La autora del
mes, Claudia Piñeiro, es la ganadora del XIV Premio Pepe Carvalho que
recibió el pasado 31 de enero en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona,
dentro del festival BCNegra, que tuvo
lugar en la capital catalana entre el 24 de enero y el 3 de febrero de 2019.
El jurado consideró
que: "Claudia Piñeiro es un
referente ético y literario para las Letras en su país y fuera de él, allí
donde llegan sus traducciones, conferencias, artículos o charlas. Desde su
primera novela ha sido una buena y refrescante noticia para los lectores del
género negro. Los libros de Claudia
Piñeiro se esperan, se leen y se recuerdan. Su literatura disfruta de un
talento innato al explicar historias con la dosis adecuada de suspense. Con
línea clara dibuja argumentos y personajes que generan preguntas sin respuestas
fáciles o cómodas. Construye buenas tramas y buenos personajes, elige temas
importantes para su comunidad, usa tanto la acción como la denuncia y el
sentido del humor y todo lo hace con una falsa facilidad que esconde esfuerzo,
ambición y coraje".
Con motivo de
la entrega de dicho galardón,
transcribimos la entrevista que mantuvo con Enric González para El País:
“Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003)
era como un oráculo para la prensa. ¿Cuál fue la trastienda de la Barcelona
olímpica? Preguntábamos a Manolo. ¿Qué pasaba con la política española?
Preguntábamos a Manolo. ¿Hacia dónde iba el mundo? Preguntábamos a Manolo. El
premio de novela negra que lleva el nombre de Carvalho, el gran personaje de
Vázquez Montalbán, será entregado el próximo 31 de enero a la escritora
argentina Claudia Piñeiro. A Piñeiro le pasa lo que a Manolo: por su papel
público en asuntos como la legalización del aborto, la educación sexual, la
violencia de género o los derechos cívicos, y por ser una persona inteligente y
sensata, la prensa la busca continuamente. “Es casi de chiste”, dice, “intento
no hablar de lo que no sé, pero a veces una se compadece del periodista, que
necesita hacer su trabajo…”
El caso es que
Claudia Piñeiro sabe cosas. Muchas.
Y tiene opiniones firmes. Esta conversación se desarrolla en el apartamento
bonaerense de su pareja, Ricardo Gil
Lavedra, uno de los miembros del tribunal que juzgó a las Juntas Militares
de la dictadura. La casa de ella, donde vive con sus hijos, está en un Club de
Campo, una de esas urbanizaciones cerradas y exclusivas que proliferan en las
afueras nobles de Buenos Aires. Uno de sus primeros éxitos, Las viudas del jueves, transcurría en
un Club de Campo. Igual que su más escolástica novela policial, Betibú. En cuanto ocurre algo en un
Club de Campo, la prensa también la llama: se la considera especialista. “Es de
chiste…”, repite.
Claudia
Piñeiro fue alta ejecutiva de una multinacional de auditorías y de una gran
empresa de maquinaria. Dice la leyenda que un día, durante un viaje en avión,
decidió ser escritora. “En mi familia no había artistas. Mi madre no terminó
Económicas, mi padre no terminó Derecho, mis abuelos eran panaderos y yo no me
imaginaba como escritora. Por otro lado, mi época universitaria coincidió con
la dictadura, cuando se cerraron las facultades de Humanidades en la
universidad pública, y estudié Económicas. Es cierto lo del avión, pero fue
porque vi en un diario que la editorial Tusquets convocaba un premio y lo que
decidí fue pedir dos meses de excedencia para escribir una novela y volver
luego a mi trabajo”.
Ya tenía la
novela comenzada cuando acudió a la sede de Tusquets en Buenos Aires para
conocer las bases del concurso (no existía aún internet) y descubrió que se
trataba de La Sonrisa Vertical: la novela tenía que ser erótica. Piñeiro no
desfalleció. Se puso a leer literatura erótica, terminó la obra, logró ser una
de las diez finalistas y ya no volvió atrás. Esa primera novela no se publicó.
“Anda por ahí, en un cajón. Supongo que está mal escrita. No volví a leerla.
Bromeo con que la dejo a mis descendientes. ¿Sabe eso que dicen de las viudas
de los escritores, que rebuscan en los cajones para encontrar algo que pueda
publicarse? En mi caso, serán mis hijos quienes decidirán si publican la
novelita erótica de su madre”.
Piñeiro se
puso a escribir guiones para televisión y a producir unas novelas singulares,
con unos personajes femeninos muy poderosos y, casi siempre, un crimen: “La
muerte es una de mis obsesiones, se mete en mi escritura. Y en cuanto
introduces una muerte violenta, un crimen, la historia se desplaza
inevitablemente hacia lo policial”.
