2 d’abr. 2015

jueves de Genarín

“Escrita está esta historia en los viejos murallones de esta ciudad, grabada en la memoria de sus más viejos ciudadanos, que sonrientes siempre recuerdan la algarabía de la Semana Santa. Rito ancestral sobre la muerte. Antiguo ritual del orujo.

          Genarín es la más atípica procesión de la Semana Santa Leonesa. Festividad poética en honor a un viejo pellejero, borrachín y putero, que llenó de anécdotas y chascarrillos a la ciudad de León en los años 20, haciéndose merecedor de un recuerdo eterno a través de la más surrealista y onírica de las procesiones de la Semana Santa Leonesa.

          En León, todos los Jueves Santos, sobre las doce de la noche, sale de la Plaza del Grano, la Procesión de la Cofradía de Nuestro Padre Genarín, conocida también como el Entierro de Genarín. Procesión de borrachos que festejan al orujo y los versos irónicos y lascivos que escribieron y escriben los seguidores del Santo Pellejero.


          Sus textos, su iconografía, elaborados por sus fieles seguidores, artistas y bohemios de esta ciudad, agrupados en la Cofradía de  Nuestro Padre Genarín, sobrepasan con creces las expectativas de imaginación y cachondeo que se pueda esperar en la Semana Santa Leonesa.

   Cada Jueves Santo, a las diez de la noche, y en un restaurante secreto del Barrio Húmedo, se reúnen los seguidores de la Cofradía de Nuestro Padre Genarín para celebrar, en recuerdo del Santo Pellejero, el aniversario de su muerte. La cena, mezcla de encuentro y rito iniciático, tiene su origen en los primeros momentos de la Cofradía, cuando Luís Rico invitaba a cenar a sus compañeros evangelistas y a alguno más, para conmemorar la muerte de Genarín  (se celebra desde 1929) y leer la encíclica (poema satírico sobre León y sus gentes) y siempre apócrifa. 

         Se celebra en un restaurante de la Plaza de San Martín, abarrotada en ese momento de leoneses que esperan con impaciencia la lectura de la Encíclica del año y el comienzo de la procesión.

         Poco a poco van llegando los cofrades, algunos de ellos desde puntos muy distantes, leoneses que han tenido que emigrar, y que vuelven durante la Semana Santa a su tierra para recordar sus costumbres.

         Son recibidos por el Abad de la Cofradía con saludo y vaso de buen vino. También el Abad recibe a los neófitos, aspirantes a cofrades que se iniciarán en el apostolado genariniano, una vez bautizados con un buen orujo, repetidas las palabras litúrgicas y haciendo la promesa de no renunciar nunca a una copa de orujo y a un buen polvo, para pasar así, a ser miembros de la Cofradía.

         Durante la cena se discute apasionadamente sobre los misterios de la vida de Genarín. No es en vano que la vida de sencillez y pobreza de Nuestro Santo Patrón haya dejado grandes vacíos en su historia y en sus hechos. Uno de los principales temas de discusión es sobre lo que había estado haciendo en casa de la Bailabotes, si vendiendo sencillamente cartoncillos a los clientes del prostíbulo o "descapullando". Esta duda surge de lo avanzado de la edad de Genarín en la que sucede el desgraciado hecho de su muerte, 61 años, edad de la que muchos opinan, que dada la vida de alcohol y desenfreno estaba ya más bien buey, y muy lejos del toro que había sido en sus años mozos. Estas divagaciones y otras, como lo que podía estas haciendo junto a la muralla en aquella desgraciada hora en la que fue atropellado por el primer camión de la basura de León, sumerge a los más fervientes cofrades en profundas meditaciones, eso sí, siempre acompañado de un vaso de buen vino de esta tierra seca y yerma.

         Terminada la cena, y en presencia de todos los hermanos asistentes, se procede al bautismo de los neófitos con buen un buen orujo y a la lectura de la Encíclica en la que se recuerda los acontecimientos del año en la provincia de León, desde los desmanes y promesas incumplidas de los políticos locales hasta las más afamados acontecimientos populares, deportivos, artísticos y culturales.

         A continuación se reconoce con la insignia de plata a los discípulos más dispuestos y dedicados al apostolado genariniano, quedando así reflejado su dedicada abnegación a esta fe en el orujo, el buen humor y otras actividades lúbricas.
         Concluidos los ritos posteriores a la cena, bautizados yá los nuevos discípulos de Nuestro Padre Genarín, solo queda la ofrenda final consistente en beber una copina de orujo de un trago mientras que se recita sus más sagradas palabras.

...Y siguiendo sus costumbres
que nunca fueron un lujo,
bebamos en su memoria
una copina de orujo.

         Posteriormente todos los asistentes se dirigen a la Plaza del Grano para iniciar la procesión y realizar la primera parada en la Calle de la Sal, pasándo préviamente por esta misma Plaza de San Martín.”




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