"Pero ¿que sabes tú de caridad? Prefiero no acordarme de tu conferencia, Mario, y todavía, venga, "eso son ataletas lógicas, no te preocupes; ya se la pasará", ¿habrase visto egoísmo? ¡Cínico, más que cínico!, perdona, Mario, cariño, que no sé lo que me digo, que me pongo como loca cada vez que pienso en el traje que tenía pensado, con el talle un poco alto, de corte princesa, que hubiese dado el golpe, seguro, fíjate, que los hombres no tenéis ni idea de lo que eso significa para una mujer. Pero es igual, tú tieso en tus trece, que a buena hora si me lo dices al hacernos novios, da gracias a que después de la pedida yo no podía dar la campanada, que si no… En definitiva, la tonta fui yo, ya ves Transi, te caló de entrada, que ella sería un poco así, eso no admite duda, que hasta se dejó pintar por Evaristo medio en cueros, que lo que yo la dije, "no debiste hacerlo", pero como si cantara, que luego hasta se casó con él y pasó lo que tenía que pasar, bueno, pues ella, desde que te puso la vista encima, te caló, que no es que lo diga por decir. Y a Paquito, en otro estilo, ídem de lienzo, que Transi otra cosa no, pero ojo para los chicos un rato largo, que le ves ahora a Paco y un hombre de mundo, y no es decir el coche, es todo él, su persona, no sé cómo explicarte. Los hombres es una suerte como yo digo, si no estáis bien a los veinte no tenéis más que esperar otros veinte, menuda, quién pudiera. Pero a mí me la diste con queso, Mario, que quién lo iba a decir, sentado con un periódico al solazo de agosto, las horas muertas, frente al mirador, mirando, y no es decir un día ni dos, que yo pensaba, "este chico me necesita; se mataría si no", que siempre fui una romántica y una tonta, nada de maliciada, bien lo sabes tú. ¡Pero mira para lo que me ha servido! Y no es que me queje de vicio, Mario, que tú lo puedes ver, veinticuatro años de matrimonio, que se dice pronto, y ni una triste cubertería, que cada vez que invito, que ya se aburre una, una cena fría, a base de canapés, qué remedio, siempre lo mismo para no variar, el caso es no utilizar más que cuchillos y tenedorcitos de postre, que muchísimas veces me pregunto, Mario, si mereceré yo este castigo. ¡Si una naciera dos veces! Desde aquí te digo que tendría más vista, que las tontas somos nosotras por vivir pendientes de los maridos y de los hijos, que a Valen la sobra razón, que se adelanta más no mostrando excesivo interés, lógico, que, si no, cogéis y ¡hala!, a exigir, tráeme esto y lo otro y lo de más allá, que os lo creéis todo debido los hombres, todos cortados por el mismo patrón, Mario, por más que lo tuyo pase ya de castaño oscuro, que con los extraños venga zalemas y atenciones y en casa, punto en boca, que eso es lo que peor llevo, fíjate. Es como lo de Madrid. Mira que a mí me gusta Madrid, Mario, que es locura por Madrid, que me chifla, todo lo que te diga es poco, bueno, pues prefiero no ir, que a eso hemos llegado, porque para pasar malos ratos mejor me quedo en casa, que para pieles y cuatro caprichos no habrá dinero, pero para porquerías de ésas de hacer pompas, o para retratarnos del brazo por la Gran Vía, que menudas vergüenzas me has hecho pasar, rico, o para Carlitos y bobadas de ésas todo era poco. "Todo el mundo tiene que vivir!", ¡qué bonito!, eso, todo el mundo tiene que vivir menos una, una es aparte, una se encapricha por un Seiscientos y como si cantara, como si pidiera la luna, que ya lo sé, Mario, que a poco de casarnos eso era un lujo, ya lo sé, pero hoy es un artículo de primerísima necesidad, te lo digo y te lo repito, que hoy un Seiscientos, hasta las porteras, y no me desdigo, pero si los llaman ombligos, hombre de Dios, porque todo el mundo los tiene, con eso está dicho todo."
Cinco horas con Mario
Miguel Delibes
Destino, 198025
páginas 189-191
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