Manuel B. Cossio, Francisco Giner de los Ríos y Ricardo Rubio |
El 26 de febrero de 1875 se publicó un Real Decreto y una Circular
que firmaba el marqués de Orovio, titular de la cartera de Fomento, que
suponían un ataque frontal a la libertad de cátedra: el Estado pretendía
controlar los libros de texto y los programas que los profesores impartían en
la Universidad. Un significativo grupo
de catedráticos de Universidad y algunos profesores de instituto, por decoro
intelectual, por respeto a la ciencia, por amor a la libertad se negaron a
someter sus programas y su enseñanza al dogma de la Iglesia católica. Entonces,
fueron separados de sus cátedras, alejados de las aulas, encarcelados o
desterrados.
La “Institución Libre de Enseñanza” fue fundada en 1876 por varios
catedráticos y auxiliares de Universidad o Instituto, separados de sus clases a
consecuencia de su protesta contra los decretos de Instrucción pública de 1875.
Los principios pedagógicos de la Institución eran:
1. El principio fundamental es educar a sus alumnos, que incluye
la instrucción de todas las funciones y energías del cuerpo y del alma. Para
ello es primordial el principio de la «reverencia máxima que al niño se debe».
Ajena a todo particularismo religioso, filosófico y político, se propone
sembrar en la juventud, con la más absoluta libertad, la más austera reserva en
la elaboración de sus normas de vida y el respeto más religioso para cuantas
sinceras convicciones consagra la historia.
2. Pretende despertar el interés de sus alumnos hacia una amplia
cultura general, de múltiple orientación, cada época especialmente exige, para
cimentar luego en ella, según les sea posible, una educación profesional de
acuerdo con sus aptitudes y vocación, escogida más a conciencia de lo que es
usual; tiende a prepararlos para ser en su día científicos, literatos,
abogados, médicos, ingenieros, industriales...; pero sobre eso, y antes que
todo eso, personas capaces de concebir un ideal, de gobernar con sustantividad
su propia vida y de producirla mediante el armonioso consorcio de todas sus
facultades.
3. La coeducación es un principio esencial del régimen escolar. No
existe fundamento para prohibir en la escuela que uno y otro sexo viven como en
la familia y en la sociedad. Juzga la coeducación uno de los resortes
fundamentales para la formación del carácter moral, así como de la pureza de
costumbres, y el más poderoso para acabar con la actual inferioridad positiva
de la mujer, que no empezará a desaparecer hasta que aquélla se eduque, en
cuanto a la cultura general, no sólo como, sino con el hombre.
4. Aspira a que sus alumnos
puedan servirse pronto y ampliamente de los libros como fuente capital de cultura;
pero no emplea los llamados «de texto», ni las «lecciones de memoria» al uso,
por creer que todo ello contribuye a petrificar el espíritu ya mecanizar el
trabajo de clase, donde la función del maestro ha de consistir en despertar y
mantener vivo el interés del niño, excitando su pensamiento, sugiriendo
cuestiones y nuevos puntos de vista, enseñando a razonar con rigor ya resumir
con claridad y precisión los resultados. La clase no sirve para «dar y tomar
lecciones», o sea para comprobar lo aprendido fuera de ella, sino para enseñar
y aprender a trabajar, fomentando, que no pretendiendo vanamente suprimir, el
ineludible esfuerzo personal, si ha de haber obra viva, y cultivándolo
reflexivamente, a fin de mejorar el resultado.
5. La Institución considera indispensable para la eficacia de su
obra la activa cooperación de las familias. Nada es tan nocivo para la
educación del niño como el manifiesto o latente desacuerdo entre su familia y
su escuela. Nada, por el contrario, tan favorable como el natural y recíproco
influjo de una en otra.
6. La educación elemental y la secundaria no pueden separarse.
Forman un proceso continuo que también debe extenderse a las universidades con
los mismos métodos.
7. Las clases deben ser una conversación, familiar e informal entre
maestros y alumnos, llevados por un espíritu de descubrimiento: métodos
intuitivos, realidades en vez de abstracciones, objetos en vez de palabras,
diálogo socrático, el aula debe ser un taller, el maestro un director, los
alumnos una familia.
8. La disciplina no puede basarse en castigos, sino en la idea de
la corrección y la reforma. Los juegos y otras actividades libres son lo que da
la mejor oportunidad para observar las inclinaciones de los niños. La
obediencia a la ley debe excluir todo predominio de la voluntad independiente o
de un poder dictatorial.
9. Se propugna el principio de la pedagogía activa y en íntimo
contacto con la vida, el método intuitivo, expresión acuñada por Pestalozzi y
Frobel. Cuando se funda la Institución Libre de Enseñanza, la influencia
teórica central viene de estos dos pedagogos y, aunque nunca se abandone del
todo, el método intuitivo va modernizándose y enriqueciéndose al contacto
cotidiano con las ideas de aquí y de allí hasta alcanzar unas dimensiones
plenamente contemporáneas por obra del genio educador de Manuel Bartolomé
Cossío.
10. Pone gran interés la institución en formar en la salud y la
higiene, el decoro personal de hábitos y maneras; la amplitud, elevación y
delicadeza del sentir; la depuración de los gustos estéticos; la tolerancia, la
alegría, la serenidad, la conciencia del deber, la lealtad, la disposición a vivir como se piensa. Utiliza el trabajo
intelectual sobrio e intenso, el juego corporal al aire libre, la relación con
la naturaleza y con el arte. Reniega del sistema corruptor de exámenes, de la
emulación, de los premios y castigos, del espionaje hacia los alumnos.
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