“Este es un
testimonio personal, un testimonio de mi propia experiencia de pensar y de
vivir. No tiene la intención de ser objetivo ni pretende establecer verdades
eternas. En verdad, desprecio casi las pretensiones de objetividad en
filosofía; lo que vale es el punto de vista. Me hubiera gustado llamarle
"Una filosofía lírica", empleando la palabra "lírica” en el sentido
de perspectiva sumamente personal e individual. (…)
También me
habría gustado escribir el libro entero en forma de diálogo, como los de Platón.
Es una forma muy conveniente para las revelaciones personales, inadvertidas,
para apuntar las significativas trivialidades de nuestra vida diaria, y sobre
todo para un ocioso ambular por los prados del pensamiento dulce, silencioso,
Pero no lo he hecho. No sé por qué. (…)
No soy
original. Las ideas manifestadas aquí han sido pensadas y expresadas por muchos
pensadores de Oriente y Occidente una y otra vez. (…) Son, no obstante, mis ideas; han devenido
parte de mi ser. (…)
No soy
profundo, ni muy leído. Si uno es demasiado culto, no sabe cuándo el bien es
bien y el mal es mal. No he leído a Locke, a Hume o a Berkeley, ni he seguido
un curso universitario de filosofía. Técnicamente, mi método y preparación
están mal, porque no leo filosofía, sino que leo la vida de primera mano. Es
una forma poco convencional de estudiar filosofía. Algunas de mis fuentes son:
la señora Huang, un ama de mi familia que tiene todas las ideas que forman la
crianza de una mujer en China; la patrona de un batel de Soochow con su
abundante uso de exclamaciones; un motorista de tranvías de Shanghai; la esposa
de mi cocinero; un cachorro de león en el zoológico; una ardilla en el Central
Park de Nueva York; un camarero que dijo una frase acertada; aquel escritor de
una columna sobre astronomía… (…)
Privado así de
un aprendizaje académico en filosofía, tengo menos temor de escribir un libro
acerca de ella. (…) Hay un método de
apelar al juicio intuitivo, de pensar ideas propias y formarse juicios propios
e independientes, y de confesarlos en público con infantil osadía, y a buen
seguro algunas almas similares en otro rincón del mundo convendrán con uno. Una
persona que se forma sus ideas de esta manera se asombrará a menudo al
descubrir cómo otro escritor dijo exactamente las mismas cosas y sintió
exactamente lo mismo, pero expresó quizá las ideas con mayor facilidad y mayor
gracia. Entonces es cuando descubre al autor antiguo, y el autor antiguo le
sirve de testigo, y para siempre se hacen amigos en espíritu. Tengo por
colaboradores al escribir este libro una compañía de almas afables, que espero
me querrán tanto como las quiero. Porque en un sentido muy real, estos
espíritus han estado conmigo. En la preparación de este libro, unos pocos de
mis amigos me han servido especialmente con sus colaboraciones y consejos: Po
Chüyi del siglo octavo. Su Tungp' o del undécimo, y ese gran conjunto de
espíritus originales de los siglos XVI y XVII: el romántico y voluble T'u Chí
ihshui; el juguetón, el original Yüan Chunglang; el profundo, el magnífico Li
Chowu; el sensitivo y modernizado Chang Ch' oo; el epicúreo Li Liweng; ese
viejo hedonista, feliz y alegre, de Yüan Tsets´ai, y el bullente, el bromista,
el efervescente Chin Shengt´an; almas poco convencionales todas, hombres con
demasiado juicio independiente y demasiado sentimiento por las cosas para que
gusten a los críticos ortodoxos, hombres demasiado buenos para ser “morales” y
demasiado morales para ser “buenos” para los confucianos. También hay otros que
pertenecen a la ilustre compañía de los “Anónimos" de todos los países .y
todas las épocas, que en un momento inspirado dijeron algo con más sabiduría de
la que habían mostrado jamás, como los padres desconocidos de grandes hombres.
Finalmente, hay otros más grandes aun, a quienes miro más como maestros que
como compañeros de espíritu, cuya serenidad de comprensión es tan humana y
empero tan divina, y cuya sabiduría parece haber surgido enteramente sin
esfuerzo porque se ha hecho completamente natural. Tal es Tschuangtsé, y así es
T´ao Yüanming cuya sencillez de espíritu desespera a los hombres más pequeños. (…)
L a i m p o r t a n c
i a d e v i v i r
L i n Y u t a n g
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