¡Esto es lo peor! 1814-1815 Francisco de Goya "Desastres de la guerra", estampa 74 |
“La violencia en sus diferentes
formas, como manifestación de la sinrazón, es uno de los aspectos más notables
en la obra de Goya. Fueron precisamente los sucesos acontecidos durante la
Guerra de la Independencia (1808-1814) los que dieron lugar a que Goya
efectuara una reflexión enormemente crítica e innovadora sobre la guerra, sobre
sus causas, brutales manifestaciones y consecuencias. No solo la impresionante
serie de los Desastres, sino también las pinturas que sobre este tema realizó
poco después en las que con su personal mirada conmemoró los sucesos del 2 y 3
de mayo en Madrid, presentan una visión radicalmente distinta a la del resto de
sus contemporáneos, realizadas éstas con claros fines propagandísticos de
exaltación patriótica.
Francisco de Goya, escéptico
ante las justificaciones de la guerra, lejos de apoyar con su obra los
postulados ideológicos de alguno de los bandos contendientes, muestra el rostro
más oscuro y abyecto de la guerra, el de los muertos y sus asesinos, el de los
indefensos y sus prepotentes violadores, el de los que padecen y el de los que
disfrutan con el padecimiento ajeno.
"Mísera humanidad. ¡La
culpa es tuya!", escribe un lobo en el Desastre 74 Esto es lo peor. La
frase, tomada del texto de Giambattista Casti, Los animales parlantes, que
había sido traducido al español en 1813, podría reflejar con bastante exactitud
el estado de ánimo del artista en los años de una guerra que supuso la ruina
material y moral de España, y en los inmediatamente posteriores protagonizados
por la reacción absolutista de Fernando VII, que acarreó la pérdida de gran
parte de los avances conseguidos con tanto esfuerzo por los liberales que
redactaron la Constitución de 1812.
En la Guerra de la
Independencia, como en toda guerra, la sinrazón, al amparo de los intereses del
poder, sembró la tierra de víctimas inocentes. La sensibilidad de Goya ante
estos acontecimientos produjo no sólo su mejor serie de estampas, sino un
monumental grito contra la violencia en sus diferentes formas, que no reconoce
justificación alguna, y que gracias a lo magistral de su tratamiento técnico,
formal y conceptual permite al espectador contemplar imágenes inherentes a toda
guerra.
La genialidad de la obra de
Goya, tantas veces repetida, lo es no sólo por sus evidentes bondades, sino
también por la enorme distancia que la separa del resto de la producción
artística del momento. Si alguien reflexiona sobre el uso de los recursos
técnicos, la composición de las escenas y el valor ético de las imágenes, ese
es precisamente Goya. Frente a las imágenes heroicas y aduladoras, Goya
presenta la violencia y la muerte en sus más puras expresiones. Nada más
explícito que ver sus lienzos del 2 y 3 de mayo para comprender su escaso éxito
conmemorativo en un ambiente en el que el patriotismo exacerbado y la adulación
sin límites tenían su reino. Las obras de Goya de contenido bélico no muestran
a los héroes militares o populares que lucharon contra los franceses, de todos
conocidos gracias a las publicaciones y a las galerías de retratos grabados
ampliamente difundidos en la España de su tiempo. Ni tan siquiera nos presentan
hechos concretos acaecidos en lugares determinados. Por el contrario Goya nos
muestra, partiendo de acontecimientos reales, la esencia de los mismos, la
representación universal del heroísmo, la brutalidad, el hambre, la
desesperación, la destrucción, pero sobre todo la muerte. Y todo ello
protagonizado por el pueblo anónimo, verdadera víctima de la guerra. El pueblo
al que mostró atacando a los mamelucos en el cuadro de El 2 de Mayo en Madrid,
o al que representó muriendo víctima de la represión francesa en los
fusilamientos de El 3 de Mayo.
Este protagonismo de la
población, de los combatientes, y en suma, del ser humano, es un aspecto
igualmente esencial de los Desastres. Al utilizar casi con exclusividad el
aguafuerte, logra que las líneas de las figuras destaquen contundentemente
sobre fondos casi vacíos, sin apenas matices tonales, acentuando así el
dramatismo del horror y la muerte mostrado en las escenas elegidas. Destacan
así las figuras, anónimas, ubicadas en espacios indeterminados, inexistentes
diríamos. Compositivamente recurre con frecuencia a esquemas piramidales en los
que la combinación y confrontación del blanco y el negro tienen valores
dramáticos y simbólicos, dirigiendo así la mirada del espectador hacia los
aspectos más relevantes del asunto representado. De este modo la distancia
entre espectador y protagonista se reduce notablemente, logrando una proximidad
que no se para solamente en lo visual sino que trasciende al plano emocional.
He aquí el objetivo verdadero de Goya, emocionar al espectador/lector de estas
estampas.”
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