Entrevista de Sean Penn
apareguda traduïda en el suplement “Radar”
de la revista Página 12, el 27 de
juny de 2004.
“Charles Bukowski nació en
Andernach, Alemania, en 1920. A los tres años de edad llegó a los Estados
Unidos y creció en Los Angeles. Actualmente reside en San Pedro, California,
con su esposa, Linda. Famoso borracho, peleador y mujeriego, Genet y Sartre lo llamaron “el mejor poeta de los Estados Unidos”, pero sus
amigos lo llaman Hank.
Bares: “Ya no voy mucho a bares. Saqué eso de mi sistema. Ahora, cuando entro a un bar, siento náuseas. Estuve en demasiados, es apabullante. Son para cuando uno es más joven: todo eso de irse a las manos con un tipo, hacerse el macho, levantarse minas. A mi edad, ya no lo necesito. Hoy sólo entro a los bares para mear. A veces cruzo la puerta y empiezo a vomitar”.
El alcohol: “El alcohol es probablemente una de las mejores cosas que han llegado a esta tierra, además de mí. Entonces nos llevamos bien. Es destructivo para la mayoría de la gente, pero yo soy un caso aparte. Hago todo mi trabajo creativo cuando estoy intoxicado. Incluso me ha ayudado con las mujeres. Siempre fui reticente durante el sexo, y el alcohol me ha permitido ser más libre en la cama. Es una liberación porque básicamente yo soy una persona tímida e introvertida, y el alcohol me permite ser este héroe que atraviesa el espacio y el tiempo, haciendo un montón de cosas atrevidas... Entonces el alcohol me gusta, cómo no”.
Fumar: “Me gusta fumar. El cigarrillo y el alcohol se equilibran. Yo solía despertarme de una borrachera y había fumado tanto que mis dos manos estaban amarillas, casi marrones, como si tuviera puestos guantes. Y me preguntaba: ‘¡Mierda! ¿Cómo se verán mis pulmones?’”.
Pelear: “La mejor sensación es cuando golpeas a un tipo que no se supone que puedas golpear. Una vez me metí con un tipo, me estaba insultando. Le dije: ‘Bueno, adelante’. No tuve ningún problema, le gané la pelea fácilmente. Estaba tirado en el piso. Tenía la nariz ensangrentada. Me dijo: “Jesús, te mueves siempre tan lentamente que pensé que sería fácil. Y cuando empezó la condenada pelea, ya no podía ver tus manos, te volviste tan rápido. ¿Qué pasó?”. Le dije: “No sé, hombre. Así son las cosas. Uno ahorra para cuando tiene que usarlo’”.
Los gatos: “Es bueno tener un montón de gatos alrededor. Si uno se siente mal, mira a los gatos y se siente mejor, porque ellos saben que las cosas son como son. No hay por qué entusiasmarse y ellos lo saben. Por eso son salvadores. Cuantos más gatos tenga uno, más tiempo vivirá. Si tienes cien gatos, vivirás diez veces más que si tienes diez. Algún día esto será descubierto: la gente tendrá mil gatos y vivirá para siempre. Realmente es ridículo”.
Las mujeres y el sexo: “Yo las llamo máquinas de quejarse. Las cosas con un tipo nunca están bien para ellas. Y cuando me tiran toda esa histeria... Tengo que salir, montarme en el coche e irme. A cualquier parte. Tomar una taza de café en algún lado. En cualquier lado. Cualquier cosa menos otra mujer. Supongo que están construidas de diferente manera, ¿no? Cuando la histeria empieza, se acaba todo. Uno se tiene que ir, ellas no entienden por qué. “¿Adónde vas?”, ¡te gritan. “¡Me voy a la mierda, nena!”. Piensan que soy un misógino, pero no es verdad. Es puro boca a boca. Escuchan que Bukowski es “un cerdo macho chauvinista”, pero no contrastan la fuente. Seguro, a veces pinto una mala imagen de las mujeres en mis cuentos, pero con los hombres hago lo mismo. Incluso yo salgo mal parado muchas veces. Si realmente pienso que algo es malo, digo que es malo, sea hombre, mujer, niño o perro. Las mujeres son tan quisquillosas, piensan que me las agarro con ellas en particular. Ése es su problema”.
