Discurso completo de Claudia Piñeiro al recibir Premio de Novela Negra Pepe Carvalho
del año 2019:
“Primero,
quiero expresar lo feliz que me siento por recibir este premio y agradecerle al
ayuntamiento de Barcelona, al festival BC Negra y al jurado por haberme honrado
con esta distinción, que lleva el nombre nada menos que del detective insignia
de Manuel Vázquez Montalbán.
Segundo, quiero compartir este premio con mis colegas, escritores y escritoras
de novela negra que me han hecho disfrutar el género tanto cuando escribo como
cuando leo y valorarlo. Y por último, señalar cuánto les debemos quienes escribimos
novela negra a tantos libreros y libreras que nos recomiendan a sus lectores,
con un especial recuerdo a Paco Camarasa
y su Negra y Criminal.
Tengo
consciencia de que soy la cuarta mujer que gana este premio, y la primera o
primer latinoamericano. Por eso me propongo hablar desde allí, desde ese lugar:
los márgenes. Porque hay una sospecha de marginalidad también en el género que
nos convoca. Y quienes vivimos corridos de los centros de poder, por cuestiones
de género o geográficos, aprendimos a poner de nuestro lado supuestas
debilidades y convertirlas en fortalezas. Así, parada en los márgenes que
significa ser argentino o argentina, ser escritor o escritora en Argentina, y
ser escritor o escritora de policial en Argentina, debo confesarles que en mi
país hemos tenido la suerte de que los mejores autores que ha dado nuestra
literatura - desde Jorge Luis Borges
hasta Ricardo Piglia- han apreciado
el género policial, lo han difundido, lo han estudiado, lo han traducido.
Muchos de ellos, además, han escrito al menos un cuento policial, una novela
negra o un texto que camina por los bordes del género: Manuel Puig (The Buenos
Aires affaire, El beso de la mujer araña), Juan José Saer (La pesquisa),
Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares (Los que aman odian), por dar sólo
algunos ejemplos.
Borges, además
de dejarnos La muerte y la brújula,
o los Seis problemas para Isidro Parodi,
dirigió con Bioy Casares la
colección Séptimo Círculo, con la que
muchos argentinos y argentinas empezamos a leer novela policial. Y escribió
interesantes trabajos, conferencias y reflexiones sobre el género. Si tengo que
elegir dos de sus aportes fundamentales al estudio de la literatura negra
señalaría:
1.
Lo que aparece con este nuevo género, a partir
de Edgar Allan Poe, no es una nueva
manera de narrar o de escribir tramas sino de leer. Para Borges, Poe inventa un
nuevo tipo de lector: el lector de policial. Todos nosotros, los que estamos
acá, fuimos inventados por él. “Ese juguete riguroso que nos ha dejado Edgard Allan Poe”, llama Borges a este
género en el prólogo a uno de sus libros. El lector de policial lee buscando
descifrar enigmas, encontrar claves ocultas, intentando no caer en la trampa de
falsas pistas. Porque para ese lector una palabra puede encerrar el móvil de un
asesinato.
2.
El policial es un género noble. Borges eleva un
género literario considerado por muchos modesto al rango de la mejor
literatura. Recupera al policial desde ese lugar de marginalidad para hacerlo
central, lo ilumina.
De Borges a
Piglia, el recorrido de escritores argentinos interesados en la literatura
negra es amplio y a favor del género. Mientras Borges destaca la
"estructura formal" del policial, Piglia destaca "la ficción
paranoica" Borges dice: "En esta época nuestra tan caótica, hay algo
que, humildemente, ha conservado las virtudes clásicas: el policial. Ya que no
se entiende un policial sin principio, sin medio y sin fin". En cambio
Piglia dice: "La ficción se vuelve paranoica porque quien la interpreta
debe buscar los sentidos e hilos perdidos que hilvanan la verdad". Y en Blanco Nocturno le hace decir al
Comisario Croce, cuando Renzi le pregunta quién mató a Durán: “Vos lees
demasiadas novelas policiales, pibe, si supieras cómo son verdaderamente las
cosas. No es cierto que se pueda establecer un orden, no es cierto que el
crimen siempre se resuelve”.
Con la misma
admiración que ellos, los escritores y escritoras argentinos de novela policial
nos movemos desde la certeza estructural de Borges a la incerteza paranoica de
Piglia. Allí se encuentra nuestra tradición literaria y la gran identificación
con este género.
