"Murió la Verdad" -Desastres de la guerra, estampa 79- 173x219 mm |
“Las estampas que Goya regaló a
Ceán con el título “Fatales
consecuencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte. Y otros
caprichos enfáticos” se iniciaba con la premonitoria imagen de un hombre
abatido y sumido en el desamparo ante las terribles circunstancias que se
avecinaban con la guerra. El final de la serie muestra lo acertado de dicha
premonición, aunque Goya deja un atisbo de esperanza. Pese al aparente desorden
que se aprecia en la serie, existe una lógica interna que presenta los temas
más o menos agrupados, crea lazos entre las estampas a través de los títulos y
plantea secuencias en las que el artista desarrolla con un sentido narrativo
sus planteamientos morales sobre la perversidad de la guerra. Las tres últimas
estampas de los “Caprichos enfáticos”,
que constituyen el colofón de la serie, mantienen el carácter alegórico, aunque
alejadas de la fábula de las anteriores. El contenido político de la secuencia
es evidente. “Murió la Verdad”
muestra el cuerpo tendido de una joven mujer, con el pecho descubierto y
vestida de blanco, de la que irradia una luz que nos permite ver quiénes y qué
actitudes adoptan los que participan en su entierro. A lo largo de los “Desastres” Goya recurre al cuerpo de
la mujer, en ocasiones con marcado carácter sensual, para mostrar la tragedia
de la guerra. De nuevo vuelve a ella para representar la alegoría de la Verdad,
que todo lo ilumina, a cuya derecha la Justicia, vestida de un modo semejante,
llora su pérdida. Por el contrario, un obispo tocado con la mitra parece
bendecir su cadáver al tiempo que dos monjes con azadón se disponen contentos a
cavar su fosa. Detrás, numerosos clérigos asisten a la escena con mayor o menor
interés, y entre ellos, un hombre con los ojos vendados apoyado en un bastón.
La crítica a la Iglesia es evidente, y apuntamos una interpretación en clave
política referida a la restauración de sus privilegios tras la abolición de la
Constitución de 1812 con el decreto de 4 de mayo de 1814.
"Si resucitará?" -Desastres de la guerra, estampa 80- 174x220 mm |
La ilación con la
siguiente estampa viene determinada por la pregunta formulada en el título “Si resucitará?” Dado el carácter
irónico de muchos de los títulos de Goya, es posible pensar que el tono
esperanzador con el que algunos han interpretado la estampa, no lo sea tanto, y
deba ser entendida acorde con el escepticismo que caracteriza buena parte de la
última producción del artista. En caso de que la Verdad resucite, allí están de
nuevo los seres de la noche, símbolos de la vuelta al Antiguo Régimen, para
acabar con ella, mediante su ley y su fuerza, y mantener a los hombres como el
que levemente aparece representado tras la luz de la Verdad, amordazados y
maniatados.
"Esto es lo verdadero" -Desastres de la guerra, estampa 82- 177x217 mm |
La última de las obras, “Esto es lo verdadero”, muestra más los
deseos de Goya que la realidad del país. La situación de ruina económica y
fractura social de España en la posguerra, y el regreso a los postulados
políticos y religiosos preconstitucionales de Fernando VII, no dejaban lugar a
la esperanza, como se había encargado de plantear en estampas anteriores. De
este modo sólo le queda enseñar lo que él considera la antítesis de esta
situación, un mundo idílico y quizá ya pasado, en el que la Paz, coronada de
olivo, apoya su mano sobre el hombre –el primitivo, trabajador y no contaminado
por el egoísmo hombre de Rousseau– y le indica que sólo a través del trabajo de
arrancar a la tierra sus frutos podrá volver la vida y la riqueza.”
Fuente: Museo de El Prado
“La explicación más verosímil
del fracaso de la revolución liberal en España es que el cambio político no fue
acompañado por aquellas mutaciones sociales y económicas que dan su contenido a
la revolución política. La leyenda negra de una sociedad cerrada, que
orgullosamente repudia las ideas modernas, se transfiere de las esferas de la intransigencia
intelectual al ámbito inferior de la necesidad económica; son causas del
fracaso liberal la carencia de capital, la persistencia de métodos artesanos en
la industria y la rutina en la agricultura; sus símbolos son el arado de
madera, la hoz, la era y el alto horno de leña. Sería erróneo, sin embargo, adoptar como clave
de su historia la imagen de la España inimitable, inmóvil, que difundieran por
Europa los literatos viajeros del movimiento romántico. Los cambios sociales y
económicos del siglo XIX fueron a menudo dramáticos y muy amplios, pero de
repercusiones esporádicas, e iban a engendrar el desequilibrio económico y
crear un clima de guerra civil. Así, hacia
1930, cuando un romano se habría encontrado en una finca andaluza como en su
casa, Catalunya contaba con algunos de los mayores centros textiles de Europa y
la mano de obra inmigrante, que huyendo de la miserable vida rural se volcaba
sobre las ciudades catalanas, aportaba al movimiento obrero de una civilización
industrial moderna mucho de la visión milenaria de los campesinos y de los jornaleros
agrícolas.”
Raymon Carr
España 1808-1975
Arel, pàg: 17
... i en aquestes encara continuem avui en dia
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