“Alí
prueba suerte con la iglesia católica. Ha oído decir que también Jesús fue
expulsado de su tierra, que vivió con los extranjeros y perseguidos de su
tiempo, y que por ello se expuso a las más duras acusaciones y persecuciones.
Sin embargo, y como era de suponer, Alí no se presenta como pedigüeño. No pide
albergue ni ayuda material. Su propósito no es el de abrumar a los funcionarios
de Dios con exigencias, como tampoco el de hacerlos caer en ninguna tentación.
Lo único que Alí quiere es... ¡que le bauticen!
a)
No por oportunismo, sino porque desde hace ya tiempo conoce la vida y la obra de
Cristo y le parece convincente, quiere pertenecer a la iglesia católica.
b)
La cosa tiene que ser rápida, ya que su amiga alemana y católica no puede casarse
con él hasta que pertenezca a la comunidad de fe católica, como exigen los padres
de ella.
c)
Tiene también la esperanza de que, siendo católico, podrá evitar la amenaza de una
inminente expulsión.
(…)
Puede percibirse que Alí es un obrero. Va vestido pobremente. De la bolsa que lleva
colgada del hombro asoma un termo.
Primera
visita. Parroquia en uno de los mejores barrios residenciales, jardín con
aspecto de parque. Un cura de elevada jerarquía, de unos sesenta años, abre una
rendijita de la pesada puerta de roble ornamentada con barrotes de hierro
forjado, y clava en Alí una mirada llena de suspicacia.
—Por
aquí no se te ha perdido nada, ve al secretariado social —dice el cura.
Con
esto yo no había contado. El cura se percata de mi perplejidad y, antes de que pueda
exponerle el asunto que me trae, repite categóricamente:
—Puesto
que son tantos los que me quieren desplumar, aquí, por principio, no hay nada. Esto
es una secretaría parroquial y no un...
Le
interrumpo:
—Yo
no querer dinero, sólo bautismo —le interrumpo. La puerta se abre un poco más, el
cura me inspecciona con ojos de curiosidad crítica y dice:
—Ya.
Por aquí viene tanta gente de esa que no le gusta trabajar y que pretende vivir
a costa de los demás.... ¿Dónde vive usted? ¿Qué edad tiene el niño y cuándo
habría de celebrarse el bautizo?
Le
digo “mi” dirección y, como se trata de una calle tan noble que en ella Alí,
por su apariencia, ni siquiera podría pagar una semana de alquiler, añado:
—Yo
vivir allí pero en sótano. —Y—: No ser bautizo de niño. Yo turco, hasta ahora con
Mahoma. Yo para mí querer bautizo porque Cristo ser mejor. Pero correr prisa porque....
El
cura, sin saber a qué atenerse, me lanza una mirada entre atónita e incrédula,
como si no hubiese ido a solicitar de él el santo sacramento del bautismo sino
mi propia circuncisión.
Vuelve
a cerrar la puerta dejando una rendijita:
—
¡Menos prisas!... La cosa no es tan fácil. Antes hay que cumplir muchos
requisitos...
—Y
con una ojeada despreciativa hacia mi desharrapado aspecto—: Además no admitimos
a todo el mundo en nuestra comunidad. —Cuando pretendo hacer hincapié en que la
urgencia de mi solicitud se basa en que me encuentro amenazado de expulsión,
ello no le produce la menor impresión—: ¡Menos prisas judías! Ante todo he de
hablar del asunto con la junta directiva de la comunidad. Y en primer lugar
tráigame un certificado policial de residente, en regla.
Cuando
me atrevo a contestar: “¡Pero tampoco Cristo tener residencia fija!”, sin duda
lo toma como una especie de blasfemia, pues, sin más explicaciones, me da un
portazo.
Cuando
a continuación me pongo a tocar el timbre como loco a fin de demostrar lo seria
que es mi decisión de convertirme en miembro de pleno derecho de la comunidad
de los creyentes, él vuelve a abrir la puerta para echarme un rapapolvo:
—
¡Esto no es un asilo! ¡Si no me deja usted en paz inmediatamente, llamaré a la policía!
Intento,
por última vez, apelar a su conciencia cristiana y su deber pastoral arrodillándome
e implorándole con las manos entrelazadas:
—
¡En el nombre de Cristo, bautismo!
Por
toda respuesta, la puerta se cierra con estruendo.
Alí
no había contado con esto. Evidentemente ha acudido a una dirección equivocada.
Ovejas
negras las hay en todas partes. Y en este sector residencial, donde los más
ricos entre los ricos sólo entre ellos quieren vivir, Alí se encuentra —eso no
puede estar más claro— fuera de lugar.”
Günter Wallraff
Cabeza de turco
Traducción: Pablo Sorozábal
Círculo de
lectores, 1987
pág: 50-52
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