“Escrita está esta historia en los viejos
murallones de esta ciudad, grabada en la memoria de sus más viejos ciudadanos,
que sonrientes siempre recuerdan la algarabía de la Semana Santa. Rito
ancestral sobre la muerte. Antiguo ritual del orujo.
Genarín es la más atípica procesión
de la Semana Santa Leonesa. Festividad poética en honor a un viejo pellejero,
borrachín y putero, que llenó de anécdotas y chascarrillos a la ciudad de León
en los años 20, haciéndose merecedor de un recuerdo eterno a través de la más
surrealista y onírica de las procesiones de la Semana Santa Leonesa.
En León, todos los Jueves Santos,
sobre las doce de la noche, sale de la Plaza del Grano, la Procesión de la
Cofradía de Nuestro Padre Genarín, conocida también como el Entierro de
Genarín. Procesión de borrachos que festejan al orujo y los versos irónicos y
lascivos que escribieron y escriben los seguidores del Santo Pellejero.
Sus textos, su iconografía,
elaborados por sus fieles seguidores, artistas y bohemios de esta ciudad,
agrupados en la Cofradía de Nuestro
Padre Genarín, sobrepasan con creces las expectativas de imaginación y
cachondeo que se pueda esperar en la Semana Santa Leonesa.
Cada Jueves Santo, a las diez de la noche, y
en un restaurante secreto del Barrio Húmedo, se reúnen los seguidores de la
Cofradía de Nuestro Padre Genarín para celebrar, en recuerdo del Santo
Pellejero, el aniversario de su muerte. La cena, mezcla de encuentro y rito
iniciático, tiene su origen en los primeros momentos de la Cofradía, cuando
Luís Rico invitaba a cenar a sus compañeros evangelistas y a alguno más, para
conmemorar la muerte de Genarín (se celebra desde 1929) y leer la encíclica (poema satírico sobre León
y sus gentes) y siempre apócrifa.
Se celebra en un restaurante de la
Plaza de San Martín, abarrotada en ese momento de leoneses que esperan con
impaciencia la lectura de la Encíclica del año y el comienzo de la procesión.
Poco a poco van llegando los cofrades,
algunos de ellos desde puntos muy distantes, leoneses que han tenido que
emigrar, y que vuelven durante la Semana Santa a su tierra para recordar sus
costumbres.
Son recibidos por el Abad de la
Cofradía con saludo y vaso de buen vino. También el Abad recibe a los neófitos,
aspirantes a cofrades que se iniciarán en el apostolado genariniano, una vez
bautizados con un buen orujo, repetidas las palabras litúrgicas y haciendo la
promesa de no renunciar nunca a una copa de orujo y a un buen polvo, para pasar
así, a ser miembros de la Cofradía.
Durante la cena se discute apasionadamente
sobre los misterios de la vida de Genarín. No es en vano que la vida de
sencillez y pobreza de Nuestro Santo Patrón haya dejado grandes vacíos en su
historia y en sus hechos. Uno de los principales temas de discusión es sobre lo
que había estado haciendo en casa de la Bailabotes, si vendiendo sencillamente
cartoncillos a los clientes del prostíbulo o "descapullando". Esta
duda surge de lo avanzado de la edad de Genarín en la que sucede el desgraciado
hecho de su muerte, 61 años, edad de la que muchos opinan, que dada la vida de
alcohol y desenfreno estaba ya más bien buey, y muy lejos del toro que había
sido en sus años mozos. Estas divagaciones y otras, como lo que podía estas
haciendo junto a la muralla en aquella desgraciada hora en la que fue
atropellado por el primer camión de la basura de León, sumerge a los más
fervientes cofrades en profundas meditaciones, eso sí, siempre acompañado de un
vaso de buen vino de esta tierra seca y yerma.
Terminada la cena, y en presencia de
todos los hermanos asistentes, se procede al bautismo de los neófitos con buen
un buen orujo y a la lectura de la Encíclica en la que se recuerda los
acontecimientos del año en la provincia de León, desde los desmanes y promesas
incumplidas de los políticos locales hasta las más afamados acontecimientos
populares, deportivos, artísticos y culturales.
A continuación se reconoce con la
insignia de plata a los discípulos más dispuestos y dedicados al apostolado
genariniano, quedando así reflejado su dedicada abnegación a esta fe en el
orujo, el buen humor y otras actividades lúbricas.
Concluidos los ritos posteriores a la
cena, bautizados yá los nuevos discípulos de Nuestro Padre Genarín, solo queda
la ofrenda final consistente en beber una copina de orujo de un trago mientras
que se recita sus más sagradas palabras.
...Y
siguiendo sus costumbres
que
nunca fueron un lujo,
bebamos
en su memoria
una
copina de orujo.
Posteriormente todos los asistentes se
dirigen a la Plaza del Grano para iniciar la procesión y realizar la primera
parada en la Calle de la Sal, pasándo préviamente por esta misma Plaza de San
Martín.”
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