Este
corresponsal lamenta tener que omitir una parte interesante de la conversación:
resultaría lamentable destripar el final, generalmente astuto e inesperado, de
las tramas de Piñeiro. Se puede hablar, sin embargo, de forma genérica. Los
desenlaces de sus novelas guardan cierta relación con los que ideaba Ricardo Piglia. “Me influyó mucho Blanco nocturno, de Piglia. Como él, me
pregunto por qué no soportamos no saber, y como él soy consciente de que las
reglas del juego de la narrativa policial exigen un culpable mientras en la
vida, por el contrario, no siempre hay soluciones claras”, explica.
De ahí, tras
otro salto en evitación de espoilers,
se llega a la circunstancia de que en las novelas policiales de Piñeiro los
protagonistas, los “buenos”, los investigadores, no son policías: “Después de
la dictadura quedó mucha mano de obra de la represión, policías que formaron
bandas de secuestradores y de sicarios. En España, probablemente, los padres
aconsejan a sus hijos que en caso de problemas busquen a un policía. Los
argentinos de mi generación les recomendamos que busquen a un quiosquero o a
quien sea, pero no a un policía”. “Quizá las cosas estén cambiando un poco”,
matiza. Pero no hay día en que la prensa no informe de la participación de un
policía o ex policía en un acto criminal.
Argentina, con
esa economía que desemboca cíclicamente en el desastre y con sus altos
porcentajes de pobreza y de frustración social, parece un territorio propicio
para el género negro. Piñeiro evoca a Petros
Markaris, el escritor griego, creador del comisario Kostas Jaritos, “en
cuyas novelas el tipo de crimen va cambiando según la situación económica”. En
las últimas, el crimen importa ya menos que el crimen detrás del crimen, es
decir, el crimen económico. Es el origen de la novela negra, desde la seminal Cosecha roja, de Dashiell Hammett. “A veces perdemos el contexto histórico. En ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy, se refiere un crimen en
un concurso de baile. Pero el auténtico crimen es el propio concurso de baile,
en el que gana quien más resiste y la gente muere de agotamiento porque
necesita los dólares del premio. Lo que McCoy denuncia es el salvajismo del
capitalismo de su época, pero no sé si mis hijos lo captarían. La novela negra
nació para denunciar las injusticias de la sociedad”.
Claudia Piñeiro goza de fama como
constructora de tramas. Lo que más le interesa, sin embargo, lo que mueve su
escritura, son los personajes. “Una inventa continuamente abismos y situaciones
críticas para saber qué hará su personaje. David
Lodge, un escritor al que admiro, dice que la novela es solo una excusa
para desarrollar la conciencia del personaje, para descubrir quién es”.
No se le
ocurrió, en principio, crear un personaje para una serie, alguien como Pepe
Carvalho. “Después de publicarse Betibú,
mucha gente me dijo que los protagonistas podrían ser la base de una serie. Me
convencí y me puse a escribir otra historia con ellos. Pero entonces murió el fiscal
Nisman, murió o lo mataron, nunca
sabremos, y resultó que mi novela se basaba en algo muy parecido. Decidí no
seguir. Sé, en cualquier caso, que algún día volverán la Nurit Iscar y el Jaime
Brena de Betibú o la Inés Pereyra de
Tuya. No tengo un plan para ello,
pero sí un deseo que me inculcaron los lectores”.
Los lectores
de Claudia Piñeiro no se limitan a
sus novelas. También la leen en Twitter,
una red social de la que se confiesa “casi adicta”. “Entro de vez en cuando en Facebook o en Instagram, pero en Twitter
me divierto, aunque el tono del debate sea bastante salvaje. Soporto mejor la
brutalidad en Twitter que en Facebook, donde la gente te envía a
veces textos largos, muy pasivo-agresivos, en los que te dicen barbaridades
como si lo hicieran por tu bien. Y con el tiempo aprendes a no tomarte muy en
serio algunas cosas”.
Piñeiro fue
una de las voces más escuchadas durante la reciente batalla por la legalización
del aborto (que fracasó en el Senado) y su continua presencia en las pantallas
y en las redes alimentan el odio de algunos. “Hace poco me enviaron en Twitter una foto de un auto Ford Falcon
verde. En Argentina, ese auto significa que vienen los militares, te secuestran
y te matan. La foto llevaba un mensaje, “¿Te olvidaste de esto?”, o algo así.
En pocos minutos, el mensaje había sido denunciado miles de veces. Eso
reconforta”.”
Enric González
El País
19 enero
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