9 de nov. 2020

l'autora del mes, 2


 

“La revista Canigó, que dirigía su marido, tenía explícitamente prohibido publicar artículos en catalán. Pero ella le sugirió de incorporar uno, sin más, a ver qué pasaba. Era a finales de los años 60. “Con mi catalán vacilante, lo acabé haciendo. Y lo publicamos. Y luego, otro, y otro, y poco a poco, nos encontramos con una revista en catalán que tenía un pequeño artículo al final en castellano, para poder hacer la trampa administrativa del bilingüismo”. Pocos episodios definen mejor el compromiso irrenunciable, siempre hasta el final, así en la lengua y la literatura como en el feminismo y en el progresismo social, de la escritora y periodista Isabel-Clara Simó. Una batalla que sostuvo también con el mismo carácter desde hace años contra una enfermedad degenerativa, hasta ayer, cuando una de las más populares autoras de las letras catalanas, creadora de novelas como Júlia o El mossèn, falleció a primera hora de la mañana a los 76 años en Barcelona, donde residía. Su funeral tendrá lugar el próximo jueves, 16, a las 12 horas en el tanatorio de Les Corts, en Barcelona, y el velatorio será el día anterior, entre las 16 y las 20 horas.

Que su catalán fuera vacilante era una consecuencia lógica de una joven nacida en un Alcoi temeroso, como casi medio territorio en España en 1943, y donde el valenciano no había muerto, “pero no estaba ni en la escuela ni en la calle; mi único conocimiento era oral”. Lo aseguró hace casi tres años día por día, el 16 de enero de 2017, cuando recibió el 49º Premi d’Honor de les Lletres Catalanes, con el que se congraciaba, dijo, con “unos Països Catalans que he amado locamente y que creo que hasta ahora no había sido correspondida”. Esa pasión venía de un padre maestro, fundador de una academia donde ella se cultivó, pero también, y sobre todo, de haber formado parte de la primera generación de jóvenes valencianos que se cultivaron bajo la tutela del ensayista Joan Fuster. “Él me habló de Ausiàs March y de una lengua milenaria cuando mis amigas me decían que no hablara en valenciano porque hacía de pueblo”.

El catalán lo fue aprendiendo poco a poco y de ahí la emoción (“me caían auténticos lagrimones”) cuando en 1978 inició su carrera literaria con los relatos de És quan miro que hi veig clar, premio Víctor Català. Era el inicio de una trayectoria enmarcada en la llamada Generació dels 70 (Jaume Cabré, Maria Antònia Oliver, Josep Maria Benet i Jornet…), que daría una sesentena de títulos (el último, póstumo, la novela El teu gust, que la valenciana Bromera publicará en marzo), y que se sustentaba en una fortaleza de carácter que le permitió licenciarse en Filosofía (1965) y en Periodismo (1972) y, entre 1972 y 1983, dirigir la misma Canigó, paradigma de la recuperación de la lengua y la cultura catalanas, lo que le costó más de una multa y registros en su hogar, que construiría con el periodista Xavier Dalfó.

Arrancaba así una carrera un punto tardía pero generosa en títulos, que tuvo entre los años ochenta y primera década de 2000 sus momentos más dulces. Lo simboliza como pocas la novela Júlia (1983), historia de una joven en la Alcoi de finales del XIX que se enamora del propietario de la fábrica donde trabaja. Ahí afloraban sus temáticas favoritas: la política, las condiciones socioeconómicas y el factor humano a partir del amor. En lo formal, es la liofilización de algunas de sus mejores virtudes literarias: personajes de cierta complejidad psicológica, relaciones conflictivas y trabajo del lenguaje. Bajo esas premisas llegaron en poco tiempo algunos de sus títulos más representativos: Ídols (1985, premio de la Crítica del País Valencià), T’estimo, Marta (1986), Històries perverses (1992, premio Serra d’Or), La salvatge (1994, premio Sant Jordi), El gust amarg de la cervesa (1999), L’home que ensumava les dones (2001, premio Andròmina) y El meu germà Pol (2008, premio Ciutat d'Alzira), entre otros. Su trabajo infatigable también la hizo presente en la literatura teatral (Còmplices, 2003), el ensayo (Si em necessites, xiula, sobre la vida y la obra de Montserrat Roig), la novela de género (La vena ó El mas del diable) y la literatura juvenil (Joel; Raquel).

El mossèn (1988), biografía novelada del poeta Verdaguer cuyo éxito facilitó una versión radiofónica, ayudaron a reforzar la popularidad de una escritora que tuvo una notable proyección como personaje público, intensificada por sus apariciones frecuentes, contundentes y valientes en la radio y la televisión y sus colaboraciones en la prensa escrita, en medios como El Temps, Diari de Barcelona o Avui: una selección de las columnas que publicó en esta última cabecera le valió el premio de la Crítica de los Escritores Valencianos (En legítima defensa, 2003). Los relatos de Dones (1997), con versión cinematográfica tres años después tras su éxito en papel, le permitió plantear en 2002 una ácida caricatura del mundo masculino en otro de sus éxitos, Estimats homes (una caricatura) (2002), que mantuvo en los relatos de Homes (2010). Cuatro años antes, con Angelets, se había adentrado en el lado inquietante del mundo infantil.

A su carisma popular tampoco fue ajena su sinceridad sin ambages, que le llevó, por ejemplo, a tener un encontronazo con responsables de instituciones del catalanismo político por la caída de Canigó en 1983 (“cuando se normalizó la situación, nosotros éramos demasiado radicales y todos tenían ayudas públicas, menos nosotros”, recordó años después), o a criticar duramente por escrito, en Adéu Boadella (2008), la actitud y la postura pública del actor con Cataluña. Simó, Creu de Sant Jordi en 1999, se significó los últimos años como partidaria de la independencia de Cataluña, como demuestra su adhesión a la coalición Solidaritat Catalana per la Independència en las elecciones autonómicas de 2010. A esa línea responden libros como Sobre el sobiranisme (2000) o Cartes d’independència a la vora d'una tassa de te (2011), junto a la escritora también fallecida Patricia Gabancho. El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha destacado precisamente en Twitter su lucha “incansable por la independencia de los Països Catalans”. Y ha lamentado que Cataluña pierde “una de las voces más libres” que la han defendido.” 

“Se me ha tratado siempre con cierta displicencia e incluso rechazo por ser mujer y ya mayor, por escribir para las tietes o historias de amor, pero cada bofetada me ha servido para impulsarme”, aseguró cuando le fue concedido el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes hace tres años. Pero sus compañeros de oficio (obtuvo en 2013 el premio Jaume Fuster que concede la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana y fue decana de la Institució de les Lletres Catalanes entre 2016 y 2019) o los lectores le demostraron que, mayormente, fue lo contrario.

Carles Geli

El País

13/01/2020

 

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