12 de des. 2019

el último día de terranova, 7




“Hoy nació la hija de Viana, la chica furtiva. La primera nativa de Terranova. En la Cámara Estenopeica, con la ayuda de Expectación y de Goa. Si volviese a nacer, me encomendaría a sus manos. Creo que mi inutilidad resultó eficaz. Yo estaba allí, compartiendo el estupor de las esferas ante la vida, y de pronto vino Expectación y me puso en los brazos aquel contrabando.

Se llama Estela. Estela Marina. ¿Te gusta?

Mucho. Mírala bien, seguro que ya nace con el nombre tatuado.

Me sorprendió el tamaño. Qué menuda. Pensé que sería más grande que la madre. Me parecía que se iba a tambalear toda la librería. Que se harían añicos las esferas. Que rechinarían las biblias. Todo está mejor ahora. Los gatos, Baleia, todos andan ojo avizor, imbuidos de una responsabilidad. Incluso olvidé el Síndrome, o el Síndrome me dio una tregua. Por la tarde las llevamos a ambas, madre e hija, a una cama grande en el primer piso. Y no vino un médico, sino tres. Tres doctoras. Begoña, Amparo y Lola, de la tribu de Terranova.

Y fue Lola la que preguntó por el padre.

El padre es un inmortal, dije yo, guiñando un ojo a Viana.

Ya se le ve a la niña, dijo Amparo. Ya sabe reír. Lo normal es que tarde cuarenta días en aprender a reír. Ya está en Aristóteles.

¡Un ignorante, ese Aristóteles!, exclamó Expectación. El mío se rio el primer día, nada más ver a la madre. Servidora.

Zoroastro nació con la risa en la boca, dijo Begoña. Al parecer, de ahí proviene su sabiduría astral.

Pues mira, como el mío, dijo Expectación. Ahora anda por el mar, siguiendo a los astros.

Ella se había venido de Chor para Terranova cuando el Aviador y Adelaida habían empezado con los trámites de venta de la Casa Grande. No les tenía ninguna ley: Unos meapilas, ¡pero de los de la Virgen del Puño! Dombodán, después del estallido del taller de pirotecnia, oficialmente un accidente por un fallo eléctrico, había logrado embarcar al fin, pero no en un mercante, sino al cuidado de la residencia de mascotas en un transatlántico de cruceros turísticos. Ya ves, dijo Expectación. En el campo ya no queda ganado que cuidar, lo sacrificamos, y él anda de mayordomo de animales en el Queen Mary. Pero no parará hasta llegar a Antofagasta.

Me había llamado, Expectación. Necesitaba un techo.

Le dije que sí, claro, que me vendría bien un ama de cría.

Seguro, dijo ella. De pequeño mamabas como una persona mayor.

No quise explicarle la situación de la librería. Terranova tenía los días contados. Por el contrario, y después de reírme de mi precoz pasión mamaria, le dije que necesitaba su ayuda, que con el tiempo sería una buena librera. Con el tiempo, sí, con el tiempo haría un funeral de primera, se burló. Pero yo insistí, y mientras hablaba creía en lo que decía.

Desde que la argentina me enseñó, dijo por Garúa, solo leí un libro. Me gustó tanto que me dije: ¿Y ahora para qué voy a leer otro? Voy a leer este toda la vida. Y ya debo de haberlo leído diez o quince veces. Pedro Páramo. Está escrito con levadura. Lo dejas una noche y fermenta. Se llena de cosas nuevas.

Pues seguro que tú eres la persona que más sabe en el mundo de Pedro Páramo.

No te digo que no.

Ya verás. Haremos un encuentro con los amigos de la librería: Expectación y «Pedro Páramo». Llegará el día en que vengan catedráticos y todo.

Yo hago lo que tú me digas.

Suerte que Expectación estaba ahí para el parto de la chica furtiva.

En mi eficaz inutilidad, me había pasado toda la noche anterior hablando con Viana.

Ninguno de los dos podía dormir. Ella estaba a punto de dar a luz. Sentía removerse a la cría. Abrirse paso. Yo no lograba conciliar el sueño, llevaba ya varias noches de búho, por culpa del ultimátum. Tenía miedo de que se produjese un desalojo por sorpresa. Estaba pasando en muchos lugares. No se respetaba la vejez del inquilino, ni el estado de necesidad, ni siquiera la invalidez. ¿Quién era yo? ¿Qué significa el cierre de una librería, otro cierre más? Un hueco, un vacío, otro hueco. El vacío avanza, y por su naturaleza, nadie se da cuenta de ese imperio hasta verse en el vacío. El desalojo de las almas, el abaratamiento del cerebro, la pérdida de oxígeno. Los viveros de las librerías, los talleres que bullen y cantan, las revistas de arte insurgente son los anticuerpos de la cultura libre que expulsan el vacío. Somos los objetivos de una guerra no declarada. ¿Dónde está mi Pulmón de Acero? Así veo yo las cosas. Así hablo solo. Emitiendo en onda corta en La noche de Terranova. No, no le voy a ir con la llorada ni a Viana. Ella resiste el vacío. Es un anticuerpo contra el Vacío.

¿Por qué se te ocurrió venir aquí, Viana?

Pensé que era el sitio más seguro. Hablé con Zas y estábamos de acuerdo. ¿Qué lugar más seguro que una librería?”


El último día de Terranova
Manuel Rivas
Alfagura, 2015
Página 237-240

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