La primera vez: “Mi primera vez fue la más rara. No sabía cómo hacerlo, y ella me enseñó a chuparle el coño y todas esas cosas de follar. Me acuerdo de que me decía: “Hank, eres un buen escritor, pero no sabes nada sobre las mujeres”. “¿Qué quieres decir? Estuve con un montón de mujeres.” “No, no sabes nada. Déjame enseñarte algunas cosas.” Le dije que bueno y ella: “Eres un buen estudiante, entiendes rápido”. Eso fue todo. (Está un poco avergonzado. No por los detalles sino por el sentimentalismo del recuerdo.) Pero todo ese asunto de chupar coños te deja en un lugar un poco servil. Me gusta hacerlas gozar, pero... Todo está sobrevalorado. El sexo sólo es una gran cosa cuando no lo practicas”.
Bares: “Ya no voy mucho a bares. Saqué eso de mi sistema. Ahora, cuando entro a un bar, siento náuseas. Estuve en demasiados, es apabullante. Son para cuando uno es más joven: todo eso de irse a las manos con un tipo, hacerse el macho, levantarse minas. A mi edad, ya no lo necesito. Hoy sólo entro a los bares para mear. A veces cruzo la puerta y empiezo a vomitar”.
El alcohol: “El alcohol es probablemente una de las mejores cosas que han llegado a esta tierra, además de mí. Entonces nos llevamos bien. Es destructivo para la mayoría de la gente, pero yo soy un caso aparte. Hago todo mi trabajo creativo cuando estoy intoxicado. Incluso me ha ayudado con las mujeres. Siempre fui reticente durante el sexo, y el alcohol me ha permitido ser más libre en la cama. Es una liberación porque básicamente yo soy una persona tímida e introvertida, y el alcohol me permite ser este héroe que atraviesa el espacio y el tiempo, haciendo un montón de cosas atrevidas... Entonces el alcohol me gusta, cómo no”.
Fumar: “Me gusta fumar. El cigarrillo y el alcohol se equilibran. Yo solía despertarme de una borrachera y había fumado tanto que mis dos manos estaban amarillas, casi marrones, como si tuviera puestos guantes. Y me preguntaba: ‘¡Mierda! ¿Cómo se verán mis pulmones?’”.
Pelear: “La mejor sensación es cuando golpeas a un tipo que no se supone que puedas golpear. Una vez me metí con un tipo, me estaba insultando. Le dije: ‘Bueno, adelante’. No tuve ningún problema, le gané la pelea fácilmente. Estaba tirado en el piso. Tenía la nariz ensangrentada. Me dijo: “Jesús, te mueves siempre tan lentamente que pensé que sería fácil. Y cuando empezó la condenada pelea, ya no podía ver tus manos, te volviste tan rápido. ¿Qué pasó?”. Le dije: “No sé, hombre. Así son las cosas. Uno ahorra para cuando tiene que usarlo’”.
Los gatos: “Es bueno tener un montón de gatos alrededor. Si uno se siente mal, mira a los gatos y se siente mejor, porque ellos saben que las cosas son como son. No hay por qué entusiasmarse y ellos lo saben. Por eso son salvadores. Cuantos más gatos tenga uno, más tiempo vivirá. Si tienes cien gatos, vivirás diez veces más que si tienes diez. Algún día esto será descubierto: la gente tendrá mil gatos y vivirá para siempre. Realmente es ridículo”.
