Un mundo en llamas
Ivan Jablonka: "Nuestros desafíos son clima, reforma del capitalismo y justicia de género"
El historiador francés publica el ensayo “Hombres justos”, una historia sobre la masculinidad y su relación con los populismos que prenden por todas partes
por Paula Corroto
El Confidencial
05/12/2020
“La justicia de género es uno de los retos más importantes del siglo XXI junto a los desafíos que representa el cambio climático y la reforma del capitalismo. Así lo estima el historiador francés de la Universidad París XIII, Ivan Jablonka (París, 1973), que abordó el asunto en su premiada novela “Läetitita o el fin de los hombres” y ahora lo retoma en el ensayo “Hombres justos”, de reciente publicación en Anagrama. Pero si el foco habitualmente se ha puesto en las mujeres y el feminismo, él se ocupa de los hombres y de las nuevas masculinidades, la otra cara del debate que no cesa desde que explotó con el #metoo.
Jablonka hace un recorrido histórico por el patriarcado, surgido ya en el Paleolítico superior, para terminar en la época actual, cuando se han puesto sobre la mesa, quizá por primera vez, la crisis que atraviesan los hombres a raíz de los últimos movimientos feministas. El historiador relaciona esta crisis con el populismo y la que atraviesan algunas democracias, como Brasil, Polonia o Hungría, países en los que se están limitando derechos fundamentales. Para contrarrestar este efecto, Jablonka considera necesario que los hombres lleven a cabo su propia reflexión, la que ya hicieron las mujeres hace siglos. Como insiste en esta entrevista, "la justicia de género concierne a nuestra moral personal, pero también a las políticas públicas y la educación. Los padres también tienen una responsabilidad, si educan a sus hijos como reyezuelos y a sus hijas como criaturas dulces destinadas a complacer a los hombres".
-PREGUNTA. Sin ofender, ¿es su libro un ejercicio de “mansplaining” sobre el patriarcado?
-RESPUESTA. ¡No me siento ofendido! La crítica es esencial en una democracia y en las ciencias sociales. Lo que buscaba era regresar a las fuentes de la dominación masculina para saber cómo podemos salir de ella. Esta investigación histórica está unida a la de una utopía, la de los "hombres justos". Mi libro se dirige a las mujeres, por supuesto, pero también a los hombres, que muy pocas veces ponen en cuestión la masculinidad.
- P. ¿Qué pretendía con este ensayo?
- R. Mi principal objetivo es repensar lo masculino, a la vez por complejizarlo y por hacerlo compatible con los derechos de las mujeres. El patriarcado perjudica a las mujeres, pero también a los hombres, particularmente a aquellos cuya masculinidad se juzga ilegítima, como los judíos, los negros o los homosexuales. Todo el mundo conoce el retrato del autodefinido "hombre verdadero": toma de riesgos, capacidad de aguantar el alcohol, gran implicación en su trabajo, incapacidad de verbalizar sus emociones o consultar un terapeuta. Esas son alienaciones que, a mi juicio, sufren muchos hombres. Se ha dicho que el #MeToo había "liberado" la palabra de las mujeres, pero se ha señalado menos el silencio de los hombres, que pueden expresar la molestia, la indiferencia, el desprecio o la hostilidad. Ese silencio es también un silencio sobre la masculinidad, una incapacidad a la hora de pensarla. ¿Por qué un misógino es a menudo también un homófobo? ¿Por qué los hombres leen menos que las mujeres? He querido tomar la palabra, en tanto que soy hombre, sobre la masculinidad. Mi reflexión es evidentemente compatible con las luchas de emancipación feministas.
- P. Leí hace unos años “Laëtitia o el fin de los hombres”. Creo que esa historia sobre el asesinato de una chica de 18 años le inspiró también este libro.
- R. Mi libro “Laëtitia o el fin de los hombres”, aparecido en 2016 justo antes del #MeToo, se inscribe en el recorrido de un género. Mi introspección ha comenzado en la infancia, porque vengo de una familia donde el reparto de tareas era globalmente tradicional. Sin embargo, como huérfano de la Shoah, mi padre era también una víctima, es decir un hombre vulnerable. En la adolescencia, como no era ni un gran futbolista, ni un gran seductor, me sentía un poco incómodo en lo masculino. A continuación, en mi trabajo como historiador, me he interesado por los niños abandonados y por la misoginia legal del siglo XIX. Finalmente, “Läetitia” preguntaba lo masculino en su versión más agresiva y patológica. “Los hombres justos” viene a prologar esta reflexión, pero de manera más positiva. Tras diagnosticar el "fin de los hombres", había que hacerlos renacer bajo los rasgos de "hombres justos".
- P. En este libro explica que el patriarcado comenzó ya en el Neolítico. ¿Es reversible?
- R. La dominación masculina surge de una larga historia. Probablemente un reparto sexual de las tareas en el Paleolítico superior, vinculado al "coste maternal" que pesa sobre las mujeres. La instauración definitiva de la dominación masculina se remonta sin duda 5000 o 6000 años. Esa presencia explica el control inmediato de los hombres de la escritura en el IV milenio, del Estado en el III, de las armas en el II y de las religiones en el I. Ha habido que esperar a las revoluciones atlánticas, en los años 1770-1790, para que el patriarcado sea contestado por una corriente de pensamiento denominada como feminista. Como el patriarcado es una institución cultural, y no un hecho biológico, es reversible. Lo digo con un optimismo muy moderado. Haría falta que los hombres se implicaran en la lucha, al lado de mujeres que ya están metidas en ella.
