Una perspectiva psicoanalítica de Nubosidad
variable de Carmen Martín Gaite
por Suzanne LaLonde
Departamento de Lenguas Modernas, Universidad de Texas
En su obra La vida del espíritu, Hannah Arendt arguye que la psicología, psicología profunda o psicoanálisis, no descubre más que los siempre cambiantes estados de ánimo, los altos y bajos de nuestra vida psíquica y que sus resultados y descubrimientos no son particularmente interesantes ni significativos por sí mismos. La “psicología individual,” por otro lado, prerrogativa de la ficción, de la novela y del drama, jamás puede ser una ciencia; como ciencia sería una contradicción en términos. A juzgar por los comentarios de Arendt, podría suponerse que la literatura ofrece una iluminación de la vida del espíritu, cosa que la psicología y el psicoanálisis no pueden hacer. En otras palabras, la literatura parece pintar un cuadro más complejo y más completo de la condición humana, aunque no más claro. Esta idea tan provocadora (especialmente en un mundo post-post-moderno en el que la ciencia pareciera ser la herramienta suficiente para describir y entender el espíritu humano) aparece como el tema principal de la obra Nubosidad variable de Carmen Martín Gaite. Aunque, como lo afirma Mercedes Carbayo-Abengozar, Martín Gaite tenía “un profundo interés por el psicoanálisis,” Nubosidad variable es una crítica aguda del psicoanálisis científico. (…)
Basta comenzar a leer la obra para entender la importancia del psicoanálisis en Nubosidad variable. Los dos personajes principales Sofía y Mariana conocen muy bien el campo: Mariana de una manera teórica, puesto que es psiquiatra de profesión; mientras que Sofía de una manera personal, ya que ha recibido tratamiento psiquiátrico. Al principio de la historia, Mariana actúa como psiquiatra con su amiga Sofía. Mariana intenta leer el alma de su amiga: “Siempre he sabido que lo que necesitas es un estímulo, y ahora no me das la impresión de que tengas muchos” . Y como una profesional honesta, Mariana confiesa: “Ahora sé por mis estudios y por confidencias del diván que las cosas que no se aclaran a su debido tiempo van formando como un muro de escoria porosa que enseguida se empieza a solidificar hasta que al final no hay piqueta que lo derribe”. Ella le ofrece también ayuda: “Ahora me lo pregunto y me encantaría poder viajar hacia atrás por el túnel del tiempo para ayudarte a disipar esa sensación de culpa, si la hubo, y tal vez contribuir a que las cosas no acabaran tan mal para ti como supe luego que habían acabado” . Aunque Sofía no sea su paciente, Mariana le da una receta de Loramet para tranquilizar sus nervios. En pocas palabras, parece claro, por lo menos al principio del libro, que Mariana está segura de su vocación para “investigar los caminos tortuosos del mundo interior” . Sin embargo, poco a poco Mariana se va a mirar en el espejo y escuchar la voz de la conciencia para entender su vocación de una manera diferente, aun antitética.
Pero volvamos al asunto de la condición de Sofía antes de examinar con más detalle los problemas psicológicos de Mariana. Debemos prestar atención al hecho de que Mariana haya dado una receta de Loramet a Sofía. ¿En vez de darle una receta, no habría sido mejor procurar entender de una manera más profunda los problemas psicológicos de su amiga? Es evidente que ésta mantiene una relación muy difícil con su esposo. Como ejemplo gráfico de esto citemos el diálogo entre Sofía y su esposo relatado en su cuaderno: “-¿Te pasa algo?- me preguntó-. No sueles despertarte tan temprano. -Es que he tenido un sueño muy raro y estaba tratando de acordarme de cómo era. Me duele un poco la cabeza. -¡Qué manía tienes de no tomar la pastilla!”. Parece que el marido no tuviera ninguno interés en el sueño de su esposa. Es innegable además que él no siente simpatía por el dolor de Sofía. Según él, ella debería tomar una pastilla y eso es todo. Este diálogo demuestra que la comunicación entre los dos es problemática. Sofía confiesa justamente: “No teníamos nada que compartir ni en el reino de los sueños ni en el de las realidades” .