Pero además de
la literatura está la realidad. Y cada sociedad produce distintos tipos de
crímenes. Dijo Mempo Giardinelli en
una conferencia sobre el policial en México que cualquier escritor
latinoamericano con un ojo atento a lo que pasa a su alrededor termina
escribiendo novela social y policial. Para contar una sociedad necesitamos
contar los crímenes que en ella se cometen. Y para explicar un crimen hay que
contar la sociedad que le ha dado lugar. Los crímenes de la dictadura militar
en la Argentina, la desaparición de personas, son crímenes que fueron cometidos
en nuestra sociedad. La apropiación de menores durante la dictadura también.
Los asesinos solitarios que desde un balcón matan a niños que juegan en el
patio de una escuela, en cambio, no son comunes en la sociedad argentina sino
en aquellas donde la compra y tenencia de armas está avalada sin mayores
requisitos ni cuidados: aparecen cada tanto en los Estados Unidos, tal vez en
breve tiempo en Brasil después del decreto del nuevo presidente que flexibiliza
la posesión de armas.
¿Qué crímenes
me preocupan de los que se cometen hoy, enero de 2019, en la Argentina? Los
femicidios: mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres. En mi país para
tipificar este delito no es necesario que quien mate tenga una relación con la
víctima -entiendo que en España sí-, sino que en su deseo de matar haya pesado
el hecho de que la asesinada sea una mujer. Por ejemplo, un hombre que aborda a
una mujer que regresa a su casa, la viola y luego la mata. En Argentina este
crimen tiene más pena que otros tipos de asesinatos.
Sin embargo,
la pena mayor no parece disuasoria y en lo que va del año hubo un femicidio
cada 28 horas en la Argentina (según datos elaborados al 21 de enero por el
Registro Nacional de Femicidios del Observatorio “Ahora que sí nos ven”).
Cuando hace una semana escribí este discurso eran 18 las mujeres asesinadas en
2019. Anoche lo corregí, ya eran 19. Esta mañana en el desayuno volví a
corregir el número: 20 femicidios en un mes. Son estos crímenes los que hacen
que las argentinas salgamos a la calle a gritar #NiUnaMenos.
Pero también
hay en mi país otro crimen perpetrado contra mujeres: el derivado de la
práctica clandestina del aborto que sigue prohibido en la Argentina (excepto si
el embarazo es por causa de violación o existe riesgo de vida de la madre o
inviabilidad de vida del feto fuera del útero). En ningún otro caso una mujer
puede abortar legalmente en la Argentina. Aunque claro que si ha tomado la
decisión de hacerlo, lo hará. Si tiene dinero en las mejores clínicas, si no lo
tiene en las peores condiciones de salud y en la clandestinidad. Cuando en mi
país una mujer decide abortar y es obligada a hacerlo fuera del sistema de
salud, alguien, no ella, está cometiendo un crimen y es responsable. Y ese
alguien es el Estado que la deja librada a su suerte.
Una mujer -sobre
todo si es pobre- puede morir en un aborto, puede quedar mutilada, pero si
sobrevive, puede además ir a la cárcel, porque la ley argentina considera que
el crimen lo comete ella. Según la ley vigente, la mujer que se hace un aborto
tiene una pena de cárcel que va de 1 a 4 años. En el nuevo código penal que se
pondrá a consideración de los legisladores en breve, la cosa de tan hipócrita
es casi peor: un juez debe evaluar si la mujer que abortó tenía motivos válidos
y suficientes para decidir interrumpir el embarazo, si sí, libre, si no, a la
cárcel. Increíble, ¿no? Si se aprueba esta aberración, en la Argentina será
increíble pero real. Les ahorro mis comentarios. Las mujeres de mi país también
salimos a las calles a pedir aborto legal, seguro y gratuito. Y seguiremos
saliendo hasta que se nos dé un derecho básico del que estamos privadas. Si van
a Argentina se cruzarán con montones de jóvenes que llevan un pañuelo verde
atado a su mochila, el pañuelo que es el símbolo de nuestra lucha. Este
pañuelo. Tal vez ya se han cruzado con alguno atado a una mochila en las
Ramblas, en la Barceloneta o en el Born.
No tengo dudas
de que de estos crímenes cometidos contra las mujeres hablará mucha de la
literatura negra que se está escribiendo en estos momentos en la Argentina.
Porque quién sino el género negro para contar una sociedad. Y para hacer
justicia; aunque sea justicia poética.
Por último,
quiero hablar unos instantes de Manuel
Vázquez Montalbán. Como tantos argentinos a los que nos gusta la novela
negra, y a diferencia de otros ganadores de este premio, he leído a Montalbán.
