Un mes de agosto
de 1901 abrió sus puertas, en el número 70 de la calle Bailén de
Barcelona, una escuela en la que, según su
impulsor, Francesc Ferrer i Guardia, los niños y las niñas debían tener “una
insólita libertad, se realizarán ejercicios, juegos y esparcimientos al aire
libre, se insistirá en el equilibrio con el entorno natural y con el medio, en
la higiene personal y social, desaparecerán los exámenes y los premios y los
castigos”.
La denomina “Escuela Moderna”, perseguía
los objetivos siguientes:
“1. La
educación de la infancia debe fundamentarse sobre una base científica y
racional; en consecuencia, es preciso separar de ella toda noción mística o
sobrenatural.
2. La
instrucción es parte de esta educación. La instrucción debe comprender también,
junto a la formación de la inteligencia, el desarrollo del carácter, la cultura
de la voluntad, la preparación de un ser moral y físico bien equilibrado, cuyas
facultades estén asociadas y elevadas a su máximo de potencia.
3. La
educación moral, mucho menos teórica que práctica, debe resultar principalmente
del ejemplo y apoyarse sobre la gran ley natural de la solidaridad.
4. Es
necesario, sobre todo en la enseñanza de la primera infancia, que los programas
y los métodos estén adaptados lo más posible a la psicología del niño, lo que
casi no sucede en ninguna parte, ni en la enseñanza pública ni en la privada.
5. El
propósito de la enseñanza es que los niños de ambos sexos tengan idéntica
educación; que por semejante manera desenvuelvan la inteligencia, purifiquen el
corazón y templen sus voluntades; que la humanidad femenina y masculina se
compenetren, desde la infancia, llegando a ser la mujer, no de nombre, sino en
realidad de verdad, la compañera del hombre.
6. La
coeducación de pobres y ricos, que pone en contacto unos con otros en la
inocente igualdad de la infancia, por medio de la sistemática igualdad de la escuela
racional, esa es la escuela, buena, necesaria y reparadora.
7. Establecer
la protección e instrucción higiénica en las escuelas. No se necesitan palacios
relumbrantes; para difundir la instrucción bastan salas amplias, de luz
abundante y aire puro, donde los escolares estén protegidos.
8. El juego es
indispensable a los niños. Por lo que mira a su constitución, salud y
desarrollo físico, todo el mundo estará conforme; pero acontece que únicamente
para la atención en la cantidad de desarrollo físico que producen los juegos.
9. Es de vital
importancia la preparación de los maestros y una vida y sueldo digno para
ellos. El verdadero educador es el que, contra sus propias ideas y sus
voluntades, puede defender al niño, apelando en mayor grado a las energías
propias del mismo niño.
10. La escuela
debe renovarse para renovar la sociedad, una sociedad que repruebe los
convencionalismos, las crueldades, los artificios y las mentiras que sirven de
base a la sociedad moderna.
11. Partiendo
de una educación en solidaridad y de la igualdad, no hay que crear una
desigualdad nueva, y, por tanto, en la Escuela Moderna no hay premios, ni
castigos, ni exámenes en que hubiera alumnos ensoberbecidos con la nota de
sobresaliente, medianías que se conformaran con la vulgarísima nota de
aprobados ni infelices que sufrieran el oprobio de verse despreciados por
incapaces.
12. Los niños
y las niñas deben tener vitalidad cerebral propia, a fin de que cuando se
emancipen de su racional tutoría, continúen siendo en el mundo social enemigos
mortales de prejuicios de toda clase, propendiendo a formarse convicciones
razonadas, propias, sobre todo lo que sea objeto del pensamiento.
13. El
propósito culminante de la Escuela Moderna es fomentar la evolución progresiva
de la infancia evitando los atavismos regresivos, que son como rémoras que
opone el pasado a los avances francos y decididos hacia el porvenir.”
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