Nápoles, 1950 Piergiorgio Branzi |
Fascinante amistad
por José María Guelbenzu
El País
12/01/2013
“Los personajes femeninos de Elena Ferrante son verdaderas obras de arte. En esta novela hay dos que sostienen el relato (Lila y Lenú, la verdadera protagonista), aunque la novela es un verdadero tableau vivant de personajes de un barrio pobre de Nápoles allá por los años cincuenta y es, a su vez, la primera parte de una trilogía napolitana. La amiga estupenda abarca la infancia y juventud de las dos amigas dentro de los límites del barrio, contada retrospectivamente por la segunda, Elena Greco, Lenú, ya en la última etapa de su vida.
El hilo conductor de la novela es la amistad entre las dos niñas, que se mantiene incólume durante la juventud. Lila es una niña inquieta, decidida, valerosa, rebelde e independiente, cualidades que fascinan a Lenú; esta última, por el contrario, es más bien tranquila, adaptable, y se siente inferior a su amiga; esta inferioridad no es tal sino una sensación producto de las circunstancias y los caracteres, pero la autora la narra magistralmente poniendo el relato en boca de Lenú. De este modo, la inferioridad la vivimos desde el punto de vista de la narradora, mientras el relato va poco a poco colocando a cada una en su lugar. Este sencillo dispositivo permite seguir la evolución de ambas desde una infancia que las asemeja a una juventud que las distingue y empieza a otorgar a cada una su individualidad.
El desarrollo físico, emocional y mental de las dos amigas constituye el eje de la novela, pero el cuerpo lo forma el variado y estupendo conjunto de personajes, un total de nueve familias, en las que todos sus miembros están bien definidos y personalizados, además de algunos otros a título individual, como los maestros de la escuela y el instituto. Evidentemente, las familias tienen como función establecer el colorido de la vida de barrio y el espacio social en que se mueven, lleno de fantasías, frustraciones, enfrentamientos, anhelos y anécdotas propias de la vida doméstica de un entorno cerrado. Es evidente que la novela es descendiente del neorrealismo en la creación del ambiente, pero lo que éste tuvo de retrato costumbrista lo soslaya Ferrante sin un titubeo. Y lo consigue gracias a la poderosa presencia de las dos amigas.
La infancia y la juventud de dos niñas en un medio donde el afecto y la brutalidad se confunden a menudo, donde los rígidos códigos de comportamiento obligan a crecer más aprisa, donde las ilusiones, los amores y los desencantos florecen y se confunden en un paisaje urbano primario y un estricto código del honor, está contada desde el descarnado y emocionante despertar a la vida de Lenú y su amiga, contada desde la realidad física de su desarrollo, de una veracidad e intimidad inusuales y perturbadoras, contada con la extrema delicadeza de quien ahonda sin pudor y sin miedo en lo más personal de dos muchachas cuyas numerosas diferencias son justamente las que encierran el secreto de su fascinante relación porque son las que permiten asentar la continuidad de su amistad. Una amistad que se entreteje en su propia maduración.
Dice Lenú: “En mi vida he hecho muchas cosas, pero nunca convencida; siempre me he sentido un tanto despegada de mis propios actos. En cambio Lila, de pequeña, se caracterizaba por tener una determinación absoluta”. Desde el momento en que las dos niñas se diferencian así durante una pedrea hasta el momento en que Lenú, paseando juntas por el barrio, bien agarradas del brazo, piensa que “había algo insostenible en las cosas, en las personas, en los edificios, en las calles, que se volvía aceptable únicamente si se reinventaba todo como en un juego. Sin embargo, era esencial saber jugar y ella y yo, sólo ella y yo, sabíamos hacerlo”, su relación se hace indisoluble. Más tarde, cuando su desarrollo como jóvenes mujeres las obliga a empezar a batirse con la vida, cada una a su manera, un vaivén de lejanía y acercamiento que nunca perderá de vista la confianza mutua, dará paso a una relación más compleja a medida que se van abriendo a un mundo en el que las esperanzas y la turbiedad agitan la vida de otra manera, una vida en la que ellas, sin embargo, seguirán apoyándose en la fuerza de su afecto.
Esta novela es transparente, al
contrario que la oscuridad oprimente de las Crónicas del desamor (Lumen, 2010); tan transparente como compleja,
porque nada hay más oscuro que la claridad. Sí persiste, en cambio, ese empleo
diferenciado del dialecto y del italiano en sus personajes; el primero, duro,
sórdido y hasta soez; el segundo, cuidado, cultivado pertenece a la narradora,
que habla desde mucho tiempo después, pues fue su conquista y también su
primera y cumplida independencia del barrio.”
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