Richard Yates: la revolucionaria vía de la prosa sin magia
por José Miguel Arroyo
en Punto en Línea
“Richard Yates (1926-1992) no cuenta en su biografía con las tinieblas de Poe, la enigmática figura de Whitman, las aventuras viriles de Hemingway, la extravagante presencia de Fitzgerald, el alcoholismo determinante de O'Neill, la veneración repentina de Faulkner o los caricaturescos excesos de Capote. Se trata de un hombre de la calle, un hombre común que creció en un hogar disfuncional asistió a una escuela sin rimbombancia; como muchos, fue a la Segunda Guerra Mundial, volvió para trabajar en el campo del periodismo donde comenzó a escribir algunos relatos, publicó algunos trabajos, enseñó escritura creativa en varias universidades de Estados Unidos y murió de enfisema pulmonar. (…) Quizá la gran curiosidad de su vida fue haber realizado la misteriosa labor de escritor fantasma (lo que se sigue nombrando en estos lares con la políticamente incorrecta construcción castellana "negro de la literatura") en algunos discursos para Bobby Kennedy cuando su hermano John fue presidente y él procurador del país del norte, conjugando la cursilería de esa "nobleza americana" como se le conoció a la poderosa, afamada y trágica familia de políticos.
Esa circunstancia de "normalidad" puede ser el as bajo la manga en la narrativa de Richard Yates. Se trata de un retratista de la vida americana en el suburbio, un hiperrealista que escapó de las garras de la modernidad y la escritura barroca que roza con lo experimental. Yates es un escritor honesto en el más absoluto y positivo sentido del término. Escribe de una manera pura y desligándose de demostraciones acrobáticas en el manejo de la lengua inglesa. Como un fotógrafo, Yates capta perfectamente los ideales del American Dream y del periodo denominado Age of Anxiety, así como los estragos que en la realidad gestó el capitalismo extremo y su hijo predilecto, el consumismo. En el arte estadounidense del siglo XX posiblemente Richard Yates sea a la literatura lo que Edward Hopper a la pintura.
(…)
La literatura, el arte en general, casi siempre y cuando vale la pena implica un acto de rebelión. Kerouac, Burroughs y Ginsberg reaccionaron con toda su furia y locura contra los postulados de un sistema y en una época posible. Richard Yates hizo lo mismo valiéndose de un disfraz sutil e imperceptible. (…)
La prosa de Yates combina la fluidez del bestseller, el mérito de aquellos autores llamados "de culto", el arte excelso en su estado más franco y una profunda conciencia filosófica de su tiempo. La virtud, rara, de Richard Yates es ser quizá el autor más legible de su generación al tiempo que es capaz de crear esos significados que a veces nos son tan necesarios.”
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