Entrevista en la revista télam, del 24 de abril de 2016
P: ¿Cómo te ubicás respecto de las dictaduras en España y
Argentina?
R: Me siento un expatriado, me gustaría tener certificado de
náufrago, me siento muy identificado con esa especie de sombra del exilio,
porque la cultura española resistió y revivió en el exilio.
Muchos encontraron afecto en un
viaje transatlántico, otros crearon frente a la derrota y no dejaron de luchar:
en Buenos Aires surgieron revistas, nuevas editoriales que se convirtieron en
referentes culturales.
Esa historia se ha contado poco.
La Biblioteca Nacional de España es impresionante, pero tiene una laguna sobre
literatura del exilio. Hay una biblioteca creada por gente universitaria que se
llama la "Biblioteca del exilio", hay más de 1.500 libros
recuperados, cosas que parecían perdidas, porque durante 50 años fueron
quedando por el camino.
P:¿Entonces pensaste esta obra como un homenaje a quienes sufrieron
el exilio desde las dos orillas?
R: De alguna manera hay un homenaje al exilio, a todo lo que
significó. Hay un mundo anfibio: esa librería de Terranova tiene esa condición
de anfibia, porque está sobre tierra, pero está como moviéndose en el mar,
porque es como una galería, una corriente marina que se va uniendo con otros
lugares, con América, con el exilio europeo.
Es un lugar donde uno tiene su
propia psico-geografía, porque en la novela lo importante es esa geografía
íntima, y por eso el narrador dice que busca en la línea del horizonte, donde
está todo lo perdido, y lo busca detrás de la línea del horizonte, del exilio.
P: ¿De ahí la sensación de pérdida que aparece en la mayoría de los
personajes?
R: Sí, de pérdida y de resistencia, lo que está encarnado en todos
los personajes y especialmente en Garúa, que es una refugiada que huye de la
represión y de la muerte de Argentina; pero también encarna la vuelta, el
retorno del exilio, y lleva en sus alforjas esos libros, y es portadora de lo
que habían llevado los exiliados, es portadora de libertad.
P: ¿Por qué elegiste que el protagonista Vicenzo estuviera afectado
por la poliomielitis?
R: La poliomielitis es una enfermedad que tuvo efectos dramáticos
masivos en España, conocí mucha gente afectada por esta enfermedad. Fue una
enfermedad ocultada. Por eso detrás de esta novela, en la que confluyen varios
géneros literarios, hay una historia de serie negra, porque la causa de que no
se tratara a su debido tiempo la enfermedad cuando ya existían vacunas es
porque se disputaban intereses por corrupción. Por eso el totalitarismo afecta
el pensamiento, la cultura de la gente, pero realmente penetra en todo, también
afecta los cuerpos, no solo porque los encarcela o tortura, y por eso Vicenzo
dice "mi cuerpo es un manifiesto", como una metáfora de la dictadura.
A veces se decía en España que no
había serie negra, pero yo digo que es mentira, porque las series negras en
España son las novelas que tratan de ese período de la dictadura. Porque la
mafia, la organización criminal de ese larguísimo período estaba en el poder,
entonces de alguna forma son novelas de serie negra.
P: El libro lleva una dedicatoria a Elsa Oesterheld, ¿por qué?
R: Yo había hecho un reportaje sobre la familia Oesterheld que se publicó en la revista
del diario El País, como "El desaparecido Hugo, una historia
argentina". Además me habían regalado "El eternauta" y me impresionó ese libro que era una
especie de profecía. Coincidí en Buenos Aires en una mesa con Elsa, por la
presentación de un libro. Le dije que había leído "El eternauta" y empezamos a hablar, tuvimos una
conversación de horas que siguió con una entrevista al otro día y a partir de
ahí, en vez de estar diez días decidí quedarme dos meses.
Con ese reportaje la sensación
que tuve es de no ser un pasajero, un turista, ni siquiera un periodista
ocasional, fue una inmersión con gente que había conocido la muerte, el otro
lado. Hablé con muchísima gente, de distintos lugares, fue durísimo, como
hablar del franquismo en España. Para mí esa experiencia de inmersión que fue
el trabajo con la familia Oesterheld me
hizo llegar mucho a la gente.
P: ¿Quién fue el librero Molist
al que también aludís en la dedicatoria, en qué medida inspiró este libro?
R: Fue uno de los primeros libreros que conocí, era de los que
tenía libros prohibidos. A su librería llegaba la policía para interrogarlo,
siempre estaba en vilo, era un auténtico librero. Cuando no iba a clase me
hacia la taba -la rabona- iba a hablar con él porque para mí era como tener una
clase maravillosa. No había nadie de mañana y estábamos los dos solos, y me
quedó grabada una situación un día que entró una persona a comprar "Trilce", de Cesar Vallejo, y él no se lo quería
vender. No quería vender por vender un libro al primero que entrase.
Para mí era insólito que alguien
que tenía una tienda para vender ejerciera aquella protección con los libros para
que no quedaran indefensos. Fue un auténtico librero, alguien que hace de una
librería un lugar de memoria, de emoción.
P: En base a esa experiencia, ¿qué significado fueron adquiriendo
las librerías y los libros en tu vida?
R: En la librería de Molist sentí
la sensación de que estábamos como iguales con el librero, con las otras
personas que venían, y con los autores, sentí que todos formábamos parte de ese
espacio, los vivos y los muertos. Se rompía esa escisión entre vida y muerte.
Se cumplía eso que querían los surrealistas de encontrar un lugar donde superar
las contradicciones, la vida y la muerte, el pasado y el futuro. De alguna
forma cuando las librerías están en vilo, estás con los personajes en pie de
igualdad.
P: ¿Hasta qué punto la dictadura española pueden compararse con lo
ocurrido en Argentina en cuanto al daño cultural?
R: La historia de la cultura es dramática. La propia cultura ha
sido utilizada para aniquilar aquello que abría nuevas miradas.
Los inquisidores tenían mucha
cultura y eran los encargados de quemar y censurar los libros. Hice un trabajo
sobre el escritor español Eduardo Blanco
Amor, amigo de Lorca, y
perseguido no solo por sus ideas, sino por su homosexualidad que estuvo
exiliado en Argentina.
Cuando intenta publicar su novela
en gallego y castellano, "La
Parranda", hubo un dictamen de la censura que dijo que era una
historia escrita con una gran técnica, pero se recomendó su no publicación. En
los años 70 se vuelve a presentar, y evalúan que es una novela escrita
magníficamente, pero se recomienda eliminar ciertas partes porque pone en duda
la honorabilidad de los defensores del orden.
A mí me llegó un dictamen del 75
sobre "Mascaró" de Haroldo Conti, en el que se hace un
elogio de la obra, pero al final dice que "no puede dejar de ocultar su
condición de obra inspirada en el marxismo, por lo que se recomienda su no
publicación". Es tremendo, es el poder cultural que niega a la cultura.”
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