Deberíamos entender el problema de comunicación como un síntoma de un problema más grave. Primero tenemos la impresión de que Sofía no tiene poder sobre su vida. Eduardo la empuja a consultar un psiquiatra , mientras que su hija es su “Capitán”. Para entender mejor este comportamiento, podemos citar estas palabras de Jean Baker-Miller en su libro Toward a New Psychology of Women: “La persona inferior aprende a ser buena persona "inferior" en vez de intentar el camino de inferior a estatura plena. Descubrimos que cuando Sofía era joven, estaba como “distraída” y ponía cara de “estar en las nubes”. Helen Deutsch en su Psychology of Women describe este tipo de comportamiento: “En vez de escoger una opción razonable entre muchas oportunidades a su disposición, estas personas se involucran en una existencia de perpetua confusión, la cual ejerce una influencia destructiva en sus propias vidas y en las de aquellos que los rodean ¿Cómo podríamos comprender esa ausencia de poder y ese estado de distracción? Soy de la opinión de que Sofía vive, no su vida si no la de su esposo. Por ejemplo, él quería construir el “Monasterio del Escorial” en su apartamento, y ella lo aceptó aunque no estuviera de acuerdo (estaba al borde de un ataque de nervios, pero no se atrevió a decirle nada . Sofía representa la mujer frustrada que no hace lo que quisiera con su vida. Recordemos que su nombre viene del griego y quiere decir sabiduría. Según Mariana, su amiga era una “superdotada para las Letras” . Ella jugaba con palabras, leía mucho, contaba cuentos de hadas y escribía. Sin embargo, en lugar de tener una carrera de escritora, ella es tan sólo madre y esposa, y se ve atrapada en esta existencia. Su hija Encarna, por otro lado, vive la vida incumplida de Sofía. Ella es de hecho la encarnación de Sofía; escribe y va a publicar su primer libro, un libro de cuentos. Mariana tiene razón entonces al concluir que Sofía no está bien. Ella actúa como si entendiera que “No podemos suprimir o eliminar partes esenciales de nuestro ser sin convertirnos en extraños a nosotros mismos, para utilizar el lenguaje de Horney otra vez.
Quizás Mariana comprenda bien este noción y crea que ambas personalidades-la de ella y la de Sofía-constituyan una sola. Dicho de otra forma, cuando ella se mira en el espejo, ve también reflejada la imagen de Sofía, o la de cualquier mujer frustrada.
Los problemas psicológicos de Mariana se revelan en el libro poco a poco y no inmediatamente como en el caso de Sofía. Si al principio Mariana se ve muy segura de su vocación (como se acaba de demostrar), ella tiene que “romper mucho hielo” para entender que su vocación de psiquiatra es bastante idiosincrática. Primero, deberíamos examinar otra vez el hecho de que Mariana haya escrito una receta de Loramet para Sofía. Pecaríamos de ingenuos si creyéramos que eso es algo insignificante. El diálogo entre Eduardo y Sofía demuestra que Sofía no toma pastillas con facilidad. Mariana sabía eso porque ella había incluido ese diálogo en el cuaderno que envió a Mariana. A pesar de tener esta información, la psiquiatra descuida tratar a su amiga como era necesario. Además, el intento de suicidio por parte de Raimundo, el amigo de Mariana, constituye la crítica más acerba de su vocación de psiquiatra. Admitamos que resulta irónico, y hasta desconcertante, que su amigo hubiera intentado suicidarse. Todos estos argumentos ponen en tela de duda la capacidad profesional de Mariana.
Tal vez Mariana no puede ayudar a otros sin antes que ayudarse a sí misma. Ella admite a Sofía que “necesitaría tumbarme en el diván y que tú vinieras a sentarte a la cabecera”. Resulta difícil creer además que Mariana esté bien, ya que ella misma admite sufrir una “maldita deformación profesional”. Ella se refiere a la “la boca del lobo” para comunicar un sentimiento de decepción, considerándose a sí misma como el lobo y su pacientes como las Caperucitas Rojas, y lo expresa de manera tácita: “Pero también sabía que no tenía ganas de volver a la habitación del diván, identificada cada vez más con la boca de un lobo”. Los pacientes vienen a verla y sin embargo, sus motivos son dudosos. Es una manera de hablar de un poder sospechoso. (Ella se considera siquiera la “Dra. Jekyll Leon” ).
