7 de maig 2024

cinco horas con mario, 2

 

Cinco horas con Mario
de Miguel Delibes
Análisis y resumen


por Alberto Hernando
en Cultugrafia
14 de junio de 2022

    ""El 24 de marzo de 1966 moría D. Mario Diez Collado (de mismas iniciales que su autor) para desconsuelo de su esposa, familia y amigos, y para alivio de poderosos y corruptos. Con su muerte comienza una de las obras más emblemáticas de la literatura española de post-guerra: Cinco horas con Mario (1966) de Miguel Delibes. Una obra difícil de comentar pues contiene dos lecturas que no terminan de enlazarse como debieran.

MARIO Y MENCHU, LAS DOS ESPAÑAS

    Por un lado, es la crónica de un ahogado, un réquiem a un hombre de moral rígida, integra y justa, preocupado en hacer el bien según los valores de lo que podría ser un socialismo cristiano postconciliar. Un hombre que muere ahogado por la incomprensión de la sociedad que le rodea, la sociedad rural burguesa del franquismo; pobre Mario, su matrimonio no es más que otro reflejo de la incomprensión que recibe en una sociedad tradicional, ignorante, intolerante e irritante. Esta visión es una clara e inteligente crítica a la mentalidad tradicional franquista capaz de sortear su censura, gracias al filtro de los ojos de su heroína.

    Por otro lado, es la historia de la incomunicación de dos mentalidades: la de Mario, una mentalidad compleja, liberal, ilustrada y cristiana; y la de Carmen, una mentalidad tradicional. Las mentalidades características de las dos Españas. Esta historia busca la empatía con las dos mentalidades, busca la comprensión y casi la reconciliación. Delibes quiere que comprendamos a Menchu, luego que cada cual elija si la perdona o no. La comprensión es difícil, pero tal vez, nosotros, los hijos de las dos Españas, podamos sentarnos a hablar y perdonarnos, y tomar un café, que si bien no llevé a la persuasión -no veo por qué debiera- sí a la comprensión y la tolerancia.

CINCO HORAS CON MARIO NO ES UNA OBRA MAESTRA

    Por desgracia, la intención principal del autor fue mostrar sus frustraciones como intelectual, inspirándose principalmente en la personalidad de un amigo íntimo al que dedica el libro; mostrar una despiadada crítica a la incomprensión y maniqueísmo franquista. La segunda lectura es un accidente inevitable teniendo en cuenta la empatía del escritor hacia la humanidad de sus personajes, lo que le llevará a decir que comprende a su heroína aunque ideológicamente le parezca detestable.

    Esta superposición del primer objetivo sobre el otro hace que la segunda lectura -a pesar de ser menos caduca, más contemporánea y más humana- sea casi redonda, pero algo le falta. Por ello, me atrevo a decir que si bien la primera lectura (la crítica) es una obra maestra como tal, la segunda solo lo roce y con ello la obra en su conjunto, para mi, no llega a la Obra Maestra de la Literatura en mayúsculas que afirman otros, esta demasiado ligada a una situación concreta, a un tema.

DELIBES PLANTEA SU OBRA CON UN PROTAGONISTA MUERTO

    Me gustaría que esta percepción fuera lo único que menciono del contenido, pues cualquier dato es un enorme spoiler –o si no, no lo es ninguno-, pues lo más formidable de la obra es ver cómo Delibes, con su estructura, va abriendo gradualmente un universo limitado tan solo por el frío hueco de la cama entre los dos cuerpos protagonistas.

    Inicialmente, la estructura iba a ser lineal con los dos personajes vivos, pero tras muchas cuartillas el autor descubrió que los personajes se mostraban demasiado irreales y además sería incapaz de pasar la censura franquista. Decidió matar a su protagonista –curioso eso de un protagonista muerto en todo momento- y cambiar la estructura de la obra a lo que se ha denominado un “monodiálogo” con una estructura en ondas, como cuando tiras un cadáver al lago y el choque produce ondas cada vez más y más amplias. Esta es la forma en que crece la narración y se presenta el universo de este matrimonio, de esta España dividida. Este cambio, para muchos el principal acierto, es responsable del accidente que da lugar a la segunda lectura: al humanizar hasta tal punto a sus personajes, Delibes permite que empaticemos y comprendamos a ambos, incluso a la insoportable Menchu. Pero va mucho más allá.

EL MONODIÁLOGO DE CINCO HORAS CON MARIO

    Yo esperaba –había oído que la obra estaba influenciada por Mientras agonizo (1930) de Faulkner- un monólogo interior, una escritura enormemente condensada, como todo pensamiento, y como tal, un texto complicado que requiriera un esfuerzo por el lector que sería enormemente recompensado.

    Pues bien, en absoluto, lo que encontramos es un lenguaje enormemente sencillo, como la mentalidad de su heroína, un léxico magníficamente recreado y un estilo que pone de manifiesto la maestría de su autor; pero, de lectura enormemente ágil, no demasiado atenta y con mucho relleno: el diálogo de dos amantes está condensado y requiere muchas inferencias, pero jamás tantas como un pensamiento. A esto me refiero cuando hablo de un monodiálogo pues es un diálogo con un receptor concreto (y por ello supone unos conocimientos previos comunes), pero muerto y por tanto sin respuesta. No es un monólogo común precisamente por eso, porque en los monólogos clásicos el personaje se dirige al lector, al espectador, lo que hace una lectura más sencilla.

