequeña bahía estaban tranquilos. Los pescadores nocturnos no habían salido
todavía, y los que pescaban de día aún no habían regresado. Me compré un
ejemplar del South China Morning Post y
emprendí la subida para darle la noticia a mi abuelo.
Sabía que se iba a enfadar. Pero
le diría que lo había hecho porque soy un refugiado. No tenía elección. El
futuro es más importante que el pasado. Lo hice porque soy un refugiado.”
El puerto de los aromas
John Lanchester
Anagrama, 2004
páginas 410-411
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