5 de nov. 2014

tiempo de arena, Xisca

vespre a la platja de la Malva-rosa

 “Jorge y su cuñada continuaban delante de la puerta, como dos guardianes ante un tesoro escondido, protegiendo el interior de la vivienda con sus cuerpos. Los perros seguían ladrando, y Alejandra, sin poder pronunciar palabra, miraba a Jorge y a Mariana tratando de asimilar lo que estaba sucediendo. El taxista volvió a amenazar a sus pasajeras con dejarlas allí si no subían al taxi, y Lula continuaba llorando y diciendo “Usted no la quería”.
Y en medio de aquella confusión, desde una ventana del primer piso, que había permanecido abierta sin que nadie lo advirtiese, se oyó la voz de la niña sobre todas las demás.
— ¡Abuela! ¡Espera!
Y al cabo de unos segundos apareció con su camisón arrugado y su pelo revuelto, para situarse delante de Mariana y entregarle una carta.
Mariana hizo ademán de acariciarle los rizos; se parecía tanto a María Francisca que habría dicho que había retrocedido veinte años, a cuando la sacó del Colegio de Doncellas Nobles para que Munda le permitiese tomar posesión del palacio de Sotoñal. Pero la viuda de Jaime abortó la caricia cogiendo a la niña del brazo y obligándola a volver al interior de la casa.
—i Esta insensatez se ha terminado!
Jorge se dispuso a seguir a su familia, pero antes de desaparecer tras la puerta miro a Alejandra indignado.
— ¿Por qué la has traído? ¿No sufrió Xisca bastante? Si llego a saber que vendría ella en lugar de Munda no os habría enviado al Anboto.
— ¿De qué estás hablando? ¡No te entiendo!
—No hay nada que entender. ¡Me equivoqué!
Y le indicó a Lula que entrase también en la casa, dejando a Mariana y Alejandra solas en el porche, enlutadas, mudas, impotentes.
Las dos mujeres regresaron al taxi con el alma encogida. Mariana llevaba la carta en la mano, en silencio, sin atreverse a leerla. Al cruzar la cancela de salida, saco la cuartilla del sobre y comprobó que la firmaba María Francisca. Estaba fechada unas semanas antes de su muerte y en ella le pedía a la niña que quisiera a su tío Jorge como si fuera su padre y que, si alguna vez llegaba a conocerla, intentase perdonar a su abuela porque no había sabido quererla. “Te he encontrado demasiado tarde, queridísima Blanca. Ya no podré darte el cariño que he guardado para ti desde que naciste, pero confío en que tu tío sepa hallar la manera de que las hermanas de mi madre te compensen, como hicieron conmigo. Alejandra y Munda te querrán por mí”.


Tiempo de arena
Inma Chacón
Planeta, 2011
pág. 406-407


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