“Esa misma mañana del 25 de agosto, mi papá había estado un rato en la Facultad de Medicina, y luego en su despacho en el segundo piso de la casa donde funcionaba la empresa de mi mamá en el centro, en la carrera Chile, al lado de la casa donde había vivido Alberto Aguirre en su juventud y donde seguía viviendo su hermano. Esa era la sede del Comité de Derechos Humanos de Antioquia. Supongo que fue en algún momento de esa mañana cuando mi papá copió a mano el soneto de Borges que llevaba en el bolsillo cuando lo mataron, al lado de la lista de los amenazados. El poema se llama «Epitafio» y dice así:
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo
elemental que nos ignora
y que fue el
rojo Adán , y que es ahora,
todos los
hombres, y que no veremos.
Ya somos en
la tumba las dos fechas
del
principio y el término. La caja,
la obscena
corrupción y la mortaja,
los triunfos
de la muerte y las endechas.
No soy el
insensato que se aferra
al mágico
sonido de su nombre.
Pienso con
esperanza en aquel hombre
que no sabrá
que fui sobre la tierra.
Bajo el
indiferente azul del cielo,
esta
meditación es un consuelo.”
Aquí. Hoy
Jorge Luis Borges
Jorge Luis Borges
Héctor Abad Faciolince
El olvido que seremos
Seix Barral, 201022
Páginas: 238-239
Un poema en el bolsillo, relato de las pesquisas que llevaron a descubrir la autoría del soneto a Héctor Abad Faciolince
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