“—Como si el derecho a la vida de
los inmigrantes fuera distinto al...
—De los inmigrantes y los
refugiados.
-Ya...
—Deja que te explique por qué
digo «inmigrantes» y «refugiados». También está relacionado con el efecto que
las metáforas y el lenguaje que utilizamos tienen sobre nuestra visión de las
cosas. Tres cuartas partes de las personas que en los últimos años han tratado
de entrar irregularmente en Europa, por mar o por fronteras terrestres, han
huido de persecuciones o conflictos bélicos; son sirios, eritreos, afganos,
somalíes, gambianos, centroafricanos..., y por tanto, son refugiados, no
inmigrantes, ya que Naciones Unidas define al refugiado como la persona que ha
huido de su país por causa de una persecución o un conflicto que pone en
peligro su vida, aun cuando todavía no haya llegado a otro país que le dé asilo.
Entonces, ¿por qué nuestros políticos siguen hablando de inmigrantes cuando se
refieren a los que se encaraman a las vallas fronterizas o mueren al hundirse
las barcazas en el Mediterráneo? Sencillamente, porque si se los nombrase como
refugiados quedaría patente que los gobiernos europeos están vulnerando sus
propias leyes de asilo al impedir que esas personas lleguen a Europa por vías
seguras. Desde la gran crisis producida por los refugiados sirios se habla más
de refugiados, pero siempre se había tratado de evitar esa palabra.
—El lenguaje... —repitió Samuel,
pensativo. En ese momento recordó lo que le había explicado Saíd Tahiri, el abogado
marroquí.
—Sí, amigo mío, el lenguaje que
se utiliza tiene mucho que ver con el hecho de que a los inmigrantes y los
refugiados no les apliquemos los estándares de derechos humanos que sí
aplicamos a nuestros ciudadanos. Hablamos de la inmigración con términos como
avalancha, invasión, asalto masivo... Siempre nos referimos a ella con
metáforas que indican peligro o amenaza, y así la vemos como algo de lo que
debemos protegernos y defendernos.
—Y eso nos permite justificar la
crueldad con la que tratamos a esas personas, o al menos nos ayuda a mirar para
otro lado.
—Así es.
Samuel se giró para mirar hacia
el estanque y durante unos instantes ninguno de los dos habló.
—Si quieres otro ejemplo sobre el
uso perverso del lenguaje, lo tienes en la referencia constante que se hace a
las mafias, a las que se presenta como las responsables de los intentos de
llegar a suelo europeo que protagonizan las personas que huyen de determinados
conflictos. Parece que nuestra política de fronteras estuviera diseñada para proteger
a los refugiados de las mafias. Es decir, en lugar de ver a los inmigrantes y
los refugiados como personas que huyen de la miseria o los conflictos los vemos
como personas reclutadas y engañadas por las mafias.
—Y de esa forma, cuando les
impedimos la entrada, lo que estamos haciendo es luchar contra las mafias, ¿no?
-¡Aja!”
Miguel Pajares
Aguas de venganza
Alrevés, Barcelona 2016
pág: 211-212
El proper dimarts
22 de novembre, a les 19 hores i a l’aula 22 de l’Ateneu de Cerdanyola
del Vallès, Miguel Pajares, Doctor en Antropologia Social,
investigador del Grup de Recerca sobre Exclusió i Control Social de la
Universitat de Barcelona i president de la Comissió Catalana d'Ajuda al
Refugiat, ens parlarà de la seva última novel·la “Aguas de venganza”, en
una xerrada debat on parlarem de fronteres, exclusions i divisions
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