“Lucía se acostó pronto. Damián escuchó todos sus movimientos desde que entró en la habitación y cerró la puerta. A medida que los escuchaba, los iba a traduciendo a esa nueva forma de visión interna que su cerebro había desarrollado de manera espontánea. La vio, pues, sentarse a los pies de la cama, frente a la puerta central del armario, y permanecer quieta allí durante unos minutos, mirándose en el espejo con manchas oscuras provocadas por la oxidación del azogue. La vio luego dirigirse al cuarto de baño, vio cómo la puerta se cerraba, la vio sentada en el retrete, con la mirada perdida en algún punto del espacio. Vio cómo se cepillaba los dientes, se desmaquillaba quizá, cómo se desnudaba, abandonando la ropa sobre el bidé, vio cómo se recogía el pelo para no mojárselo y se daba una ducha corta. La vio regresar a la habitación, abrir la cama, meterse entre las sábanas y apagar la luz.
Entonces escuchó su respiración y comprendió que era anhelante. Damián pensó en Fede, cuyo cuerpo recogerían al día siguiente del Anatómico Forense. Ya le habrían hecho la autopsia sin hallar nada que no fuera el veneno de las avispas. ¿Pero se merecía la memoria de Fede unos días de tregua? Desde luego que no.
Aguardó no obstante unos minutos más, dejando que pasaran por
su cabeza, como dicen que pasan por la cabeza del ahogado, las escenas que
resumían su vida anterior, y comenzó a nacerse. Abrió la puerta falsa y desde
ella entró en el armario de madera, haciéndose paso entre los vestidos de Lucía
como si fueran membranas orgánicas, mucosas que tenía que atravesar en su recorrido
hacia la vida de fantasma real que le aguardaba. Cuando abrió la puerta central
del armario, Lucía gimió. Estaba acostada de lado, con las piernas encogidas.
Damián dijo: soy yo, no sufras, y tras desprenderse del chándal se metió en la
cama tomándola por la espalda, acoplándose a ella como la música a la letra.
Era más menuda de lo que había imaginado, y más sutil también. Entonces, dentro
de su cabeza, escuchó la voz:
—Ya has llegado —le dijo.
— ¿Adónde? —preguntó Damián.
—Adonde quiera que fueses —respondió la voz.
Y eso fue todo.”
Desde la sombra
Juan José Millás
Seix Barral, 2016
Pág. 205-206
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada