4 de gen. 2019

rabos de lagartija, 6



“En Rabos de lagartija los adolescentes David Bartra y Paulino Bradolet,  habitantes de la Barcelona de posguerra, están siempre cortando rabos de lagartija. Estos cortes que marcan el ritmo de la novela se encuentran en relación con otros cortes de varias narraciones entremezcladas: la narración de la desaparición del padre11 de David, perseguido por la policía franquista, la narración del aviador británico y de su historia de amor con la madre de David, la narración del inspector Galván sobre el expediente del padre de David y las narraciones que David se inventa continuamente sobre su padre, su madre, su hermano muerto, el inspector y el aviador. Entre todas estas narraciones se tejen las narraciones de la historia colectiva, la narración oficial de los vencedores y la narración ocultada, borrada, no cicatrizada, de los vencidos. Teniendo en cuenta la recurrencia de la cicatriz en Marsé, podemos hablar de la historia como cicatriz en el cuerpo. La intimidad y la historia se convierten así en narraciones de cicatrices. Si la versión oficial es un intento de hacer invisible la historia, de borrar sus cicatrices –intento que implica evidentemente sus mecanismos de ficcionalización–, las narraciones que David se inventa tratando de unir los trozos de verdad a los que tiene acceso desvelan la existencia de muchas cicatrices tanto a nivel de la historia familiar como a nivel de la historia colectiva.”



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