Stefan Zweig y Joseph Roth |
"El hombre ya no se conmueve cuando se
vulnera y asesina la condición humana", le escribe en una carta el escritor austriaco Joseph Roth a su amigo Stefen Zweig. El primero vive exiliado
en Paris, huyendo de la barbarie nazi. En la capital francesa, morirá solo, empobrecido y alcoholizado en
1939. El segundo, tras preregrinar por medio mundo, se suicidó en
Petrópolis, Brasil en 1942, dejando esta nota: “Cada
día he aprendido a amar más este país y quisiera no haber tenido que
reconstruir mi vida en otro lugar después de que el mundo de mi propia lengua
se hundió y se perdió para mí, y mi patria espiritual, Europa, se destruyó a sí
misma.
“Pero para empezar todo de nuevo un hombre
de 60 años necesita poderes especiales y mi propio poder se ha desgastado
después de años de vagar sin asiento. Por eso prefiero terminar mi vida en el
momento adecuado, justo, como un hombre para quien su trabajo cultural fue
siempre la más pura de sus alegrías y también su libertad personal —la más
preciosa de las posesiones en este mundo.
“Dejo saludos para todos mis amigos: quizá
ellos vivan para ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, más
impaciente, me voy antes que ellos”.
Sólo al inclinar la copa
Leve se mueve el baile de las
horas
sobre los cabellos ya
plateados,
porque sólo al inclinar la copa
se ve con claridad el fondo.
Presentir cerca la noche
no produce confusión, sino
calma.
El puro contemplar el mundo
es sólo del que no desea nada.
Ya no pregunta lo que alcanzó,
ya no lamenta lo que perdió.
Para el viejo es sólo el leve
inicio de su despedida.
La mirada nunca brilla más
que cuando la encienden las
últimas luces.
Nunca se ama más la vida
que a la sombra de tener que
abandonarla.
Stefan Zweig
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