“El pensamiento libre -fuera de
ser una gran satisfacción personal- es lo que ha permitido que la humanidad
haya adelantado. El pensamiento libre nos permite crear mejores esquemas y
aspirar a cosas mejores.
Es difícil enseñar cuando no se
quiere imponer un pensamiento, sino estimular el pensamiento ajeno, libremente.
La gente se siente insegura cuando no le dicen lo que debe creer. Y ese
sentimiento de inseguridad lo refleja a veces en contra del maestro que no le
da una directiva clara.
Los maestros que perduran, por supuesto, son los que crean su escuela, su capilla, su círculo, su imperio, su iglesia. Pero muchas veces me he puesto a
pensar que no envidio a esos maestros; ni aun a los grandes Maestros de la
historia de la humanidad. Es verdad que han creado seguidores por millares, por millones. ¿Pero qué han hecho sus
seguidores con sus ideas? Creo que, en general, las han desvirtuado. Han creado
capillas, círculos, iglesias, religiones, aun naciones, que en nombre de los más altos ideales, se han dedicado a matar, a conquistar, a perseguir, a adquirir prestigio personal, gloria y poder para ellos y sus seguidores,
siempre en nombre del maestro, o de la
religión o del movimiento nacional o político que dicen seguir.
¿Qué han hecho el Cristianismo y
el Islam? ¿Qué está haciendo ahora el comunismo? ¿Qué han hecho, aun los que hablan de la libertad y de la
propia determinación de las naciones? Han hecho guerras, dizque para defender esos principios de paz y
tolerancia.
Es evidente que la salud – la
mera ausencia de la enfermedad- es un gran bien en sí mismo para cualquier
individuo. Todo lo que hagamos para que una persona tenga salud, es bueno para
esa persona. Pero cuando consideramos las cosas colectivamente, ¿en qué medida se debe buscar la salud de
todos, y a qué costo? ¿Hay otras cosas más importantes que la ausencia de la
enfermedad? Evidentemente sí.
El “completo bienestar físico,
mental y social” de que habla la Constitución de la Organización Mundial de la
Salud, como la definición de salud, es el ideal al cual queremos que lleguen todos
los seres humanos. Pero a ese bienestar
se llega por muchos otros caminos, y por
muchas otras vías, fuera de la salud
pública. Muchas otras condiciones, fuera de la mera ausencia de la enfermedad, son necesarias, también, para adquirir el bienestar.
En todas las culturas, el trabajo adecuado a las circunstancias y a
la personalidad de cada cual; los
sentimientos de los demás hacia uno mismo; la vida familiar, el amor, la religión, la seguridad económica y social, son tan importantes como la salud.
Por eso el celo desmedido por
hacer sanos a todos, o por erradicar una
enfermedad de determinado lugar, no ha
hecho, necesariamente, más felices a las personas de ese lugar. A veces esas acciones unilaterales han traído
problemas peores. Como todas las acciones unilaterales en cualquier sentido. Los fanáticos de la alimentación también creen
que con darle comida a todos, estarán
así más felices. Y los fanáticos de la
religión, lo mismo. Y los fanáticos de la educación, de la misma manera. Y así los fanáticos de la
vivienda, del vestido, de la recreación, del deporte, de la salud mental, de la economía.
Muchos creen que el dinero es la
respuesta a todos los problemas. Pero estos “fanatismos” unilaterales - aun por
cosas en sí mismo buenas- no han traído sino más dolores y más problemas a la
humanidad.
Alcanzar la sabiduría es llegar
a encontrar el equilibrio entre tantos llamados o vocaciones. El ser humano es un ser muy complejo. No lo podemos mirar desde un solo ángulo.
Debemos tratar de comprenderlo, íntegramente,
y así deberíamos mirar a la sociedad y a
las culturas. De allí la sabiduría de los antropólogos, los científicos
sociales modernos que más promesas pudieran hacer concebir a la humanidad. Ellos toman el punto de vista de la integridad
de las culturas y la línea ética del gran respeto por todas ellas. Porque todos los elementos de la cultura de un
pueblo son muy imbricados entre sí, y
tratar de modificar uno, sin modificar los demás, es imposible, y muchas veces - aunque parezca conveniente- puede ser perjudicial.
¡Con qué gran respeto se debe
mirar a cada persona, a cada comunidad, a cada sociedad, a cada nación! ¡Con qué gran cuidado nos deberíamos abstener
de dar consejos para cambios que creemos buenos, en sentimientos, acciones y conceptos! ¡Con qué humildad
deberíamos exponer lo que consideramos nuestros valores! Poniendo siempre de
presente, desde el principio, que
podemos estar equivocados, y que la
libertad de escoger debe quedar en manos de cada individuo y de cada sociedad.
Sólo cuando se puedan abarcar
todas las cosas, se debería permitir que
se enseñara una. Sólo a los humildes de
corazón se les debería permitir enseñar. Sólo a los que sepan que nada saben.
Cuando la profesión del maestro,
que debería incluir solamente a antropólogos, científicos, sabios y hombres
buenos, sea la más alta, más respetada y mejor escudriñada profesión de la
tierra, esta civilización y estas sociedades occidentales habrán alcanzado la
sabiduría y la maduración, que algunas
sociedades orientales alcanzaron.
El mero conocimiento no es
sabiduría. La sabiduría sola tampoco
basta. Son necesarias la sabiduría y la
bondad para enseñar y gobernar a los hombres. Aunque podríamos decir que todo hombre sabio,
si verdaderamente lo es, tiene también
que ser bueno. Porque la sabiduría y la
bondad son dos cosas íntimamente entre mezcladas.”
Héctor Abad Gómez.
Manual de Tolerancia
fragmentos seleccionados por Héctor Abad Faciolince
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