LITERATURA DE CALIDAD PERO SIN EVOLUCIÓN

    También esperaba una estructura en espiral, donde a cada vuelta se ampliara por un lado el universo y por otro se fuera profundizando mediante un cambio en el discurso según se penetra más en la psicología de los personajes, en las temáticas de la obra. ERROR! A la mitad de la novela, tras disfrutar enormemente, emocionado, de la forma en que se ampliaba el universo -con sumo cuidado, con delicadeza, fluidez y maestría-, descubrí que la espiral era plana, era la estructura en ondas a la que se refiere el autor. ¡Y lo que es peor! Pasadas la mitad de las páginas, el universo crece demasiado lento, las ondas están tan pegadas entre sí que poco distan de la repetición; es entonces cuando se desinfló mi entusiasmo por la obra.

    Por ello, recomiendo a todo lector no enterarse de nada de este matrimonio, sus amigos y anécdotas, si lo hacen desperdiciaran lo mejor del libro, el efecto de la estructura en la primera mitad, tras un formidable prólogo. Esta es la primera causa de que prime la lectura crítica sobre la comprensiva, se centra en la absoluta incomprensión entre los personajes sin proporcionar evolución alguna, simple estancamiento. Delibes, cuando tú mismo afirmas “podría haber acabado la novela en cualquier momento” es que algo estás haciendo mal, estás introduciendo paja innecesaria, debiste acabarla en ese momento.

    Todo esto hace que la obra sea enormemente amena y sencilla, capaz de gustar a todos los públicos gracias, además, a su irónico humor capaz de sacar sonrisas y alguna leve carcajada, la enorme sencillez y agilidad de su estilo y la repetición. Todo ello, sin descuidar la calidad, claro. Entiendo porque lo recomiendan en muchos institutos.

UNA EXTRAORDINARIA CONSTRUCCIÓN DE PERSONAJES

    Como estamos viendo, Delibes es un escritor de personajes. Aquí está el otro gran acierto y a la vez defecto de la novela. Delibes logra crear personajes “típicamente humanos” extraordinariamente coherentes, tal vez demasiado. Digo humanos, porque parecen realmente de carne y hueso, parecen existir más allá de las páginas, respiran a través de ellas. Pero digo también típicamente porque no son personajes reales, son arquetipos a los que Delibes a dado alma mostrando su genio creador. Por ello son tan coherentes, por ello son mentalidades tan independientes, a pesar de que en la realidad las creencias no sean categorías, sino formadas por continuos de valores y actitudes que pueden solaparse en ocasiones, abriendo la posibilidad a la comprensión mutua; ojalá fuera posible semejante coherencia de pensamiento, más quisiéramos muchos, aunque no le falte razón a Wilde cuando afirma:

“La fidelidad es a la vida de las emociones lo que la coherencia a la vida del intelecto: simplemente una confesión de fracaso”.

    El arquetipo de Carmen es el más sencillo: buena persona, fiel a sus principios, de mentalidad tradicional y clasista, dogmática en sus creencias e incapaz de comprender a Mario a raíz de ellas. Mario, tres cuartos de lo mismo, pero de mentalidad contraria y de un arquetipo más complejo (¿maniqueísmo?): es más o menos un liberal cristiano postconciliar, tan dogmático en sus creencias que desprecia a Menchu, hasta ser incapaz de darle no ya sexo, sino cariño y amor.

    Mario es tan rígido en su moral (mucho más que Carmen), tan intolerante, que condena a su pareja a la infelicidad, no tiene jamás en cuenta sus ideas, ni su forma de pensar y no le importa. Ambos sufrirán las consecuencias de su dogmatismo y comprensión, el uno con la depresión y la otra con la represión sexual. Esto da la posibilidad de empatizar y comprender a ambos, pero por desgracia, aun con alguna ridiculización a la rigidez moral de Mario, el autor lo ensalza tanto que acaba resultando un mártir cristiano a manos de la intolerancia farisea franquista. El resultado no son dos mentalidades tan coherentes que permitan comprender cada una desde su racionalidad, igual de válidas si nos abstraemos de la nuestra, sino que la comprensión es devorada en parte por el juicio.

    Menchu es una víctima de la educación recibida, ahí está toda la comprensión hacia este personaje; me pregunto si acaso Delibes cree que Mario no es víctima a su vez de la educación recibida por sus padres… Pues bien, jamás sabremos el porqué de la mentalidad de Mario, total, lo suyo es lo normal, no necesita explicación…

LA INCOMPRENSIÓN Y LA INTOLERANCIA QUE SEPARÓ UN MATRIMONIO

    Ante esta situación surge la pregunta de cómo llegaron a casarse seres tan dispares, pues una vez más sabremos el porqué de Menchu, pero por desgracia jamás el de Mario, sea como sea, quiero pensar que fue el amor lo que les unió y la incomprensión e intolerancia de ambos lo que les separó en matrimonio.

    Tal vez Carmen sea insoportable pero también es penosa y cómica, mucho, gracias a la simultanea impiedad y compasión con que Delibes carga las tintas en ella. Yo por mi parte rompo una lanza por Menchu, y si pudiera le regalaría un 600; por algo los llaman ombligos, los tiene todo el mundo. Joder, Mario, ¿tanto te costaba leerle tus versos?"

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