7 de gen. 2020

literatura de crisis


En la orilla

Rafael Chirbes

Editorial: Anagrama, 2013

páginas:  440


“El hallazgo de un cadáver en el pantano de Olba pone en marcha la narración. Su protagonista, Esteban, se ha visto obligado a cerrar la carpintería de la que era dueño, dejando en el paro a los que trabajaban para él. Mientras se encarga de cuidar a su padre, enfermo en fase terminal, Esteban indaga en los motivos de una ruina que asume en su doble papel de víctima y de verdugo, y entre cuyos escombros encontramos los valores que han regido una sociedad, un mundo  y un tiempo. La novela nos obliga a mirar hacia ese espacio fangoso que siempre estuvo ahí, aunque durante años nadie parecía estar dispuesto a asumirlo, a la vez lugar de uso y abismo donde se han ocultado delitos y se han lavado conciencias privadas y públicas. “

“La gran novela de la crisis. La corrosiva voz de Rafael Chirbes retrata en su obra En la orilla un universo de paro y desilusión… En el fondo, una es la cara B de la otra. Si Crematorio era el pelotazo y la burbuja inmobiliaria pilotados por un arquitecto valenciano que cambió ideales políticos por corrupción política, En la orilla es el largo y resacoso invierno que sigue a aquella fiesta. Y que todavía dura…” (Javier Rodríguez Marcos, El País).

Fragmento:

“El primero en ver la carroña es Ahmed Ouallahi.

Desde que Esteban cerró la carpintería hace más de un mes, Ahmed pasea todas las mañanas por La Marina. Su amigo Rachid lo lleva en el coche hasta el restaurante en que trabaja como pinche de cocina, y Ahmed camina desde allí hasta el rincón del pantano donde planta la caña y echa la red. Le gusta pescar en el marjal, lejos de los mirones y de los guardias. Cuando cierran la cocina del restaurante –a las tres y media de la tarde–, Rachid lo busca y, sentados en el suelo a la sombra de las cañas, comen sobre un mantel tendido en la hierba. Los une la amistad, pero también se brindan un servicio mutuo. Pagan a medias la gasolina del viejo Ford Mondeo de Rachid, una ganga que consiguió por menos de mil euros y ha resultado ser una ruina porque, según dice, traga gasolina con la misma avidez con que un alemán bebe cerveza. Desde Misent al restaurante hay quince kilómetros, lo que quiere decir que, sumando ida y vuelta, el coche se chupa tres litros. A casi uno treinta el litro, suponen unos cuatro euros diarios sólo en combustible, ciento veinte al mes, a descontar de un sueldo que apenas llega a los mil, ése es el cálculo que le hace Rachid a Ahmed (seguramente, exagera un poco), por lo que Ahmed le abona a su amigo diez euros semanales por el transporte. Si encontrara trabajo, se sacaría el carnet y se compraría su propio vehículo. Con la crisis es fácil encontrar coches y furgonetas de segunda mano a precios irrisorios, otra cosa es el rendimiento que te proporcionen después: coches de los que la gente ha tenido que desprenderse antes de que se los llevara el banco, furgonas de empresas que han quebrado, autocaravanas, camionetas: es época de oportunidades para quien tenga algún euro que invertir comprando a la baja. Lo que no sabes nunca es el regalo envenenado que guardan dentro esas gangas. Consumo desmedido de combustible, piezas que hay que cambiar al poco tiempo, accesorios que se estropean con sólo mirarlos. Lo barato suele salir caro, refunfuña Rachid, mientras le pega un acelerón. Ahí nos hemos gastado medio litro. Vuelve a acelerar. Ahora, otro medio litro. Se ríen. La crisis impone su mandato por todas partes. No sólo en los de abajo. También las empresas están quebradas o a medio quebrar. El hermano de Rachid trabajaba en un almacén de materiales que tenía siete camiones y otros tantos chóferes, eso fue hace cuatro años. En la actualidad, los han despedido a todos y los camiones permanecen aparcados en la playa de asfalto que hay en las traseras del almacén. Cuando tienen que realizar un porte, contratan por horas a un chófer autónomo que les hace el trabajo en su propio camión, cobra al contado, a tanto la hora, a tanto el kilómetro, y vuelve a quedarse pegado al teléfono móvil, con los brazos cruzados hasta el siguiente encargo. Ahmed y Rachid charlan sobre las posibilidades de negocio que supondría comprar coches usados para revenderlos en Marruecos.”

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