Las mujeres y el sexo: “Yo las llamo máquinas de quejarse. Las cosas con un tipo nunca están bien para ellas. Y cuando me tiran toda esa histeria... Tengo que salir, montarme en el coche e irme. A cualquier parte. Tomar una taza de café en algún lado. En cualquier lado. Cualquier cosa menos otra mujer. Supongo que están construidas de diferente manera, ¿no? Cuando la histeria empieza, se acaba todo. Uno se tiene que ir, ellas no entienden por qué. “¿Adónde vas?”, ¡te gritan. “¡Me voy a la mierda, nena!”. Piensan que soy un misógino, pero no es verdad. Es puro boca a boca. Escuchan que Bukowski es “un cerdo macho chauvinista”, pero no contrastan la fuente. Seguro, a veces pinto una mala imagen de las mujeres en mis cuentos, pero con los hombres hago lo mismo. Incluso yo salgo mal parado muchas veces. Si realmente pienso que algo es malo, digo que es malo, sea hombre, mujer, niño o perro. Las mujeres son tan quisquillosas, piensan que me las agarro con ellas en particular. Ése es su problema”.
La primera vez: “Mi primera vez fue la más rara. No sabía cómo hacerlo, y ella me enseñó a chuparle el coño y todas esas cosas de follar. Me acuerdo de que me decía: “Hank, eres un buen escritor, pero no sabes nada sobre las mujeres”. “¿Qué quieres decir? Estuve con un montón de mujeres.” “No, no sabes nada. Déjame enseñarte algunas cosas.” Le dije que bueno y ella: “Eres un buen estudiante, entiendes rápido”. Eso fue todo. (Está un poco avergonzado. No por los detalles sino por el sentimentalismo del recuerdo.) Pero todo ese asunto de chupar coños te deja en un lugar un poco servil. Me gusta hacerlas gozar, pero... Todo está sobrevalorado. El sexo sólo es una gran cosa cuando no lo practicas”.
El sexo antes del sida (y su boda): “Yo nada más entraba y salía de entre las sábanas. No sé, era como un trance,
un trance de follar. Y las mujeres... uno les decía algo, las tomaba de la
muñeca, “vamos, nena”, las guiaba hasta el dormitorio y se las follaba. Cuando
uno entra en el ritmo, sigue adelante. Hay un montón de mujeres solitarias en
el mundo. Son lindas, pero no se saben conectar. Están sentadas solas, van al
trabajo, vuelven a la casa... es algo maravilloso para ellas que un tipo se les
aparezca. Y si se sienta cerca, bebe y habla, es entretenimiento. Estuvo bien,
tuve suerte. Las mujeres modernas... no te cosen los botones”.
Escribir: “Escribí un cuento desde el
punto de vista de un violador de una niña muy pequeña. Y la gente me acusó. Me
hicieron entrevistas. Decían: “¿Le gusta violar a niñitas?”. Dije: “Por
supuesto que no. Estoy fotografiando la vida”. Me metí en problemas con
montones de cosas. Pero, por otro lado, los problemas venden libros. Pero, en
última instancia, escribo para mí. (Da una larga calada a su cigarrillo.) Es
así. La calada es para mí, la ceniza es para el cenicero. Eso es publicar.
Nunca escribo de día. Es como ir al supermercado desnudo. Todo el mundo te
puede ver. De noche es cuando se sacan los trucos de la manga...lam agia”.
La poesía: “Siempre recuerdo que, en
el patio de la escuela, cuando aparecía la palabra ‘poeta’ o ‘poesía’, todos
los tontos se reían y se burlaban. Puedo ver por qué: es un producto falso. Ha
sido falso y snob y endogámico por siglos. Es ultradelicado, sobreapreciado. Es
un montón de mierda. Durante siglos, la poesía es casi basura total. Es una
farsa. Ha habido grandes poetas, no me entienda mal. Hay un poeta chino llamado
Li Po. Podía poner más sentimiento,
realismo y pasión en cuatro o cinco sencillas líneas que la mayoría de los
poetas en sus doce o trece páginas de mierda. Y bebía vino también. Solía
quemar sus poemas, navegar por el río y beber vino. Los emperadores lo amaban
porque podían entender lo que decía. Por supuesto, sólo quemó sus poemas malos.
Lo que yo quise hacer, si me disculpa, es incorporar el punto de vista de los
obreros sobre la vida... los gritos de sus esposas que los esperan cuando
vuelven del trabajo. Las realidades básicas de la existencia del hombre
común... algo que pocas veces se menciona en la poesía desde hace siglos.
Mejor, que quede registrado que dije que la poesía es una mierda desde hace
siglos. Y una vergüenza”.
Céline: “La primera vez que leí a
Céline, me fui a la cama con una caja grande de galletitas Ritz. Empecé a
leerle y me comía una galletita Ritz, me reía, me comía una Ritz, leía. Leí la
novela entera de un tirón y me terminé la caja de galletitas. Y me levanté y
tomé agua. Tendrías que haberme visto. No me podía mover. Eso es lo que un buen
escritor te puede hacer. Casi te puede matar. Un mal escritor puede hacerlo,
también”.
Shakespeare: “Es ilegible y
está sobrevalorado. Pero la gente no quiere escuchar esto. Uno no puede atacar
templos. Ha sido fijado a lo largo de los siglos. Uno puede decir que tal es un
pésimo actor, pero no puede decir que Shakespeare es mierda. Cuando algo dura
mucho tiempo, los snobs empiezan a aferrarse a él, como ventosas. Cuando los
snobs sienten que algo es seguro, se aferran. Pero si les decís la verdad, se
ponen salvajes. No pueden soportarlo. Es atacar su propio proceso de
pensamiento. Me desagradan”.
Sus lecturas favoritas: “Leí en el The National Enquirer una nota titulada
‘¿Es su marido homosexual?’. Linda me dijo: ‘¡Tienes voz de maricón!’. Yo dije:
‘Oh, sí, siempre me lo pregunté’. Ese artículo decía: ‘¿Su marido se depila las
cejas?’. Y yo pensé, mierda, lo hago todo el tiempo. Ahora sé lo que soy. Me
depilo las cejas, soy un maricón. Es muy amable de parte de The National
Enquirer decirme lo que soy”.
El humor y la muerte: “El último gran
humorista era un tipo llamado James
Thurber. Pero su humor era tan magnífico que tuvieron que ignorarlo. Este
tipo era, podría decirse, un psiquiatra de las edades. Tenía algo ambiguo,
hombre-mujer, veía cosas. Era sanador. Su humor era tan real que uno gritaba de
risa, era como una liberación frenética. Aparte de Thurber, no puedo pensar en
nadie... Yo tengo algo de humorista, pero no como él. No llamo humor a lo que
tengo, lo llamo un ‘filo cómico’. Estoy colgado en eso. Casi todo lo que pasa
es ridículo. Cagamos todos los días. Eso es ridículo, ¿no te parece? Tenemos
que seguir meando, poniendo comida en nuestras bocas, nos sale cera de los
oídos. Tenemos que rascarnos. Cosas feas y tontas, ¿o no? Las tetas no sirven
para nada, salvo...”.
Nosotros: “La verdad es que somos
monstruosidades. Si pudiéramos vernos, podríamos amarnos, darnos cuenta de lo
ridículos que somos, con nuestros intestinos retorcidos por los que se desliza
lentamente la mierda mientras nos miramos a los ojos y decimos: ‘Te amo’. Nos
carbonizamos y producimos mierda, pero no nos tiramos pedos cerca del otro.
Todo tiene un filo cómico”.
Ganar: “Y después nos morimos.
Pero la muerte no nos ha ganado. No ha mostrado ninguna credencial. Nosotros
hemos mostrado todas las credenciales. Con el nacimiento, ¿nos ganamos la vida?
No realmente, pero de seguro la hija de puta nos tiene atrapados... La muerte
me provoca resentimiento, la vida también, y mucho más estar atrapado entre las
dos. ¿Sabes cuantas veces intenté suicidarme? Dame tiempo, sólo tengo 66 años.