Si por un lado Sofía no tenía mucho poder en su vida, por otro Mariana tiene mucho, quizá demasiado. Es una persona que necesita controlar a otra gente para poder actuar como una persona equilibrada. Silvia, la amiga de Mariana, dice por ejemplo: “No te importa nada de mí absolutamente nada. Ni de nadie. De Raimundo tampoco. Te lo quitas de en medio en cuanto de estorba. Lo tienes en jaque” . Es muy importante que Silvia hable de este deseo. Se trata de un deseo de jugar y de manipular a la gente. No obstante, Mariana no sólo tiene que controlar la vida de otra gente sino también su propia vida. Sirvan de ejemplos estas confesiones de Mariana: Habla de las personas “sobre quien yo ejercía influencia” . Entonces dice: “Ya sabes que soy tajante cuando decido algo, y por aquellos días había decidido obedecer ciegamente a mi domador, que me mandaba desentenderme de Guillermo, de ti y de todo lo que pudiera oponerse a mi condición de fiera amaestrada”. El hecho de que ella señale que tiene que obedecer ciegamente a su “domador” revela que el superego controla el espíritu de Mariana. Es la parte de su mente que dicta lo que debería hacer y lucha también contra los deseos del id. Abramos un paréntesis aquí con el fin de entender los motivos de este comportamiento. En su libro Our Inner Conflicts, Karen Horney describe este tipo de personalidad de una manera lapidaria, diciendo que tiene “una ley de la selva” . Horney habla de una persona neurótica que tiene que manipular a la gente que le rodea para sentirse más poderosa. Utilizando de nuevo el vocabulario de Horney, se puede decir que en ella todo se orienta hacia el ser, llegar a ser, o por lo menos mostrar una faceta de fortaleza.
Igualmente, Horney describe esta conducta como una manipulación indirecta por medio del servilismo, que consiste que el individuo coloque a otras personas bajo deuda y les haga creer, por medio del raciocinio o la previsión, que deban someterse a su control. Pero, ella juega un papel de una persona ultra-poderosa con el fin de poder evadir sus sentimientos. Ella refiere en efecto de “el hilo de su discurso mental”. Con sus propias palabras, Horney explica el comportamiento de un individuo que sufre los mismo de Mariana: "[P]ara evitar caer en un abismo de auto-desprecio, él se ve obligado a adoptar actitudes defensivas como auto-ensalzamiento, distanciamiento de sí mismo, y sentimiento de irrealidad hacia su persona, perpetuando así su neurosis .Mariana siente que hay una “bombilla encendida en [su] mente” y entiende que su neurosis va de mal en peor y habla de un deseo de escaparse de todo: “Me he librado de un auténtico castigo -me dije-. ¡He conseguido escapar” . ¿Escapar de quién o de qué? Sobre todo tiene que escapar de sí misma, del papel de una persona tan poderosa que se conoce muy poco. Es como si ella se mirara en un espejo roto y no es el psicoanálisis “científico” el que va a ayudarle a entender su imagen.
Para regresar a nuestra
hipótesis, es la literatura que ayuda a Mariana y a Sofía con sus problemas o
mejor dicho gracias a la literatura ellas llegan a comprender sus problemas
psicológicos. Las dos mujeres hacen lo mismo que Scherazad, el cual tenía que
contar cuentos para no ser matada. En pocas palabras, las dos mujeres necesitan
de la literatura para sobrevivir. Aunque no tengan que ganarse la vida
escribiendo, ambas lo viven de una manera diferente. Mariana acaba de entrar al
mundo literario, mientras que Sofía ha nacido en este ámbito. Por su parte,
Mariana encuentra alivio terapéutico en la literatura íntima del mundo
epistolar--un desahogo que no podía encontrar en su propio despacho--. Ella le dice
a su amiga, por ejemplo: “Esta cautela previa de lo epistolar me parece
saludable”. Sofía le confiesa a Mariana que el escribir es un “necesidad
imperiosa porque no tenía otro camino”. ¿Por qué motivo? La respuesta se
encuentra en este comentario de Mariana: “Es que, no sé, te lo querría contar
bien, porque, si no, no lo voy a entender yo tampoco, menos mal que te puedo
escribir”. Escribir cartas--o siquiera el hecho de escribir-es una manera de
conocerse, de descubrir los recodos oscuros de la mente y, mediante la
narración de los detalles de su vida, le permite capturar su autoconsciencia
personal. Probablemente, por eso es que Mariana dijo a Sofía: “Y en todos tus
cuentos había luz de luna… Era el duendecillo Noc”.
