“Hoy nació la
hija de Viana, la chica furtiva. La primera nativa de Terranova. En la Cámara
Estenopeica, con la ayuda de Expectación y de Goa. Si volviese a nacer, me
encomendaría a sus manos. Creo que mi inutilidad resultó eficaz. Yo estaba allí,
compartiendo el estupor de las esferas ante la vida, y de pronto vino Expectación
y me puso en los brazos aquel contrabando.
Se llama Estela.
Estela Marina. ¿Te gusta?
Mucho. Mírala
bien, seguro que ya nace con el nombre tatuado.
Me sorprendió el
tamaño. Qué menuda. Pensé que sería más grande que la madre. Me parecía que se
iba a tambalear toda la librería. Que se harían añicos las esferas. Que
rechinarían las biblias. Todo está mejor ahora. Los gatos, Baleia, todos andan
ojo avizor, imbuidos de una responsabilidad. Incluso olvidé el Síndrome, o el Síndrome
me dio una tregua. Por la tarde las llevamos a ambas, madre e hija, a una cama
grande en el primer piso. Y no vino un médico, sino tres. Tres doctoras. Begoña,
Amparo y Lola, de la tribu de Terranova.
Y fue Lola la que
preguntó por el padre.
El padre es un
inmortal, dije yo, guiñando un ojo a Viana.
Ya se le ve a la
niña, dijo Amparo. Ya sabe reír. Lo normal es que tarde cuarenta días en
aprender a reír. Ya está en Aristóteles.
¡Un ignorante,
ese Aristóteles!, exclamó Expectación. El mío se rio el primer día, nada más
ver a la madre. Servidora.
Zoroastro nació
con la risa en la boca, dijo Begoña. Al parecer, de ahí proviene su sabiduría
astral.
Pues mira, como
el mío, dijo Expectación. Ahora anda por el mar, siguiendo a los astros.
Ella se había
venido de Chor para Terranova cuando el Aviador y Adelaida habían empezado con
los trámites de venta de la Casa Grande. No les tenía ninguna ley: Unos
meapilas, ¡pero de los de la Virgen del Puño! Dombodán, después del estallido
del taller de pirotecnia, oficialmente un accidente por un fallo eléctrico, había
logrado embarcar al fin, pero no en un mercante, sino al cuidado de la
residencia de mascotas en un transatlántico de cruceros turísticos. Ya ves,
dijo Expectación. En el campo ya no queda ganado que cuidar, lo sacrificamos, y
él anda de mayordomo de animales en el Queen Mary. Pero no parará hasta
llegar a Antofagasta.
Me había llamado,
Expectación. Necesitaba un techo.
Le dije que sí,
claro, que me vendría bien un ama de cría.
Seguro, dijo
ella. De pequeño mamabas como una persona mayor.
No quise
explicarle la situación de la librería. Terranova tenía los días contados. Por
el contrario, y después de reírme de mi precoz pasión mamaria, le dije que
necesitaba su ayuda, que con el tiempo sería una buena librera. Con el tiempo,
sí, con el tiempo haría un funeral de primera, se burló. Pero yo insistí, y
mientras hablaba creía en lo que decía.
Desde que la
argentina me enseñó, dijo por Garúa, solo leí un libro. Me gustó tanto que me
dije: ¿Y ahora para qué voy a leer otro? Voy a leer este toda la vida. Y ya
debo de haberlo leído diez o quince veces. Pedro Páramo. Está escrito
con levadura. Lo dejas una noche y fermenta. Se llena de cosas nuevas.
Pues seguro que tú
eres la persona que más sabe en el mundo de Pedro Páramo.
No te digo que
no.
Ya verás. Haremos
un encuentro con los amigos de la librería: Expectación y «Pedro Páramo».
Llegará el día en que vengan catedráticos y todo.
Yo hago lo que tú
me digas.
Suerte que
Expectación estaba ahí para el parto de la chica furtiva.
En mi eficaz
inutilidad, me había pasado toda la noche anterior hablando con Viana.
Ninguno de los
dos podía dormir. Ella estaba a punto de dar a luz. Sentía removerse a la cría.
Abrirse paso. Yo no lograba conciliar el sueño, llevaba ya varias noches de búho,
por culpa del ultimátum. Tenía miedo de que se produjese un desalojo por
sorpresa. Estaba pasando en muchos lugares. No se respetaba la vejez del
inquilino, ni el estado de necesidad, ni siquiera la invalidez. ¿Quién era yo? ¿Qué
significa el cierre de una librería, otro cierre más? Un hueco, un vacío, otro
hueco. El vacío avanza, y por su naturaleza, nadie se da cuenta de ese imperio
hasta verse en el vacío. El desalojo de las almas, el abaratamiento del
cerebro, la pérdida de oxígeno. Los viveros de las librerías, los talleres que
bullen y cantan, las revistas de arte insurgente son los anticuerpos de la
cultura libre que expulsan el vacío. Somos los objetivos de una guerra no
declarada. ¿Dónde está mi Pulmón de Acero? Así veo yo las cosas. Así hablo
solo. Emitiendo en onda corta en La noche de Terranova. No, no le voy a
ir con la llorada ni a Viana. Ella resiste el vacío. Es un anticuerpo contra el
Vacío.
¿Por qué se te
ocurrió venir aquí, Viana?
Pensé que era el
sitio más seguro. Hablé con Zas y estábamos de acuerdo. ¿Qué lugar más seguro
que una librería?”
El último
día de Terranova
Manuel
Rivas
Alfagura, 2015
Página 237-240
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada