“El viejo y el mar es una novela escrita desde el corazón pero a la vez es una lección de literatura, de tensión, de emoción. Ocupar un lugar en el bote de Santiago y asistir a su lucha es un privilegio que todo el mundo debería disfrutar por lo menos una vez en su vida.
Durante muchos años Ernest Hemingway buscó una variante a la lucha de Ahab con la ballena, uno de los relatos fundacionales de la literatura norteamericana. La pesca fue su más sostenida pasión, y aunque repudiaba la figura del erudito y esquivó toda discusión intelectual, se volvía puntilloso ante un texto que tratara de pesca. Los pescadores de Hemingway requieren de instrumentos que deben funcionar como tales, y al hacerlo, construyen un lenguaje propio, de sorpresivas conjugaciones, los muchos modos de un anzuelo.
En El viejo y el mar, la zona de dominio es la pesca; la gramática del mundo se resume en esos gestos, fuera de ellos no hay nada. El destino a través de un oficio desarrollado hasta sus últimas consecuencias.
Hemingway puso especial cuidado en retratar una pequeña comunidad de pescadores cubanos. Santiago representa una forma arcaica de pescar, donde el valor individual se mide en la resistencia de las presas. Leyes naturales —precisas, inflexibles, que parecen impuestas por el mismo océano— rigen las condiciones de este oficio e integran una sabiduría atávica que la modernidad confunde fácilmente con supersticiones. Santiago decide transgredir el código que ha respetado su vida entera, y conduce su barca hasta un sitio remoto que garantiza buena pesca pero de donde es muy difícil regresar. La desesperación y el orgullo lo impulsan a un lance contra todos los pronósticos.
La noticia que Santiago lee en el periódico es que después de una mala temporada, Di Maggio se recuperó e hizo que su equipo ganara su partido 85. Santiago lleva 84 expediciones infructuosas en el mar y por eso le resulta tan importante pescar algo en el día 85.
Según la célebre teoría del iceberg de Hemingway, un relato solo muestra una mínima parte de la historia y depende de una sólida realidad que se mantiene oculta. Esto alude a la forma en que se construye una trama y a cómo debe ser leída. Bajo la diáfana superficie de la prosa, hay una intrincada red de correspondencias.
Hay un sostenido interés de Hemingway por los combates donde las nociones de triunfo y de derrota cambian de signo. Está convencido de que la resistencia a ultranza otorga una dignidad que refuta la derrota. "No hay segundos actos en la historia americana", escribió Fitzgerald ante una sociedad enamorada del éxito que exigía a sus ídolos no solo encumbrarse sino volver a hacerlo cuando ya parecía imposible.
El más duro reto que impone la cultura popular norteamericana es el comeback, el regreso contra los pronósticos. Hemingway trabajó con denuedo para alterar la noción convencional del triunfo y no podía ignorar la gesta del retorno desafiante: El viejo y el mar es un comeback colosal y vacío, una portentosa acción sin resultados.
Hemingway sugiere que las acciones más comunes tienen un trasfondo religioso, un horizonte que trasciende a los personajes pero que no se puede alcanzar y ni siquiera discutir. Enemigo de la introspección, Hemingway se abstiene de juzgar la conducta de sus personajes.
En El viejo y el mar está a punto de romper este pacto y de transformar el mar de Santiago en una agitada iglesia. Las alusiones a la hagiografía cristiana son suficientes para crear un marco alegórico y para leer el relato como un fracaso de la moral ante la devastadora naturaleza: Santiago es un hombre de fe cuyas fatigas no tienen recompensa. Sin embargo, cada vez que el monólogo del pescador está a punto de volverse explicativo en exceso, Hemingway desordena la devoción de su protagonista y la complica con los vibrantes datos que arroja el mar.
El viejo y el mar es un apabullante seminario sobre el arte de pescar con precariedad. Numerosos eruditos han recorrido en lancha las aguas del Caribe, han contado los metros de cordel, las horas de lucha y las técnicas de acoso, confirmando la veracidad del relato, asunto de interés marginal y más bien estadístico; lo decisivo es la sensación de realidad que transmite Hemingway. Los días y las noches de Santiago dependen de la forma en que trabaja con unos cuantos enseres en un espacio mínimo. "El hombre acorralado se vuelve elocuente", ha escrito George Steiner. Inculto, exhausto, casi mudo, Santiago adquiere poderosa elocuencia en sus intrincadas maniobras con el sedal.
Italo Calvino dijo: "Contra Gide y la escritura del intelectualismo, escogí a Hemingway y la literatura de los hechos. El héroe de Hemingway quiere identificarse con las acciones que realiza, estar él mismo en la suma de sus gestos, en la adhesión a una técnica manual o de algún modo práctico, trata de no tener otro problema, otro compromiso que el de saber hacer algo bien...".
En El viejo y el mar Hemingway lleva hasta sus últimas consecuencias el procedimiento de mostrar una conciencia a partir de su trato con las cosas. Hemingway expresa las emociones y las ideas a partir de lo que hacen los personajes. Santiago ve el entorno con pragmática inmediatez; el bien y el mal son para él formas de tensar cordeles.
El viejo y el mar significaba el regreso del autor después de años poco productivos. No es casual que el relato de Santiago y la tardía y algo inesperada muestra de resistencia de Hemingway conectaran de inmediato con un público ávido de segundos actos. En 1953 la novela apareció íntegra en la revista Life, con un tiraje de cinco millones de ejemplares; esta difusión no impidió que el libro se vendiera muy bien: El viejo y el mar se mantuvo 26 semanas en la lista de best sellers del New York Times. Ese año recibió el Premio Pulitzer.
En 1954, después de sufrir dos accidentes de aviación en Uganda que provocaron anticipados obituarios y sugirieron que sus días de retorno no serían muchos, el sobreviviente Ernest Hemingway obtuvo el Premio Nobel.”
Cadena Ser
27/09/2020
(fragmentos de la
introducción de Juan Villoro en la
edición de Debolsillo)
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