(…) quisiera insistir sobre una terapia literaria, especialmente para las mujeres en vista de que “[l]a queja femenina se resiste a la interpretación; el nudo del dolor femenino lo rechaza, reduciendo así, la capacidad y la integridad de la teoría psicoanalítica (Felman). Escribir es una forma de exorcizar la mentalidad masculina de Mariana y de Sofía, la cual está profundamente enraizada. Es verdad que como mujeres educadas, todas estamos poseídas-- sin darnos cuenta--de la "mente masculina que ha sido implantada en nosotras" (Felman ). No obstante la literatura tiene un diálogo con la sinrazón. Es decir, que una mujer puede escaparse del mundo masculino a través del inconsciente, siendo éste, el refugio de la mujer. Eso es en efecto lo que pasa con Sofía (o el duendillo Noc) y es por eso que Mariana confiesa que envidia a Sofía.
(…)
El tema del arte juega también un papel importante en el libro. Mariana y Sofía hablan de muchos cuadros como “La Mona Lisa”, “Las Meninas,” y “La Persistencia de la memoria” de Dalí, entre otros. Como el tema de la literatura, el arte en la Nubosidad variable ofrece un cuadro no más claro sino más complejo y más completo de la condición humana, para utilizar el vocabulario del principio de este ensayo. Podríamos decir que el libro de Martín Gaite se parece a la pintura “Gala contemplando el Mediterráneo, que vista desde veinte metros se convierte en el retrato de Abraham Lincoln” de Dalí. Para entender bien este cuadro, uno tiene que verlo desde un punto de vista diferente, desde más lejos y con mayor detenimiento. Por un lado, se ve una mujer desnuda contemplando el mar, buscando algo, y por otro se ve a Abraham Lincoln, el símbolo de la libertad. En pocas palabras, el tema de la mujer que está buscando la libertad se presenta en la obra de Dalí como en la obra de Martín Gaite. Para entender este tema en el libro (o en la vida), tenemos que ver las cosas de una manera diferente, como Sofía veía siempre los objetos extranjeros en las nubes, especialmente cuando “las lágrimas empezaron a nublarme los ojos,” como lo dijo .
De todo lo que antecede se deduce que Nubosidad variable propone que la literatura y el arte ofrecen más iluminación sobre el espíritu humano (especialmente en el caso de la mujer) que el psicoanálisis “científico”. Ante tal aseveración se puede afirmar que Terry Eagleton no tiene razón al exponer que la literatura es un discurso “no pragmático” . La literatura-especialmente la literatura íntima tal como la literatura de cuadernos, cartas, y diarios-puede jugar un papel muy terapéutico y entonces es pragmático. Sin embargo, uno no debería pensar que esta terapia es la panacea par excellence. Es seguro que Martín Gaite no va a dejarnos pensar de esta manera optimista e ingenua. Por un lado, el fin de la historia y el hecho de que las dos mujeres se encuentren nos da la impresión de que ellas van a hallar un futuro más positivo. Pero, el último capítulo no viene de la pluma de Mariana ni la de Sofía, sino de un narradora (narrador) omnisciente. ¿Cómo interpretar este fin? ¿Quisiera decir que uno no puede contar su propia historia? ¿O quisiera decir que las mujeres no pueden contar su propia historia? Es irónico que el tema de la importancia de la autonarración para construirse no está confirmado en el último capítulo (el epílogo). Aunque, mirado desde otro ángulo, eso no es tan curioso si uno considera que, como las nubes, “nadie se queda en ningún sitio para siempre”.”
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