“Pero ¿estaba yo interesada en
experimentar con mi cuerpo, vendarme las tetas y ponerme relleno en los
pantalones? ¿Quería vivir como un hombre? No. Lo que a mí me interesaba eran
las percepciones y su mutabilidad, el hecho de que solemos ver lo que esperamos
ver. La Harry que yo veía reflejada en
el espejo, ¿no había cambiado ya bastante tal y como estaba? A veces me
preguntaba si alguna vez lograría verme como realmente era. Un día me miraba y
me encontraba con buen aspecto y buena figura (desde mi punto de vista, claro
está) y otro me veía hecha un esperpento, entrada en carnes y fondona. ¿Cómo
puede uno explicarse el cambio si no es pensando que la imagen que tenemos de
nosotros mismos es, en el mejor de los casos, poco fiable? No, yo quería dejar mi cuerpo al margen de
todo eso y emprender algunas excursiones artísticas bajo otros nombres y quería
algo más que un simple «George Eliot» como tapadera. Yo quería mis propias formas
de comunicarme indirectamente al estilo Kierkegaard, cuyas máscaras chocaban y
se enfrentaban entre ellas, donde la ironía era marcada y sutil y casi
invisible. ¿Dónde iba a encontrar yo un Victor Eremita, un A y un B, un Juez William, un Johannes de Silentio, un Constantin Constantius, un Vigilius Haufniensis, un Nicolaus Notabene, un Hilarius Encuadernador, un Inter et Inter, un Johannes Climacus y un
anti-Climacus, todos de mi autoría? En
mi caso no tenía nada claro cómo lograr tales transformaciones. Apenas lograba unos meros garabatos mentales, pero a mí me parecían productivos.
¿Acaso S. K. no había escrito
bajo el seudónimo de Notabene una serie de prefacios que no iban seguidos por
texto alguno? ¿Qué pasaría si yo inventaba
un artista del que existían muchas críticas y catálogos de exposiciones, pero
ninguna obra? Después de todo, ¿cuántos artistas habían sido catapultados a la
fama gracias a las tonterías escritas por los escritorzuelos de turno? ¡Ah, écriture! El artista tendría que ser un
hombre joven, un enfant terrible, rodeado de un vacío que generase páginas y
páginas de texto. ¡Ah, qué divertido podría llegar a ser!”
El mundo deslumbrente
Siri Hustvedt
traducción: Cecilia
Ceriani
Anagrama, 2014
página 43-44
“La aristócrata británica Margaret Cavendish, Duquesa
de Newcastle, fue dama de la reina
Enriqueta de Francia y vivió algún tiempo en Francia con ella en su exilio. Casada con sir William Cavendish, político y escritor mucho mayor que ella, Margaret participó contra fuerte oposición y
no pocas críticas en numerosos debates de filosofía natural de su época sobre
temas como la materia y el movimiento, la
existencia y naturaleza del vacío, la percepción y el conocimiento, así como en
la formulación de las primeras teorías moleculares.
Margaret Cavendish escribió diez libros de filosofía
natural (lo que hoy llamamos física) y una de las primeras novelas de ciencia
ficción (El Mundo Resplandeciente),
que fue en su época la primera novela firmada por una mujer británica publicada
en Europa, ante lo cual las críticas
arreciaron; no se consideraba que una
dama inglesa de su alcurnia debiera dedicarse a estos menesteres.”
Leer el artículo completo Margaret Cavendish: autora de la primera novela firmada por unabritánica publicada en Europa, de José Cervera
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