Sigo trabajando en eso. Cuando uno tiene tendencias suicidas, nada lo molesta,
excepto perder en las carreras de caballos. ¿Por qué será? A lo mejor porque
uno usa su mente en las carreras, no su corazón. Pero nunca cabalgué. No estoy
muy interesado en el caballo sino en el proceso de acertar o no,
selectivamente”.
Las carreras: “Traté de
ganarme la vida con las carreras por un tiempo. Es doloroso. Es vigorizante.
Todo está al límite, el alquiler, todo. Pero uno tiende a ser cuidadoso. Una
vez estaba sentado en una curva. Había doce caballos en la carrera y estaban
todos amontonados. Parecía un gran ataque. Todo lo que veía era esos grandes
culos de caballo subiendo y bajando. Parecían salvajes. Miré esos culos de
caballos y pensé: ‘Esto es una locura total’. Pero hay otros días en los que ganas
cuatrocientos o quinientos dólares, ganas ocho o nueve carreras al hilo, y te sientes
Dios, como si lo supieras todo. Y todo queda en su lugar”.
La gente: “No miro mucho a la gente.
Es perturbador. Dicen que si miras mucho a otra persona, te empiezas a parecer
a ella. Pobre Linda. La mayoría de
las veces me la puedo pasar sin la gente. La gente no me llena, me vacía. No
respeto a nadie. Tengo un problema en ese sentido. Estoy mintiendo pero, créeme,
es verdad”.
La fama: “Es destructora. Es una
puta, una perra, la destructora más grande de todos los tiempos. A mí me tocó
la mejor parte porque soy famoso en Europa y desconocido aquí, en Estados
Unidos. Soy uno de los hombres más afortunados. La fama es terrible. Es una
media en una escala del denominador común, la meten trabajando a un nivel bajo.
No tiene valor. Una audiencia selecta es mucho mejor”.
La soledad: “Nunca me sentí
solo. He estado en una habitación, me he sentido suicida. Estuve deprimido, me
he sentido horrible más allá de lo descriptible, pero nunca pensé que una persona
podía entrar a una habitación y curarme. Ni varias personas. En otras palabras,
la soledad no es algo que me molesta porque siempre tuve este terrible deseo de
estar solo. Siento la soledad cuando estoy en una fiesta, o en un estadio lleno
de gente vitoreando algo. Citaré a Ibsen:
‘Los hombres más fuertes son los más solitarios’. Nunca pensé: ‘Bueno, ahora va
a entrar una rubia hermosa y vamos a follar, y me va a acariciar las pelotas, y
me voy a sentir bien’. No, eso no iba a ayudar. La gente común piensa: ‘Guau,
es viernes a la noche, ¿qué vamos a hacer? ¿Quedarnos aquí sentados?’. Bueno,
sí. Porque no hay nada fuera. Es una estupidez. Gente estúpida mezclándose con
gente estúpida. Nunca tuve la ansiedad de lanzarme a la noche. Me escondía en
bares porque no quería esconderme en fábricas. Eso es todo. Les pido perdón a
los millones, pero nunca me sentí solo. Me gusta estar conmigo mismo. Soy la
mejor forma de entretenimiento que puedo encontrar”.
El tiempo libre: “Es muy
importante tener tiempo libre. Hay que parar por completo y no hacer nada por
largos períodos para no perderlo todo. Seas un actor o una ama de casa,
cualquier cosa, tiene que haber grandes pausas en las que no haces nada. Uno se
tira en una cama a mirar el techo. Hacer nada es muy, muy importante. ¿Y cuánta
gente lo hace en la sociedad moderna? Muy poca. Por eso la mayoría está
totalmente loca, frustrada, enojada y odiosa. Antes de casarme, o de conocer a
muchas mujeres, bajaba las cortinas y me metía en la cama por tres o cuatro
días. Me levantaba para cagar y para comer una lata de cualquier cosa. Después
me vestía y salía a la calle, y el sol brillaba y los sonidos eran
maravillosos. Me sentía poderoso, como una batería recargada. Pero, ¿sabes qué
me desmoralizaba? El primer rostro humano que veía en la calle. Solo esa cara me
hacía perder la mitad de la energía. Esta cara monstruosa, sin expresión,
tonta, sin sentimientos, cargada de capitalismo. Pero aun así valía la pena, me
quedaba la mitad de la energía todavía. Por eso el tiempo libre es importante.
