3 de gen. 2017

wu wei

El taoísmo compara el “wu wei”, o “no acción”, con la naturaleza pasiva y a la vez perseverante del agua de un río. El agua es, en apariencia, débil y delicada, pero su fuerza erosiona poco a poco la roca más sólida.

A diferencia de los materiales sólidos, el agua no tiene voluntad, decían los primeros taoístas, pero ello le permite llenar cualquier recipiente y tomar cualquier forma, así como buscar el más mínimo resquicio para escurrirse.

Usando los mismos principios de “acción decreciente” -o perseverancia no revolucionaria-, capaz de transformar el fondo de las cosas sin recurrir a revoluciones, pogromos, cazas de brujas, gregarismos totalitarios, el individuo se hace más sabio, al haber aprendido a contemplar, aprender y fluir con el “tao”, el camino medio natural o armonía.

Es así como cualquiera, decía el taoísta Zhuangzi (siglo IV a.C.), puede alcanzar la “clarividencia”, un estado equivalente al concepto de autorrealización que, bajo distintas nomenclaturas, aparece en el pensamiento socrático (eudemonismo, estoicismo, etc.), budismo (nirvana), budismo zen (satori), religiones abrahámicas, etc.

Para los partidarios de la “no acción” o “wu wei”, un estado injusto de las cosas no puede superarse con un movimiento de reacción que fuerce la realidad e imponga un nuevo tipo de desequilibrio, que perjudique a los que antes eran beneficiados y beneficie a los antes perjudicados.
Según esta idea, las prácticas a lo Robin Hood sólo crearían, a la larga, nuevas injusticias y desavenencias, alertando contra la demagogia y el populismo.


Pero la “no acción” tiene un problema fundamental: es imposible aplicar el concepto a corto plazo, ni se puede imponer a quienes no comprendan sus principios, ya que confundirían “no acción” con no hacer nada. Y el “wu wei” no equivale a inmovilismo, sino a búsqueda de la virtud propia (clarividencia, felicidad, bienestar, como queramos llamarlo). Nuestro comportamiento es lo primero que está en nuestras manos cambiar, para después proyectarlo y contribuir a un cambio más profundo. Pero este cambio no exaltado, a fuego lento, no ha sido diseñado para la era de la interrupción constante, la apelación de los impulsos y la dialéctica de la gratificación instantánea. 

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