28 de gen. 2019

siri hustvedt, la mirada insomne


“De hecho,  estaba empeñada en comprender la psicología de la fe y de lo ilusorio que, seamos francos,  por lo general suelen ser la misma cosa.  ¿Cómo es posible que algunas ideas absurdas e incluso imposibles se apoderen de poblaciones enteras? El mundo del arte constituía el laboratorio de Harry (su microcosmos de interacción humana) en el que los dimes y diretes alteran literalmente las apariencias de las pinturas y de las esculturas. Nadie puede demostrar que una obra de arte es realmente superior a otra ni que el mercado del arte se rija en su mayoría por nociones tan subjetivas y estrechas.  Como Harry solía repetirme,  ni siquiera existe un acuerdo sobre la definición de arte.

Aunque en algunos casos lo ilusorio se hace patente.  A Harry y a mí nos fascinaba eso que llegó a denominarse «pánico moral», los brotes de terror que iban en aumento,  por lo general dirigidos contra un grupo u otro supuestamente «anormal»: judíos, homosexuales, negros, hippies y, no menos importante, las brujas y los demonios.  (…)Durante la década de 1980  y principios de la de 1990,  surgieron cultos satánicos por todo Estados Unidos y los periódicos se dedicaban a informarnos con tono serio sobre sus rituales truculentos. El contagio histérico arrojó como resultado incontables detenciones,  encarcelamientos y vidas destrozadas. Los efectos del pánico implicaron a psicoterapeutas,  asistentes sociales,  agentes del orden y tribunales.  Al final,  no pudo demostrarse la veracidad de ninguna de las acusaciones.  Las condenas fueron anulándose una tras otra.  Atrapadas en una epidemia de ideas contagiosas, cientos de personas estaban dispuestas a creer que la mujer u hombre que trabajaba en el centro de atención de día,  así como el sheriff,  el profesor y el vecino de la esquina eran monstruos que violaban y mutilaban a los niños,  y que bebían su sangre y comían sus heces en el desayuno. De las mentes de adultos y niños surgieron recuerdos horripilantes, historias de aquelarres,  de sodomía y de innumerables asesinatos,  pero nunca se encontró ningún cadáver ni ninguna señal de tortura en persona alguna.  Sin embargo,  la gente seguía creyendo.  Los hay que todavía creen.

Piensen en las historias que empezaron a circular tras el 11 de septiembre. Que si en el ataque a las Torres Gemelas no había muerto ningún judío y que si el gobierno de Estados Unidos había organizado aquella atrocidad. Tal disparate contó con firmes defensores al igual que,  por supuesto,  la gran mentira de la administración Bush que asoció la matanza con Irak. Es fácil afirmar que aquellos que se dejan arrastrar por tales creencias son unos ignorantes, pero las creencias constituyen una rara mezcla de sugestión, imitación,  deseo y proyección. A todos nos gusta pensar que somos resistentes a las palabras y acciones de los demás.  Creemos que no hacemos nuestras las fantasías de los otros,  pero estamos equivocados.  En algunas creencias es tan obvio que lo que defienden es un disparate (las proclamas de la Sociedad de la Tierra Plana,  por ejemplo) que a la mayoría de nosotros nos resulta muy fácil rechazarlas.  Pero hay otras que residen en territorios ambiguos,  donde lo personal y lo interpersonal no pueden distinguirse con tanta facilidad.

No debemos olvidar que Harry había estado durante años reescribiendo su propia vida a través del psicoanálisis,  que lo que ella llamaba un «texto revisionista» de su vida,  un texto de lento desarrollo,  había empezado a reemplazar al texto «mítico» anterior.  Las personas y los hechos empezaron a adquirir nuevos significados para ella.  Sus recuerdos cambiaron. Harry no había recobrado ningún recuerdo dudoso de su infancia, pero el 19 de febrero de 2003,  sólo un mes antes de exponer Debajo,  me dijo que había notado que, al repasar su vida, había grandes lagunas. Con un poco de estímulo lograba llenar fácilmente los espacios en blanco recurriendo a la inventiva. De todos modos, ¿no tienen algo de ficción la mayoría de los recuerdos? Ella recordaba cosas que yo había olvidado y yo recordaba lo que ella había olvidado, y cuando intentábamos rememorar la misma historia, ¿no lo hacíamos de forma diferente? Y eso que ninguna de las dos mentía. Las escenas del pasado cambian y se reorganizan continuamente, enfocándose desde un presente distinto, eso es todo, y los cambios tienen lugar sin que nos demos cuenta. Harry llegó a reinterpretar un sinfín de recuerdos. Toda su vida había adquirido un aspecto diferente. Harry se preguntaba cómo había empezado todo. Los pensamientos, las palabras, las alegrías y los miedos de otras personas nos afectan y se vuelven parte de nosotros. Viven dentro de nosotros desde el principio.  (…)  Lo que Harry quería saber era: ¿somos sólo una persona o somos muchas? ¿Acaso los actores y los escritores no hacen de la invención de personajes un modo de vida? ¿De dónde surgen esos personajes?

Yo sostenía que,  por más apasionados que fuesen,  los artistas distinguían la diferencia entre creador y creación;  que el trastorno,  se llamara como se llamase,  estaba conectado a un trauma y que,  sin lugar a dudas,  la supuesta epidemia había sido decretada por terapeutas entusiastas y a menudo mal informados. (…) Sí, sí, dijo, pero ¿esas criaturas y los álter egos no se construyen a partir del mismo material subliminal?  ¿Esos otros que llevamos dentro no son como personajes oníricos? (…)

Llevaba un tiempo trabajando con Rune y,  en el proceso de creación de la obra Debajo,  habían llevado a cabo algunos juegos y los habían filmado, juegos con máscaras, disfraces y utilería. Y al actuar empezaron a surgir cosas. Harry se quedó mirándome fijamente. Le pregunté: ¿qué cosas?

o que la tenía tan conmocionada e incluso asustada,  me dijo,  era lo que Rune había logrado despertar en ella y, fuese lo que fuese, estaba convencida de que era algo que había estado en su interior durante mucho tiempo, pero que ella nunca se había permitido expresar”.


El mundo deslumbrente
Siri Hustvedt
traducción: Cecilia Ceriani
Anagrama,  2014
página 269-272



“Los ojos y la mirada están presentes en la obra…”, leer el artículo completo Siri Hustvedt,  la mirada insomne”,  de Iñaki Urdanibia

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