Y no digo tomarse tiempo para tener pensamientos profundos. Hablo de no pensar
en absoluto. Sin pensamientos de progreso, sin pensamientos sobre uno mismo.
Sólo ser un haragán. Es hermoso”.
La belleza: “No existe algo
como la belleza, especialmente en un rostro humano, eso que llamamos fisonomía.
Todo es un imaginado y matemático alineamiento de rasgos. Por ejemplo, si la
nariz no sobresale mucho, si los costados están bien, si las orejas no son
demasiado grandes, si el cabello no es demasiado largo. Es una mirada
generalizadora. La gente piensa que ciertos rostros son hermosos, pero,
realmente, no lo son. La verdadera belleza, por supuesto, viene de la
personalidad. No tiene nada que ver con la forma de las cejas. Me dicen de
tantas mujeres que son hermosas... pero cuando las veo, es como mirar un plato
de sopa”.
La fealdad: “No existe. Hay
algo llamado deformidad, pero la simple fealdad no existe. He dicho”.
Érase una vez: “Era invierno,
yo me estaba muriendo de hambre intentando ser escritor en Nueva York. No había
comido en tres o cuatro días. Así que finalmente dije: ‘Me voy a comer una gran
bolsa de palomitas’. Cada grano era como un churrasco. Tragaba y echaba palomitas
a mi estómago que decía ‘¡Gracias, gracias!’. Estaba en el paraíso, caminando
por ahí, hasta que dos tipos pasaron a mi lado y uno le dijo al otro:
‘¡Jesús!’. El otro dijo: ‘¿Qué pasa?’ ‘¿Viste a ese tipo comiendo palomitas?
Dios, era horrible.’ Así que no pude disfrutar el resto de las palomitas. Pensé
qué quisieron decir con eso de que ‘era horrible’. Yo estaba en el paraíso.
Supongo que era un poco cochino. Ellos siempre pueden distinguir a un tipo
hecho mierda”.
La prensa: “Disfruto las cosas malas
que se dicen sobre mí. Aumenta la venta de libros y me hace sentir malvado. No
me gusta sentirme bien porque soy bueno. ¿Pero malo? Sí. Me da otra dimensión.
Me gusta ser atacado. ‘¡Bukowski es desagradable!’ Eso me hace reír, me gusta.
‘¡Es un escritor desastroso!’ Sonrío más. Me alimento de eso. Pero cuando un
tipo me dice que dan un texto mío como material de lectura en una universidad,
me quedo boquiabierto. No sé, me aterra ser demasiado aceptado. Siento que hice
algo mal”.
El dedo: (Levanta el dedo meñique de
su mano izquierda) “¿Viste alguna vez este dedo? (El dedo parece paralizado en
una forma de “L”). Me lo rompí una noche, borracho. No sé por qué, pero nunca volvió
a su lugar. Pero funciona perfecto para la letra ‘a’ de la máquina de escribir,
y qué demonios, le agrega algo a mi personaje”.
La valentía: “A la mayoría
de la gente supuestamente valiente le falta imaginación. Es como si no pudieran
concebir lo que sucedería si algo saliera mal. Los verdaderos valientes vencen
a su imaginación y hacen lo que deben hacer”.
El miedo: “No sé nada sobre eso”. (Se
ríe.) La violencia: “Creo que, la mayoría de las veces, la violencia es
malinterpretada. Hace falta cierta violencia. En nosotros hay una energía que
necesita ser sacada. Creo que si esa energía es contenida, nos volvemos locos.
La paz última que todos deseamos no es un área deseable. De alguna manera, no
estamos destinados a eso. Por eso me gusta ver peleas de boxeo, y por eso yo
mismo las protagonizaba en mi juventud. A veces se llama violencia a la
expulsión de energía con honor. Hay locura interesante y locura desagradable.
Hay buenas y malas formas de violencia. Es un término vago. Está bien si no se
hace a expensas de otros”.
El dolor físico: “Con el tiempo
uno se endurece, aguanta el dolor físico. Cuando estaba en el Hospital General,
un tipo entró y dijo: ‘Nunca vi a nadie aguantar la aguja con tanta frialdad’.
Eso no es valentía. Si uno aguanta suficiente dolor, uno cede. Es un proceso,
un ajuste. Pero no hay forma de acostumbrarse al dolor mental. Me mantengo
lejos de él”.
La psiquiatría: “¿Qué consiguen
los pacientes psiquiátricos? Una cuenta. Creo que el problema entre un
psiquiatra y su paciente es que el psiquiatra actúa de acuerdo al libro,
mientras que el paciente llega por lo que la vida le ha hecho. Y aunque el
libro pueda tener cierta perspicacia, las páginas siempre son las mismas y cada
paciente es diferente. Hay muchos más problemas individuales que páginas. Hay
demasiada gente loca como para resolverlo diciendo: ‘Tantos dólares por hora,
cuando suena el timbre terminamos’. Eso sólo puede llevar a una persona un poco
loca a la locura total. Cuando uno empieza a abrirse y a sentirse bien, el psiquiatra dice: ‘Enfermera, concierte la
próxima cita’. Todo es asquerosamente mundano. El tipo está ahí para quedarse
con tu culo, no para curarte. Quiere tu dinero. Cuando suena el timbre, que
entre el siguiente loco. Ahora, el loco sensible se va a dar cuenta de que
cuando el timbre suena, significa que lo echaron. No hay límites de tiempo para
curar la locura, y no hay cuentas para eso, tampoco. Muchos de los psiquiatras
que yo he visto parecen estar al límite ellos mismos, además. Pero están
demasiado cómodos. Creo que el paciente quiere ver un poco de locura, no
demasiado. Ah, los psiquiatras son totalmente inútiles. ¿Siguiente pregunta?”.
La fe: “La fe está bien para los
que la tienen. Mientras no me la tiren por la cabeza. Tengo más fe en mi fontanero
que en el ser eterno. Los fontaneros hacen un buen trabajo. Dejan que la mierda
fluya”.
El cinismo: “Siempre me
acusaron de cínico. Creo que el cinismo es una uva amarga. Es una debilidad. Es
decir: ‘¡Todo está mal! ¿Entiendes? ¡Esto no está bien! ¡Aquello no está
bien!’. El cinismo es la debilidad que evita que nos ajustemos a lo que ocurre
en el momento. El optimismo también es una debilidad. ‘El sol brilla, los
pájaros cantan, sonríe.’ Eso es mierda también. La verdad está en algún lugar
entre los dos. Lo que es, es. Si no estás listo para soportarlo, jódete”.
La moralidad convencional: “Puede que no exista el infierno, pero los que juzgan pueden crearlo.
Pienso que la gente está sobredomesticada. Uno tiene que averiguar lo que le
pasa, y cómo va a reaccionar. Voy a usar un término extraño aquí: el bien. No
sé de dónde viene, pero siento que hay un básico rasgo de bondad en cada uno de
nosotros. No creo en Dios, pero creo en esta ‘bondad’, como un tubo dentro de
nuestros cuerpos. Puede ser alimentada. Siempre es mágica, por ejemplo cuando
en una autopista sobrecargada de tráfico un extraño hace lugar para que alguien
pueda cambiar de carril... es esperanzador”.
Sobre ser entrevistado: “Es como ser
arrinconado. Es vergonzoso. Por eso, no siempre digo toda la verdad. Me gusta
jugar y burlarme un poco, así que doy información falsa sólo por el gusto de
entretener y mentir. Así que si quieren saber algo sobre mí, no lean una
entrevista. Ignoren ésta, también”.
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