Juan Goytisolo, Premio Miguel de Carvantes de las Letras 2014 |
En el Más Acá
“Al despedir el duelo de algún
conocido del barrio, el peluquero italiano de la esquina –a quien procuraba evitar
por su verborrea y su constante recurso a verdades de Perogrullo– solía
comentar con la risilla de quien se cree agudo:
“La otra vida debe de ser muy
buena ¿no cree? ¡Nadie, que yo sepa, ha querido volver a ésta!”
Pero el patriota de Forza Italia
se equivocaba de medio a medio pues, aun hecho trizas, quiso regresar al
planeta en el que un terrorista activó la carga explosiva disimulada en el
forro de su gabardina y le despachó con su libro al Más Acá. Se encontró de golpe
en un cibercafé desierto con miles (¿millones?) de ordenadores y sus
correspondientes mesillas y asientos. Un panel gigante, que se encendía y
apagaba, repetía incansablemente un mensaje: UNIVERSO VIRTUAL. No sabía a qué
atenerse ni lo que se esperaba de él, y vagó así en el vacío de un espacio
infinito hasta que, agotado, se sentó frente a uno de los teclados y se vio
retratado en la pantalla, con su sombrero y gafas ahumadas, con la etiqueta de
El Monstruo del Sentier.
¿Qué cabía hacer sino explorar
las posibilidades que le procuraban los datos e informaciones de la galaxia
electrónica y su vasto abanico de programas para todos los gustos y edades? La
memoria anterior había sido sustituida por una nueva, con la que podría jugar,
pese a su ineptitud y torpeza, al hilo de los correos que recibía. Empezó así a
intercambiar mensajes –sus cáusticas divagaciones y fantasías– con visibles o
anónimos internautas a quienes les bastaba pulsar las teclas indicadoras de monstruosentier@hotmail.com
para entrar en contacto con él, atraídos quizá por el extremismo pueril y la
escasa fiabilidad de unos escritos que tú, sufrido lector, podrás juzgar por ti
mismo.
lectura de 09/2009 Vespres Literaris |
Sus primeros pasos
El astuto lector se preguntará
cómo un desmañado como él, incapaz de abrir un paraguas o de dar cuerda a un
reloj, puede navegar por su ordenador y entrar en contacto con el mundo del que
salió despedido y con la nebulosa de astros del Más Acá. La muerte no es como
la piensas, querido colega: tarde o temprano lo comprobarás. Lo mismo puedes
encontrarte en un cibercafé del tamaño de un estadio olímpico como flotando en
la ingravidez del espacio, atrapado sin remedio en un atasco en la indeseable
compañía de un taxista madrileño cuyo monólogo escucharás más tarde, avanzado
ya el libro, o encapsulado en el minicerebro de un chorlito con aires de
profesor.
¿Fantasías mías? Ven, rompe la
débil membrana que nos separa y verás con tus ojos virtuales al chorlito, la
inefable vecina de piso del fallecido Monstruo del Sentier. Escúchala,
escéptico amigo, mientras prodiga perlas de sabiduría por su pico corto y
recto, y agita su cuerpo rechoncho y su plumaje multicolor.
“¡Ya se lo había dicho mil
veces! ¡Están en todas partes como los microbios de una epidemia! Roban y
trapichean con drogas para financiar sus atentados. Acabo de recibir la
convocatoria para una marcha patriótica y quisiera que participara conmigo en
ella. ¡Si no empleamos el arma nuclear en sus países de origen, estamos
perdidos: nos aniquilarán!”
Imposible taparse los oídos,
hermano del alma: carece de ellos. Los rumores del tiempo llegan a su espíritu
sin recurrir a los sentidos. El éter lo abarca todo, incluso aquella
insignificante conversación.
“El
exiliado de aquí y allá”
Juan
Goytisolo
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