- P. ¿Qué papel juega la clase social en este asunto? A lo largo de la Historia las mujeres de familias ricas han podido estudiar e incluso ser más independientes.
- R. El machismo y la violencia de género existen en todos los medios y en todos los países del mundo. La cuestión por tanto no es saber si un hombre es rico o pobre, blanco o negro, cristiano o musulmán, sino si su masculinidad es compatible con la justicia de género.
- P. En los últimos tiempos ha surgido un cierto feminismo de los cuidados relacionado con el maternalismo. Usted lo critica porque lo considera conservador y esencialista, pero ha sido muy aceptado por los movimientos y partidos de izquierdas. ¿Se está equivocando la izquierda?
- R. No critico la corriente maternalista. Reconozco todas las corrientes del feminismo, porque hoy en día necesitamos su aportación, su fuerza y su radicalidad. En cambio, no creo que el feminismo se funde en la biología. A partir del siglo XVIII, las feministas han sido combatidas por muchos hombres, pero al mismo tiempo eran sostenidas por algunos pioneros como Condorcet, Fourier, John Stuart Mill o Tahar Haddad. Hay hombres que son víctimas del patriarcado, hay mujeres que se sienten bien en él. La sociedad habrá progresado cuando los hombres se reconozcan en las actividades del cuidado.
- P. Por otro lado, hay mujeres que se identifican con las amazonas: hablan de sus relaciones sexuales, su independencia, poder, bravura... ¿Son mujeres en contra del feminismo de los cuidados, de ese feminismo maternalista?
- R. Deseo que las mujeres puedan acceder a todos los puestos de poder y de responsabilidad. Es una exigencia moral y una garantía de eficacia social. Por otro lado, las mujeres son libres en todas las cosas. No voy a juzgar lo que ellas tengan derecho de hacer o decir. Yo estoy a favor de la igualdad de mujeres y hombres, pero también de la libertad de mujeres y hombres.
- P. Cuando publicamos este tipo de temas sobre el feminismo suele haber una reacción furibunda por parte de hombres y algunas mujeres. ¿Por qué cree que es así?
- R. Los privilegios de los hombres son materiales (en la esfera política, económica y doméstica) y simbólicas (un hombre será más escuchado que una mujer). Por parte de los hombres, no siempre es fácil de reconocer ni de entender. Para las mujeres es una forma de violencia suplementaria.
- P. Este tema de la frustración masculina y la crisis, afectará a nuestras democracias. En países como Polonia y Hungría hemos visto ya un retroceso en los valores democráticos.
- R. El masculinismo, que es una especie de antifeminismo, es uno de los peligros que debemos afrontar. Está unido al populismo, como vemos en Estados Unidos, en Brasil, en Rusia, en Turquía, en Hungría y en otros lugares. Este masculinismo "de arriba" se une a un masculinismo "de abajo", el de los obreros desclasados que se sienten superados por una sociedad que les parece cada vez más feminizada. El siglo XXI tendrá varios desafíos: la lucha contra el calentamiento climático, la reforma del capitalismo y la justicia de género. Mi libro trata del tercer desafío.
- P. Usted habla de refundar lo masculino. ¿Qué significa eso?
- R. El eterno masculino no existe, del mismo modo que el eterno femenino no existe. Renunciar a un modelo de virilidad obligatorio es enriquecer otras formas de masculinidad. Hay que escapar a la prisión del género, que consiste en limitar a una sola forma de vivir, con los cánones de autoridad y de belleza: estar musculado, activo, perentorio, etc. Hay mil maneras de ser un hombre.
- P. ¿Qué es la nueva masculinidad?
- R. Propongo tres "nuevas masculinidades": una masculinidad de no dominación, que disocia lo masculino y el poder; una masculinidad de respeto, que gobierna la seducción y la sexualidad; una masculinidad de la igualdad, que consiste en vivir en igualdad en lo cotidiano de la pareja, en el trabajo o en la calle. Pero concibo esas masculinidades de un solo punto de vista psicológico y privado. Cuando hablo de justicia de género, también pienso en el feminismo de Estado y en las movilizaciones colectivas. Pienso en un papel decisivos de los cuerpos intermedios, partidos políticos, sindicatos, asociaciones, religiones. La justicia de género concierne a nuestra moral personal, pero también a las políticas públicas y la educación. Los padres también tienen una responsabilidad, si educan a sus hijos como reyezuelos y a sus hijas como criaturas dulces destinadas a complacer a los hombres.
- P. Usted también habla del liderazgo feminista. ¿Cree que Macron es un líder feminista? ¿Hay algún líder feminista?
- R. El presidente francés no tiene nada de feminista. Su círculo más estrecho es totalmente masculino y ha nombrado ministros a hombres cuyo pasado es muy controvertido. En Canadá, Justin Trudeau se dice feminista. Muchos lo dudan, pero ya es algo bueno que se presente así. Al mismo tiempo, debemos celebrar los primeros gestos de Biden, que ha nombrado a varias mujeres para puestos importantes.
- P. ¿Las mujeres y los hombres deben luchar juntos contra el patriarcado o es un asunto de las mujeres?
- R. Las mujeres son quienes, históricamente, han asumido la lucha contra la misoginia, las desigualdades y la violencia de género. Eso seguirá siendo así y es normal. Pero pienso que es urgente, para los hombres, ponerse en cuestión, adoptar otros modelos que no son la masculinidad de dominación, luchar contra el patriarcado que nos envenena a todos. Nos jugamos tanto la felicidad privada como la legitimidad democrática.”
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada