“No conozco relato de crimen que no valore al asesino a expensas de la víctima. El asesino está ahí para narrar, para expresar su arrepentimiento o para pavonearse. De su juicio, él es el punto focal, si no el protagonista. Quisiera, en cambio, liberar a las mujeres y a los hombres de su muerte, arrancarlos del crimen que les hace perder la vida, y hasta la humanidad. No honrarlos en cuanto «víctimas», ya que eso también implica remitirlos a su fin; simplemente rehabilitarlos en su existencia, dar testimonio por ellos.
Mi libro solo tendrá una heroína: Laëtitia. El interés que despierta ella en nosotros, como un feliz retorno, la devuelve a sí misma, a su dignidad y a su libertad. Mientras estaba viva, Laëtitia Perrais no atrajo el interés de ningún periodista, de ningún investigador, de ningún político. ¿Por qué dedicarle hoy un libro? Curioso destino el de esta transeúnte fugazmente famosa. A ojos de todos, nació en el instante en el que murió.
Quisiera demostrar que un suceso puede ser analizado como un objeto de historia. El caso Laëtitia oculta una profundidad humana y cierto estado de la sociedad: familias desestructuradas, sufrimientos infantiles mudos, jóvenes que ingresan demasiado pronto en la vida activa, y también el país a comienzos del siglo XXI, la Francia de la pobreza, de las zonas periféricas, de las desigualdades sociales. A partir de él, se descubren los engranajes de la instrucción, las transformaciones de la institución judicial, el papel de los medios, el funcionamiento del Poder Ejecutivo, su lógica acusatoria y su retórica compasiva. En una sociedad en movimiento, el suceso es un epicentro.
Pero Laëtitia no cuenta solo por su muerte. Su vida también nos importa porque la joven es un hecho social. Encarna dos fenómenos más grandes que ella: la vulnerabilidad de los niños y la violencia de género. Cuando Laëtitia tenía tres años, su padre violó a su madre; luego su padre de acogida abusó de su hermana; ella misma no vivió más que dieciocho años. Estos dramas nos recuerdan que vivimos en un mundo donde se insulta, se acosa, se golpea, se viola y se mata a las mujeres. Un mundo donde las mujeres no terminan de ser sujetos de pleno derecho. Un mundo donde las víctimas responden a la saña y a los golpes mediante un silencio resignado. Un fenómeno a puertas cerradas, tras el cual siempre mueren las mismas.”
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