Y he disfrutado a su Pepe Carvalho. Pero nunca lo conocí. A pesar de eso, tengo
la sensación de que sí nos hemos visto alguna vez. No sé si por la cantidad de
anécdotas que lo tienen de protagonista y he escuchado relatadas por escritores
amigos. O por el homenaje que le hace Andrea
Camillieri con su Comisario Montalbano. O porque he leído en Un golpe de vida, de Juan Cruz Ruiz, la escena en la que MVM
muere en el aeropuerto de Bangkok buscando la puerta de embarque y, como Juan
Cruz, tengo la sensación de que estuve allí. O porque él estuvo en mi ciudad y
escribió el Quinteto de Buenos Aires.
O porque era hijo de un gallego pero creció rodeado de catalanes como yo. No lo
sé, lo cierto es que siempre lo he sentido cercano. Sin embargo, ¿qué voy a
contarles yo de Vázquez Montalbán o de Carvalho que no sepan?, me preguntaba
cuando tenía que preparar estas palabras. Y entonces un amigo me ofreció una
caja con siete libritos que hizo la editorial Planeta en el 97 para conmemorar
los 25 años de Pepe Carvalho. Y uno de esos libritos trae Las 101 preguntas sobre Carvalho, una especie de test de memoria
lectora que por supuesto devoré. Las preguntas están clasificadas de mayor a
menor complejidad. Por ejemplo, entre las muy fáciles está: "¿Por qué
quema libros Pepe Carvalho?" Y la respuesta se encuentra a lo largo de
toda su obra: Porque no le han enseñado a vivir. Entre las fáciles: "¿De
qué se disfrazó Carvalho en una fiesta de final de despedida ofrecida en un
balneario?" La respuesta, en El
Balneario: De detective privado. Entre las difíciles: "¿Cuál es el
único libro de Vázquez Montalbán que ha quemado Carvalho?" La respuesta en
Historias de política ficción: Tatuaje. O las muy difíciles:
"¿Cuál es la única ciudad en la que Carvalho no consigue dormir
nunca?" La respuesta en Asesinato
en el Comité Central, El premio,
Asesinato en Prado del Rey y otras
historias sórdidas: en Madrid.
Me divertí
mucho respondiendo el cuestionario. Pero me sentí un tanto descorazonada cuando
llegué a la pregunta 101, que no tiene respuesta impresa. Porque la editorial
había organizado un concurso para premiar a quien la respondiera. Y el premio
era un viaje. "¿A dónde?" Coincidencias azarosas de la vida y la
literatura: a la Argentina.
Quien
respondía correctamente la pregunta 101 entraba en un sorteo y si ganaba
viajaba a Buenos Aires: "¿Dónde comenzó a comprar preservativos Pepe
Carvalho?". Y otra vez la coincidencia azarosa y el círculo que se cierra.
Porque hoy vengo a recibir este premio a la BCNegra, pero el primer premio que
recibí en mi vida fue por una nota periodística que escribí y que se llamaba Preservativos, una fobia masculina. Era
principios de los 90 y yo escribía para una revista “feminista”, Emanuelle. La única que existía en
Argentina. Competí en el rubro "mujer y hogar", las otras notas de la
terna eran una sobre macetas y otra sobre bricolaje. Corrían tiempos en que
empezábamos a saber del Sida, y al rechazo de muchos hombres a usar
preservativo se sumaba que el Papa de aquel entonces desaconsejó su uso. Por
todo esto la razón de aquella nota, que señalaba esa fobia de los hombres
incluido el Papa. Lo cierto y mágico es que en aquel premio estuvieron
presentes los preservativos, y en este también con la pregunta 101 acerca de
Pepe Carvalho. La respuesta me la consiguió Nacho Iraola, director de Planeta Argentina. Acá va para quienes no
la sepan: la encuentran en Los mares del
sur (1979): "Lo primero que exijo a mis parejas es un certificado de
esterilet, diafragma o pastilla y si no están en regla, me pongo un
preservativo. Siempre llevo una cajita en el bolsillo". Acá abro un
paréntesis a la cita para señalar que visto con los ojos de hoy puede sonar
algo "machirulo" que en una relación sexual se le exija en primera
instancia a la mujer que se cuide; pero corría el año 79, o sea, hace cuarenta
años de este texto, así que mis respetos y aplausos a Pepe Carvalho que siempre
llevaba una caja de preservativos en el bolsillo, escapando así desde mucho
antes y con honores a la extendida fobia. "Los compro en La Pajarita, una
casa de gomas de la calle Riera Baja. Allí empecé a comprarlos y allí sigo. Soy
un hombre muy rutinario".
Pepe Carvalho
es un hombre muy rutinario, y yo una mujer muy afortunada por estar acá
recibiendo este premio con ustedes.
Muchas gracias.”
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