Cao Xuequin |
“Sueño en el Pabellón Rojo es una obra extraordinaria, de
tanta importancia en la literatura china como el Genji Monogatari en la japonesa o el mismo Quijote en la literatura occidental. Es una extensísima narración
que consta de 120 capítulos escrita bajo la dinastía Qing. Su autor, Cao Xueqin, pertenecía a una familia
noble y culta cuya decadencia lo condujo a la miseria convirtiéndole en una
suerte de marginado que vivía en los suburbios de las colinas occidentales de
Pekín; un hombre, sin embargo, orgulloso e independiente. El libro se tituló en
principio Memorias de una roca,
apareció en 1765 y obtuvo amplia resonancia; constaba de 80 capítulos y
posteriormente se le añadieron otros 40, al parecer encontrados bastantes años
después y que, en realidad, son una continuación por otra mano, pero así es
como se llegó a conocer y difundir bajo el título de Sueño del Pabellón Rojo, con el que ha pasado a la Historia, desde
1792.
El padre de la literatura
moderna china, Lu Xun, menciona unos
versos que escribió un lector al margen del texto: "Relato de penas, /
fantástico, triste; / nuestra vida no es sino un sueño, / reíd ante la demencia
de los mortales". Es un resumen excelente del contenido de un libro tan
complejo y rico. Cuenta la vida de la familia Jia perteneciente a la
aristocracia, que vive a la sombra del emperador. Se nos muestra la vida
cotidiana de los señores, atendidos por cantidad de sirvientes, todos ellos
encerrados en la mansión que los mantiene aislados de las penurias del mundo
exterior. Contiene innumerables historias trenzadas que se muestran como un
complejo bordado y el entramado de emociones, sentimientos, pensamientos y
actitudes se manifiesta de una riqueza y complejidad universales.
La otra dimensión del relato es
la historia de los amores de joven Baoyu y su prima Daiyu. Ambos aspectos, el
de vida social y el amoroso, se anudan en un mismo conflicto: el enfrentamiento
entre el asfixiante y tradicional mundo feudal, de un absoluto rigor en el
dictado de las conductas y los anhelos de libertad sentimental e intelectual
representados, cada uno a su modo, por los jóvenes amantes. Por vez primera el
lector tuvo acceso a la vida en el interior de las mansiones narrada por Cao
Xueqin con extrema veracidad, lo que convierte este libro en un punto de
inflexión trascendental en el desarrollo de la literatura china pues es, por
vez primera, una narración realista, que rompe con la narración tradicional,
pero perfectamente conjugada con la riquísima dimensión simbólica del
imaginario chino.
La narración progresa por
episodios que constituyen unidades dobles a las que se accede como un paseante
por un jardín que fuera entreteniéndose en contemplarlo macizo por macizo y
descubriera así, poco a poco, las relaciones entre la disposición de cada
planta y el diseño global del jardín; todo ello, sumido en la especial
atmósfera general del recinto. La multiplicidad de acontecimientos es
extraordinaria y los mil y un matices de la trama van mostrando la
sensibilidad, alegrías y aflicciones de todas esas vidas cruzadas y ceñidas a
un férreo sistema de vida. Lo primero que le sorprenderá es el minucioso
detallismo con que se describe todo. El mundo creado es muy rico (hay más de
cuatrocientos personajes y todos están, en mayor o menor medida
singularizados). Es un mundo cerrado, dedicado a los placeres, servido por
doncellas tratadas como esclavas y sostenido por el trabajo de los campesinos,
de los que apenas hay noticia. La vida de la aristocracia parece estar fuera
del mundo real, en una especie de limbo donde el menor detalle puede
convertirse en asunto de importancia.(…)
En su obra, Cao apunta con
claridad a mostrar la decadencia de ese mundo, lo que sin duda procede de su
propia experiencia, una decadencia contemplada desde su miseria con implacable
lucidez, nostalgia y sensibilidad. Esto, en cuanto a los 80 primeros capítulos,
porque en los 40 añadidos la acción se precipita, los desastres se multiplican,
en cierto modo parece cumplirse aceleradamente la intención de Cao, pero al
final, el continuador hace que las aguas vuelvan a su cauce, lo que no se
compadece bien con la intención crítica de Cao Xueqin. Sin embargo, su
escritura no desmerece un punto.”
José María Guelbenzu
El País, 06/11/2010
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