“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que
querrán saber es dónde nací, cómo fue todo eso de mi infancia, que hacían mis
padres antes de tenerme a mí, y demás idioteces, estilo David Copperfield; pero
no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero, porque es un aburrimiento, y
segundo porque a mis padres les daría un infarto si yo me pusiera acá a hablar
de su vida privada. Para esas cosas son especiales, sobre todo mi padre. Son
buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no les gana nadie.
Además, no se crean que voy a contarles mi autobiografía con todos los
detalles. Sólo voy a hablarles de una cosa loca que me pasó la última Navidad,
antes que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme acá a reponerme un
poco. A D.B. tampoco le he contado mucho más, y eso que es mi hermano. Vive en
Hollywood. Como no está muy lejos de este antro, me viene a ver casi todos los
fines de semana. El será quien me lleve a casa cuando salga, quizás el mes que
viene. Acaba de comprase un 'Jaguar', uno de esos cacharros ingleses que
levantan a doscientas millas por hora como si nada. Como cuatro mil dólares le
ha costado. Está lleno de plata, el tipo. Antes no. Cuando vivía en casa era
solamente un escritor común y corriente. Por si no saben quién es, le diré que
escribió El pececito secreto, que es un libro de cuentos de primera. El mejor de todos es el que
se llama igual que el libro. Se trata de un niño que tiene un pez y no se lo
deja ver a nadie porque se lo ha comprado con su dinero. Es una historia
buenísima. Ahora D.B. está en Hollywood prostituyéndose. Si hay algo que odio
en el mundo es el cine. Ni me lo nombren.”
J.D. Salinger
El guardián entre el centeno
Alianza, 1978
pág. 7-8
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